miércoles, 8 de enero de 2020

José Díaz Hernández y la saga de Los Herreros



José Díaz Hernández. Valle de San Lorenzo, 2006


José Díaz Hernández y la saga de Los Herreros

Las veredas de la tradición nos lleva a frecuentar oficios que han perdido su manera de entenderlos, de ejecutarlos, como el de los herreros, de esta familia del Valle de San Lorenzo, en Arona, que a través de tres generaciones ejercieron este quehacer, y que además han llevado, y llevan este apodo, que incluso ha sido el motivo que la zona donde han vivido, en el Toscal Arriba, se denomine en la actualidad como el  Toscal de los Herreros.
Oficio que se aprendió de padre a hijo, como así lo inició uno de los hermanos que ha cerrado este oficio de la saga de Los Herreros. José Díaz Hernández [Valle de San Lorenzo, 1922 - 2018], recordaba buena parte del transitar de su abuelo y de su padre por estos menesteres. Y yo estorbándoles a trabajar, aprendí yo solo, hacía barras, hacía azaditas y yo finchaba allí, finchaba en la fragua los hierritos. Cuando yo empecé haciendo esa cosas, y mi padre fue a comer, no sé que edad tenía, si diez años, si once años, mi padre se fue a comer y dejó la fragua allí encendida, los martillitos desos de labrar cantos y entonces yo empecé aguzar el martillo, yo solo aguzando el martillo, hasta que llegó estaba aguzando el martillo, lo miró y después él lo templó. Después ya me explicó la cosa de la tiemple, como había que jacer pa templar, al otro domingo ya me quedé gusando, gusaba picochos, gusaba taladros, y después me fui pa la carretera, cuando acabó la guerra tenía diecisiete años, por áhi, la carretera de La Centinela, en Tierra Negra en San Eugenio, hay estuvimos aguzando las herramientas. Antes no había perforadoras, ni había nada sino marrón, taladros y picochas, en la misma carretera teníamos la fragua.
El primer herrero fue José Díaz León, José el Herrero, natural de Jama, Vilaflor, que llega al Valle del Ahijadero para casarse con Adelaida Hernández Alfonso y establecerse como herrero por lo menos desde 1890, según consta en el censo electoral de ese año, con esta profesión y con 33 años de edad. Años de dificultades para conseguir aprovisionarse de los materiales precisos para ejercer esta profesión, que los tenía que conseguir en Santa Cruz de Tenerife. Para lo que se trasladaba caminando a Vilaflor, allí pernoctaba y en la madrugada partía por la cumbre, adquiría lo preciso para su labor, lo depositaba en el muelle y regresaba otra vez a pie. En barco le traían la carga hasta el desembarcadero de Los Abrigos, a cuyo lugar la iba a buscar en bestias o camellos. Mi abuelo primeramente iba andando por aquí, se quedaba en Vilaflor, cas señor Antonio Cano y después seguía pa Santa Cruz y después las cosas le venían en braco a Los Abrigos y después en camellos traíban el hierro y el carbón parriba, hasta cuando vino la cosa de los camiones.
En el censo electoral de 1913 se inscriben como herreros a José Díaz León, de 56 años, y a su hijo José Díaz Hernández, de 25 años de edad. Al primero se le recoge en el padrón de habitantes de 1926, ya contando 69 años, casado con Adelaida Hernández Alfonso, de 73 años, y con el hijo Cristóbal Díaz Hernández, soltero y de 35 años que también ejercía el oficio de herrero. Asimismo con esta profesión se registra a su otro hijo, José Díaz Hernández, Pepe el Herrero o Pepe el Cojo, por poseer ese defecto físico, casado con Ángela Hernández Delgado.
Estos últimos son los padres de cuatro hijos, tres de los cuales han perpetuado el apodo: Ángel el Herrero, Juan el Herrero, José el Herrero o José Rubio, y Ángela Díaz Hernández. Y con ellos se ha perdido lo que motivó este sobrenombre, esa profesión de yunque y golpe, de calor y frío, de fuerza y destreza.
José Díaz Hernández, se le conoce, se le nombrará siempre, por Rubio o por el Rubio del Toscal, por ser de tez clara, y para diferenciarlo de otros con igual sobrenombre, tal como relataba, nací rubio, dicen, el Rubio del Toscal. Porque estaba el Rubio de la Vera, el Rubio de la Hoya y el Rubio del Toscal. Reseña a José García Domínguez, natural de La Vera, y a José Melo.

José Díaz Hernández. El Roque, c. 1970

José Rubio prosigue con sus recuerdos ilustrando la dura labor de este olvidado oficio, comenzó estorbándolos, estorbándolos, forjando lo que veía hacer, jugando a ser mayor, recreando lo que después fue su profesión y su pasión. Y recrea algunas de las labores que realizaron, como confeccionar las barras para el duro trabajo de las carreteras o de la cantería, compraban el hierro para formarlo y añadirles la punta de acero. O las rejas, forjadas según la fuerza del animal con que se iba a arar. Pequeñita para un burrito, para un caballo un poquito más grandita, después pa un camello un poquito más grande y después pa una yunta de vacas ya era una reja más grande, arreglado a la fuerza del animal.
La utilización de un tipo u otro de carbón también marcaba ciertas pautas de trabajo, era preferible el carbón mineral, pero si no se conseguía se usaba el vegetal y en algunos casos leña. El carbón vegetal no da calorías bastante, nosotros usamos hasta con estacones de esos de los tomates, estacones si no conseguíamos carbón. María Cecilia salía a juntar estacones dallí en San Eugenio, los sembraban de tomates y después quedaban estacones botados  y pedazos de estacones, para eso pa agusar la herramienta. Cuantas veces agusábamos con carbón de retama.

Por las manos de José Rubio, y la de su abuelo, padre y hermanos, han pasado una buena parte de las rejas de los arados, de herramientas para múltiples labores, de las herraduras de caballos o mulos, de las chapas para las vacas,  o un sinfín de modelos de clavos, que se han utilizado en esta parte del Sur en la que le reclamaban sus trabajos, sobre todo por los municipios de Granadilla, San Miguel, Vilaflor, Arona o Adeje. Asimismo crearon herramientas para las canteras de piedra chasnera o de cantos y cuando comenzaron a llegar los primeros camiones adaptaron su habilidad para elaborar las barandas de hierro. Y todo ello, golpe a golpe, dándole forma al hierro a base de fuego y destreza, de maestría y paciencia.

José Díaz Hernández. En su taller en el Toscal de los Herreros, 2013