viernes, 17 de junio de 2022

Miguel Donate González y su apego a la tierra

 

Miguel Donate González. Las Zocas, 2018 

 

 

Miguel Donate González y su apego a la tierra

 

Miguel Donate González nació en 1928 en la denominada Casa de don Benito, en Las Zocas, en San Miguel de Abona, donde sus padres, José Donate y Juana González, trabajaban de medianeros, para lo que contaba con terrenos donde sembrar papas, tomates o cereales, cuidar de una manada de cabras o hacer tejas. Y en este lugar pasó su infancia y adolescencia, ayudando al trabajo familiar, eso era desde chiquito, nos íbamos criando áhi y cuando más chicos díamos dos con las cabras, mi padre se quedaba áhi porque sembraba unos tomates, dispués mi padre cogía los tomates al tercer día. Sembrábamos los tomates, fíjese usted echando un jarrito de agua en el tronco, a lo mejor en el mes de agosto que no llovía y ansina dían pegando los tomates y dispués cuando llovía pues ya se mojaban, más arriba había una charca, y los cogía mi padre al tercer día, a lo mejor cogía dos cajas desas de las que había de antes de tomates y día a llevarlos a Granadilla, un salón que había en Granadilla, nos pagaban a dos perras, a rial, y eso asina vivía, y con las cabras y el camello parar, pa llevar tomates.

Su infancia transcurrió ligada a las tareas domésticas, a la agricultura y a la ganadería, ayudando y participando en cada una de las faenas necesarias para sobrevivir una familia numerosa como la suya que sumaba diez hermanos. Se mataba un cochino, pues siempre se araba, se pelaba la fruta, no digamos que siempre estuviera de sobra, no, pero era comida saludable, veces faltaba. Cochinos que alimentaban con el suero de las cabras y la fruta, higos, cuando había higos de indias se le echaban a los animales.

Entre sus quehaceres no podía faltar el cuidar la manada de cabras que su padre tenía en la Casa de don Benito, para lo que solían ir varios de los hermanos, y que después de su traslado a su vivienda de Los Paj
ales frecuentaban la Montaña Chimbesque. O el hacer tejas en el verano, en un horno que tenía su padre en Los Duques, situado en el Municipio de Granadilla de Abona. Y ahí iba Miguel a recoger el tamo de las eras para mezclarlo con la tierra, y a recoger leña y aulagas con las que quemarlas durante veinticuatro horas. Dispués venía gente, mire del Río, de Chimiche, de todos esos sitios vinían, unos con un burrito a llevar treinta tejas porque la casa se le mojaba, dispués vinían dos camellos y eso ansina la vendíamos bien, la vendíamos unas veces a dos perras, a veces a rial.  

O dedicarse a acarrear cal en camello desde El Camisón, para enjalbegar las casas antes de los festejos en honor de San Miguel Arcángel. Yo me acuerdo salir de aquí, pero yo soltero entodavía, de dir a buscar cal a Los Cristianos, cuando se llegaba el día San Miguel que la gente le gustaba albiar las casas si llegaba visita, en un camello. Salimos de aquí a lo mejor a las cuatro de la mañana.

Su padre no efectuaba el trasiego de llevar las cabras a la cumbre en los meses de verano ya que en San Miguel disponía de varias zonas donde pastar, Montaña Gorda, Montaña Chimbesque, Uchova o El Busio. Pero sí trasladaba las colmenas de las abejas a la cumbre, yo si subí a la cumbre bastantes veces, pero a llevar colmenas, salía yo de aquí, fijese usté, salía yo de aquí al escurecer con una burra, por áhi parriba, por áhi parriba. En verano las llevábamos parriba, del Teide pabajo que había una planada grande, allí había un señor de Vilaflor, por cada colmena, que es un corcho, había que pagar seis pesetas, y salíamos de aquí al escurecer, por áhi parriba por Las Mesas, pa aprovechar las flores de la retama, a lo mejor estaban dos meses o tres, áhi no recuerdo yo. A lo mejor llevábamos cuatro colmenas y un corcho vacío, por si criaban arriba el señor ese las ponía en el corcho.

 

Miguel Donate González. Horno de cal. Los Duques, 2006  

 

Por las curtidas manos de Miguel pasaron múltiples útiles de trabajo, en su infancia hizo de todo un poco, desde sembrar papas a recoger tomates, desde cuidar las cabras a llevar cargas en camello, desde hacer tejas a las diferentes labores en las eras, o desde pasar higos a atender colmenas. Después se fueron añadiendo a sus quehaceres, los de jornalero en los tomates, ganando cinco duros; los de vaquero, ganaba treinta pesetas, un duro más que los peones, pero yo me levantaba a las cuatro de la mañana, les echaba de comer a las vacas, a los toros, y después me acostaba allí hasta que los gañanes fueran; los cultivos de algodón o de plataneras; trabajos en la carretera de El Guincho; hasta los de albañil.

La vista la volvía atrás con añoranza del sosiego de antaño, de la nostalgia por haber perdido la contemplación del amplio y diáfano paisaje de su juventud. Veces llegábamos áhi a las cinco de la mañana sobre de la montaña, por este lao y miraba usté pabajo y pa ver una luz o dos tenía que ser los adejeros áhi a media mar, se ajuntaban cuando echaban el chinchorro ese que ellos decían, lo demás no veía usté una luz en toda esa orilla y hoy mira usté de San Miguel pabajo y se quea bobo. Yo le digo a esta gente nueva pero que cambio tan grande ha dao esto en pocos años, pero de antes ya digo, nada, nada, nada.   

Pero atrás también quedó el hambre por la que en muchas ocasiones transitó, como cuando a su memoria le llegaban momentos de su infancia, esos en los que le tocaba llevar la leche a los dueños de la Casa de don Benito, y le depositaban en la misma lechera un puñado de higos pasados, desde que salíamos de la puerta los destapábamos, los echábamos en el bolsillo y cuando veníamos a los treinta metros pabajo ya lo vamos comió, había hambre.

Y aquí nos dejó, tras su fallecimiento en mayo de 2022, su saber estar, sus conocimientos aprendidos de sus mayores y ampliados en su andar por esa vida de brega continua, repleta de sacrificios y austeridad. Miguel ha sido un claro modelo para apreciar la importancia de la tradición oral. Sus enseñanzas llegaban nutridas de los vaivenes de sus vivencias, aderezados con sus múltiples labores y el apego a su tierra, de la que obtuvo esa extensa experiencia, en la que asentó ese acopio de sabiduría, a la que se aferró aprehendiendo en los alrededores de una naturaleza hostil. Sus inagotables evocaciones brotaban con exquisita sencillez, hilvanaba narraciones de los apasionantes momentos transcurridos con la misma soltura que sus curtidas manos ejecutaron infinitas tareas.