Pino del Beneficiado y José Trujillo |
En un anterior artículo de este blog, 20 de febrero de 2014, comentamos
sobre una serie de utilidades y denominaciones de estos hermosos ejemplares de
la naturaleza, enclavados en uno de los lugares más bellos de nuestro Sur del
alma, a los pies de El Sombrerito, del Roque del Almendro, El Sombrero, El
Encaje, Guajara o Montaña Colorada. Pinos ubicados, “allá en un pequeño valle,/
solitario, pero ameno,/ cercado de altas montañas,/ por verdes pinos cubierto,/
salpicado de retamas,/ jaguarzos, jaras, poleos,/tagasastes, granadillos,/
arrayanes y romeros.” Tal como comienza un poema del vate Germán Fumero Alayón;
al que en un soneto de Rafael Peña se le compara con el porte y edad de este
árbol: “Allí, en Vilaflor, recio, como añoso pino.”
En aquel artículo se comentaba algunas denominaciones de estos erguidos
y sobrios pinos, su aprovechamiento en la construcción de las viviendas, en los
aperos de labranza, la obtención de la brea, su transformación en carbón. Y
como en aquel, nos adentramos en algunas de sus crónicas de la mano de los
recuerdos del cabrero José Trujillo González. Quien narra otros nombres de
estos pinos a los que conoce como si fueran propios. Así apunta el “Pino del
Rey”, situado en las Laderas del Traste, en el Valle del Traste. El “Pino de
Ucanca”, en el Valle de Ucanca, en ese valle que se sitúa al norte del Paisaje
Lunar, tal como nos apunta: “esa cañada ahora es Llano Ucanca, yo primera, el
Valle Ucanca es este valle, que es un valle muy grande, eso del Paisaje Lunar.”
Del “Pino del Beneficiado”, ya desaparecido y que estaba emplazado en
los Morros de García, comenta que se secó y ardió, llegando a salir humo por el
fondo del Barranco de la Hondura, lugar hasta donde llegaban sus raíces. Su
denominación proviene “de un cura que estuvo aquí que le decían don José el
Beneficiado y compró aquella finca y de nombre le pusieron el Pino del
Beneficiado.”
Al sur de los Riscos del Sobaco, situados bajo el Sombrero de Chasna, se
encuentran los “Pinos del Jable” o los “Pinos de Cho Tacoronte”. Como apunta
José Trujillo, en la zona existieron “unas huertas de jable, las huertas de Cho
Tacoronte, uno de Vilaflor, eso es de siglos y siglos, cuando yo conocí las
huertas estaban todas esgorrifadas.”
Pino de la Cueva de la Quintera |
En los años cuarenta y cincuenta cuando este cabrero cuidaba las cabras
de su padre y después las suyas, frecuentaba la Cueva de la Quintera, situada en la Suerte
de El Traste, “allí metían las cabras y por dentro, debajo, hay unas lajas
vivas que habían, unos socos de riscos, allí tenían las chozas pa quedarse,
muchas noches me quedé allí, me quedaba con los muchachos, con esos de Ramón
Jaramago, con lo de cho Faustino Fumero, con Ismael, con esas gentes. Allí
dentro cabían dos manadas grandes, cabían las de cho Faustino que eran ciento
treinta pallá, y las de Cho Manuel García, que eran sobre las cien, eso era yo
con catorce años.” Las cabras estaban sueltas durante la noche, las reunían por la
mañana para ordeñarlas en la Cueva de la Quintera, que le aporta el nombre a un
pino, el “Pino de la Cueva”, que está por encima de ella y cuyas raíces se
podían contemplar en su interior.
El conocido por “Pino de la Escopeta” se encuentraba en el Lomo de las
Canales, en el Llano del Pino de la Escopeta, se supone que una tormenta lo
pudo partir, “es un pino que está esmochado, le salieron dos pernadas y
aquello lo llaman el Pino de la Escopeta de toda la vida. Porque salieron dos
pernadas y es como dos caños de escopeta parriba.”
Otro de estos pinos con denominación propia es el “Pino de las
Cocinillas”. “Porque todos hacíamos fuego allí y le pusimos el Pino de las
Cocinillas. Porque todos los que pasaban por allí pa ir a la cumbre, entonces
eso era un tren de gentes del pueblo, por retamas, por leña, allí hacían un
parón por la mañana, hacíamos un fuego pa calentarnos y luego seguir, porque el
frío aquí era aspero. Eso era un pino de buen tamaño, había un veril de piedras
y el pino estaba por este lado y el camino salía por debajo del pino parriba.”
Detalle de una cueva de pino cubierta con cemento |
El principal combustible se obtenía de la madera y de su transformación
en carbón, pero también se llegó a extraer la tea del pino, horadando su base. “Tea
pa alumbrarse, eso ponían un palo con tres patas que le decían un mancebo, tú
no has oído decir pareces un mancebo, ponían una plancha encima. Le clavaban
dos clavos, como no había petróleo pa alumbrarse ponían dos o tres astillas de
tea y con aquello comían, pa alumbrase de noche, la astilla de tea le das fuego
y arde sola y dura tiempo.”
Por este motivo nos encontramos tantos pinos con esas cuevas en su base, de
cuyo lugar se extraían las astillas, esas “carespas” de tea, como el detalle fotográfico que se
obtuvo de uno de los grandes pinos, “Pinos de San Roque”, que se encuentran al
norte de la Ermita de San Roque, y al que se ha recubierto el hueco con
cemento.
Añadamos dos notas sobre otros tantos pormenores, de finales del siglo
XIX, sobre sendos Pinus canariensis de Vilaflor: una exposición en La Orotava y
la subasta de un ejemplar derribado por el viento. En la Exposición de Horticultura
que se desarrolló en La Orotava en el mes de junio de 1888 se expuso la sección
de un pino de Vilaflor, causando gran expectación. Se mostraba en “unas láminas
formadas por cortes transversales de un pino, como se dibujan las caras de un
hombre y de un orangután, con los nudos formados por la tea en el corazón de
dicho pino, llegando a ser el dibujo tan correcto que se duda si lo que se ve
es producto natural, o si es electo de la mano del hombre, duda que se
desvanece examinando de cerca los objetos y viendo que es simplemente un tosco
corte en un tronco de pino de Canarias.”
El aprovechamiento forestal tenía dos caras, la del menudeo de leña y
carbón para la subsistencia y la oficial de la venta de grandes pinos, en
pública subasta, de la que citamos un ejemplo, a finales del siglo veinte, de
su precio y condiciones. Derribado por el viento en la suerte de Eduardo
González Torres, un pino de 12 metros de largo por uno de circunferencia, con
un precio de 60 pesetas. “El rematante es dueño, no sólo de la madera que ha
subastado, así que también de los gajos, leña, ramajes y despojos procedentes
de la corta, monda y labra; pero le es obligatorio dejar el suelo de la corta
enteramente limpio de estos últimos al terminar el aprovechamiento.”
Pinos, recios y añosos como ese viejo poeta que dejó su impronta en su
tierra, cantados y recordados por todo amante de la naturaleza, admirados por
su porte, por su presencia, por ese aroma a resina y verdor que dejan a su
alrededor, sobre todo al alba cuando por la superficie de su tronco y agujas ha
pasado el rocío.