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Secado de la cochinilla. Valle de San Lorenzo, década de 1940 |
Salón de Casiano Linares Reverón y a María Luisa
Hernández Reverón, conocido por el salón de María Luisa, en el Valle de San Lorenzo. Imagen obtenida a
comienzos de la década de 1940 y en la que se recoge el modo de proceder para
el secado de la cochinilla, tal como lo apuntó María Luisa Hernández: se
ponía en sacos, la cantidad de cochinilla y la cantidad de arena, un poquito
menos de arena. Eran dos hombres, uno se ponía por allí y otro por aquí, cada
uno con el saco así en las manos, dándole paquí y pallá y cuando ya estaba ya
negrita la cochinilla se ponía en tableros, se tendían al sol. Todas las noches
se recogían los tableros, pa que no les diera humedad. Esa cochinilla cuando ya
estaba seca se ponía en una zaranda y se le sacaba la arena y quedaba la
cochinilla sola. Entonces eso se llenaba en los sacos de cochinilla y los
llevaban a Santa Cruz a casa de don Octavio. En los tableros se puede apreciar las iniciales de este exportador,
Octavio Hernández Otazo: O H O.
El auge del aprovechamiento de la
cochinilla se produjo en la mitad del siglo XIX, decayendo después de la década
de los setenta de este mismo siglo, con las anilinas sintéticas. Su recolección
continuó en el Sur de Tenerife, como en el Valle de San Lorenzo, donde entre
las décadas de los años treinta y cincuenta fue un recurso más con los que
paliar las paupérrimas arcas domésticas. De esos primeros años se han
encontrado referencias de su comercialización en el Valle de San Lorenzo, como
la del empresario Juan del Álamo, que compraba y vendía con la grana en la
década de los años sesenta del siglo XIX. Ya en el siglo XX se tiene constancia
de otras personas que comercializaban con la grana, como Juan García, quien la
almacenaba en Llano Mora; Pedro García Valentín, en la Calle Nueva; o Juana
García Valentín y Félix Ramos Medina, en Llano Mora.