La orquesta Brisas de Arona en la Plaza de Arona |
A comienzo de los años
cincuenta se crea en Arona una orquesta que llegó con aires poéticos: Brisas
de Arona,
y que durante casi toda la década de los años cincuenta y comienzos de los
sesenta fue la encargada de confortar los bailes a medio Sur. Fue la gran
animadora de los festejos en honor del Cristo de la Salud y de la Virgen del
Rosario, durante estos años abría las fiestas, al participar en las cabalgatas
anunciadoras, levantaba el animo con sus ritmos bailables o despertaba al
pueblo con las dianas al amanecer. Así consta en una serie de programas de
estos festejos, como el de 1953, cuando el domingo 4 de octubre, “a las siete
de la mañana, diana por la orquesta Brisas de Arona que recorrerá las
principales calles del pueblo.” O en la noche del domingo 1 de octubre de 1961,
cuando se realiza la “Gran Cabalgata anunciadora de las fiestas a cargo de la
orquesta local Brisas de Arona.”
Brisas de Arona, que tantas alegrías
repartió en buena parte del Sur de la Isla, surge por la tenacidad que pusieron
sus componentes. Aficionados a la música, que sin estudios llegaron a extraer
las notas precisas para regocijo de los que participaban de sus sones, tal como
apunta uno de sus miembros, Augusto Fumero Martín: que entonces llamaba la
atención, por eso, porque fue nada más que ajuntarse y tal, a oído, y no fue
nada, enseñar nada, ni el acordeón, ninguno de los que estaban sabía nada,
nada, porque ya usté ve que hay algunas veces que hay que alguno que tiene una
idea, no, y por la idea de aquel nos vamos acoplando los otros, pero ninguno
tenía ni idea, el primero fui yo con la trompeta. Además de Augusto Fumero,
el trompetista, la integraban: Lucio González Alayón, quien en un principio
comenzó con el clarinete y después continuó con el saxofón; Antonio Beltrán
Ramos, con la batería; Modesto Mena Fraga, con el acordeón; y Alejandro
Carballo Mena, quien tocaba el clarinete.
Sus comienzos de van
gestando desde finales de la década de los años cuarenta cuando estaban
formados varios grupos de cuerdas, que tal como apunta Lucio González Alayón, pa
tocar, pa después ir a tocar a los bailes, que había bailes en todos los lados,
en La Escalona, en Vilaflor, en el Valle de San Lorenzo, en todos los sitios
habían bailes por la tarde y por la noche.
A las cuerdas se le añadió
la trompeta de Augusto Fumero, quién la primera pieza que pudo extraerle fue el
pasodoble “La higuera se secó”, a base de dándole, dándole, asoplándo, desde
que oscurecía estaba yo dándole a la trompeta, áhi en la azotea. Después de actuar en
algunos salones de bailes, Lucio González adquirió un clarinete, entonces
surgió de que Augusto le gustaba mucho la trompeta, y empezó a sacarle, a
sacarle, y fue sacándole a la trompeta, pero estábamos tocando con cuerdas y
después tocaba él, cuando sacaba la trompeta, tocaba cuatro pepinazos allí y no
se oía nada más que la trompeta. Nosotros eso ya veíamos que no quedaba con las
cuerdas, con las poquitas que eran. Y después se fueron alegrando los sonidos de la
batería, de las manos de Antonio Beltrán; y del acordeón, con Modesto Mena
Fraga; y el saxofón, que lo tomó Lucio González Alayón, pasando el clarinete a
Alejandro Carballo.
Escuchar y bailar con
Brisas de Arona significaba disponer de un amplio repertorio: pasodobles,
boleros, vals, zamba, charlestón, isas o folias. En Arona tocábamos en el
bar Mejora, después tocamos en La Escalona, en casa de Manolo Mena, en Charco
del Pino, casa de Mejías, en El Bailadero, en casa Miranda en Los Cristianos.
Todos los bailes recorrimos por aquí, a Vilaflor, al Valle, a Chindia a casa
Pedro Hernández, a Playa San Juan íbamos con frecuencia, allí nos recibían que
daba miedo.
Algunos de estos traslados
los tenían que hacer a pie, llevando los instrumentos en un burro, como a
Charco del Pino o a La Quinta, en Adeje, a cuyas fiestas alegraron, y
prolongaron en más de una ocasión. Lucio hurga en la memoria y apunta uno de
estos festejos celebrados en La Quinta, a los cuales en una ocasión fuimos
por tres días y estuvimos siete días, cuando terminábamos no nos dejaban ir
sino que reunían el dinero paque nos quedáramos otra noche.
Los Olivos, Arico, San
Isidro, son otros lugares a los que fueron a prestarle el aliento al baile, a
llevar el regocijo que les inundaba, porque cualquier excusa era buena para armar
una parranda, un baile, como ese día que venían de animar la inauguración de un
taller mecánico, y organizaron un baile en medio de la carretera, al norte de
Guaza, y según recuerda Augusto, cuando veníamos pacá que llegamos allí,
venía José Antonio en el camión que iba a trabajar, nos hizo bajar, empezamos a
tocar allí en medio de la carretera, se bajan aquellas muchachas, empiezan esa
gente en aquella carretera, pero chiquito rato.
Estas y otras muchas
anécdotas jalonaron algo más de una década de animación bajo el ritmo de este
grupo de amigos que formaron Brisas de Arona; desde su traslado en
burro a La Quinta a la perdida del bombo de la batería, al caerse de una
guagua, y su cambio por el estuche del acordeón. Desde sus gloriosas parrandas
de fin de año a los rigurosos ensayos en casa de Lucio o en la de Augusto. Todo
el Sur bailó a sus sones, tal como relató Lucio González, que no es como
ahora, nosotros tocábamos aquí, y como no dejamos ni parar siquiera, pues ahí
brincaban los viejos, los nuevos, todo el mundo se tiraba a bailar, porque
había pa todos.
BRITO, Marcos: Arona. Tradiciones festivas. Llanoazur ediciones
BRITO, Marcos: Arona. Tradiciones festivas. Llanoazur ediciones
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