jueves, 20 de mayo de 2021

Herminia Melo Rodríguez, rosetera




Herminia Melo Rodríguez, rosetera 

Herminia Melo Rodríguez residía en Los Cristianos, casada con el pescador Agustín Alayón Gómez. Habitaban una modesta vivienda atracada a la orilla de la mar, a la que en mareas altas casi llegaba a acariciar sus paredes. En el Censo de la Población de Arona, para el año de 1920, Agustín Alayón Gómez tenía 44 años de edad y Herminia Melo Rodríguez, 31 años; y sus hijos: Agustín, Manuel, Encarnación y Lorenzo, contando entre los 13 y 3 años. “Otra de las ocupaciones por donde se mueven manos femeninas eran las costureras, roseteras o caladoras. Empleo que en algunas ocasiones se recoge en el censo de población, pero que en la mayoría de las veces no consta por tratarse de un trabajo que se compaginaba con el de sus labores. Zaraza, batista, percal, popelín; telas con la confeccionar el traje, la bata o la camisa; telas que se compraban en Arona, y en muchas ocasiones se encargaban a San Miguel de Abona e incluso a Granadilla de Abona. Coger medidas, cortar, registrar, hilvanar, cocer a máquina y rehilar, y por medio si daba tiempo probar. La tradición oral nos completa y nos trae recuerdos de algunas de estas costureras. Petra Vargas y Pilar Trujillo, madre e hija. Natividad y Quiteria Domínguez León. María Alayón Gómez María Celestina, a quien contemplamos en una fotografía de los años sesenta, junto a una mujer sin identificar, Isabel Martín Melo, Antonia Socas Barrios y Araceli Martín Melo. Una habitación donde solo cabía lo imprescindible: un ropero, una mesa donde cortar y dos máquinas de coser. Y como ejemplos de roseteras: Dolores Alfonso Frías y Herminia Melo Rodríguez.” Herminia Melo Rodríguez confeccionaba rosas que solían enviar al Valle de San Lorenzo. Lo usual era que la persona que las comercializaba aportaba el hilo, les recogía las rosas y les abonaba por unidades, por docenas, a las roseteras; y después se encargaba de unirlas y confeccionar los paños. Desde el Municipio de Arona se llevaban en muchos casos a Vilaflor o a San Miguel, donde las recogía Constanza Gómez Rodríguez. En el Valle de San Lorenzo coexistieron, o se alternaron, los talleres de María Hernández Reyes “La Cabuquera”, situado en El Barranquillo, otros talleres de rosas, como el de María Hernández Rodríguez en La Calle, Carolina Reverón en Chindia o el de Ofelia González en Llano Mora, que además de confeccionarlas también adquirían de particulares. 

Documentación: BRITO, Marcos: Los Cristianos 1900-1970. Vida cotidiana y fiestas populares. Llanoazur ediciones