lunes, 14 de octubre de 2024

Angélica Dorta Pérez, Geca. Trabajos y más trabajos

 
Angélica Dorta Pérez. La Asomada, 2018

Angélica Dorta Pérez, Geca. Trabajos y más trabajos

Marcos Brito

 

Cuando se entabla una conversación con una persona que ha estado ligada a la tierra, que la conoce porque la ha habitado, que la ha hecho suya, en ese amplio sentido de atesorarla como su propia vida, pronto se da uno cuenta que sus conocimientos llegan envueltos en esa sabiduría que ha adquirido con pausa, con el sosiego preciso para que se haya quedado impregnada en cada uno de nuestros poros.

Angélica Dorta Pérez nació en 1938, en San Miguel de Abona, y desde esa fecha su vida se anudó al campo, a la agricultura y al cuidado de animales, entre los que destacaban las manadas de cabras. Labores que arrastra desde su cuna, en la ayuda que desde la infancia prestaba a sus progenitores, Jerónima Pérez González y Eladio Dorta.

Momentos repletos de incomodidades y con un continuo bregar en la lucha por subsistir, como relata Geca, trabajos, trabajos y más trabajos. Un cuarto, una cueva que arreglaron pa la cocina y un cuarto para dormir, que no había sino trabajos. En este pago de El Frontón, con un puñado de viviendas, antes no tenía sino un camino, no tenía tanta casa. Y ayudando en las labores, en busca de la diaria alimentación y en cuidar a sus hermanos pequeños, criando muchachos, diéndo a buscar papas de grelos a las huertas pa comer y pasando trabajos.

Y parriba y pabajo con las cabras, pal Guincho, pal Marrubial, pa La Silleta, pa Los Ancones, trabajos es lo que pasé, trabajos, trabajos, y escalza que no tenía las uñas, de tropezones en esas piedras. Una muchacha chica, que mi padre me levantaba pa guardar cincuenta cabras, me llevaba tullía, escalza, ni más rebeca, ni más nada, sino un saco desos de tres listas.

Un mes me mandaron a la escuela, de allarriba del Llano del Ingenio, y pa lo que fui bastante aprendí. Pasé muchos trabajos, hambre y necesidad, y ropa pa salir, un traje y una rebeca que me costó ochenta pesetas, me acuerdo. Y los zapatos primeros que me puse me costaron setenta pesetas. Ya media mujer, pero no podía porque no había dinero.

 

  Angélica Dorta Pérez. Anterior a 1955
 

Angélica Dorta Pérez anudó su vida a esa memoria colectiva que representa la tradición oral en nuestro venerado Sur. Sus recuerdos, sus imágenes, reúnen conocimientos ancestrales, mejorados, que fue acopiando en las prácticas agrícolas y ganaderas.

Sus relatos aportan una gran riqueza documental, sus andares en el tiempo y en el espacio se fueron impregnado de testimonios cercanos, tal como se reflejan al contar el tono de su vida, de los suyos y de los de su alrededor, que nos ayudan a conocer lo temprano que se iniciaba en la ayuda familiar, donde todas las manos eran pocas, y que nos marca los tiempos de la siembra, de la época de parir las cabras, que con el correr de los años se fue adelantando; o como había que tener precaución con los cuervos que atacaban al ganado recién nacido. Sus narraciones se pueblan de infinitas labores, desde cuidar el ganado a ordeñar o hacer el queso, desde coger leña, piñas, o retamas, a trasladarlas en camello, burro o a la cabeza. Desde sembrar o coger papas, a sembrar y arrancar trigo, cebada o lentejas, y su posterior trillado. O de topónimos que los cambios de nuestra geografía van sumiendo en el olvido. En suma, de abundantes y precisos matices que envuelven su amena conversación, siempre apoyados por la riqueza de los conocimientos que atesora. Y sobre todo, del amor que siente por este trozo de tierra en el que compartió su vida.

Conocimientos que adquiere en ese natural aprendizaje del día a día, de unas labores entre la agricultura y la ganadería que la llevó a recorrer buena parte de este maravilloso Sur. Con los suyos anduvo por diversos pagos de Arona, Granadilla de Abona, San Miguel de Abona y Vilaflor. Y desde que unió su vida, en 1955, con su esposo Antonio García García [Vilaflor, 1921 – 2010, San Miguel de Abona] sumaron los de Adeje, Arico o Guía de Isora, además de una estancia, corta y de mal recuerdo, en Santa Cruz de Tenerife. Y llegaron sus hijos, Norberto, Antonio, Carmen, Ángel y Candelaria. Y fueron vueltas, y más vueltas a los manchones, recalando en La Asomada, San Miguel de Abona, en cuyo lugar aún reside.

Y en sus relatos cobra importancia esa cumbre que tantas veces recorrieron, Antonio y Geca. Trashumancia pastoril, pero también lugar donde recoger la leña para el fogal y la retama para alimentar a los animales. Esa cumbre que conocieron como las palmas de sus curtidas manos, Marrubial, de Guajara y su Sol de los Muertos, Valle Ucanca, La Majada Vieja o el Morro de cho Norberto. Y tantos y tantos nombres a los que Geca, enlazó su vida y la vinculó a los ritmos de una naturaleza, a menudo esquiva y dura.

Sus duras vivencias transcurrieron por momentos de escasez y de aprovechamiento al máximo de los recursos, como el del agua, en los que su familia padeció su escasez y en ocasiones tuvieron que recurrir a la recogida del agua en los eres, como el del Barranco de la Orchilla, y al agua que discurría por las atarjeas de riego. O ese trato que se les daba en las medianerías, como las casas que se le cedían para vivir en ellas, un cuarto, allí cueros de higos pasados, allí porretas, allí higos de leche, allí el queso, allí comíamos, allí dormíamos, y tenía pegado otro cuarto, por no techarlo y ponerle un piso estaba uno como un cochino.

Y dormir sobre colchones de fajinas, de barrillas, o de gamonas, cuando estaban secas, mi madre se levantaba temprano, que estaban serenadas y jacía tres o cuatro jaces y ese era el colchón. Mi padre le ponía unos palos, unas tablas y después le ponía aquello encima, o jacía mi madre un colchón de sacos.

Los diálogos con Angélica Dorta Pérez [El Frontón, 1938 – 2022] son enseñanzas de la maestría de una vida, es una continúa muestra de sabiduría, de ingenio para apropiarse de viejas costumbres sobre las prácticas agrícolas, en esas labores tradicionales que aprendió en la infancia y que ejerció durante toda su vida. Las labores de Geca han sido infinitas, yo ha trabajado más, sembrar papas, como en los tamateros. En cada lugar además de la cabrería también se dedicaban a la agricultura, como durante su estancia en El Río, donde sembraba papas blancas en tierra negra. Mi madre iba pallá ayudarme, yo cogiendo papas y ella apañando. Yo me cargaba una bolsa de sesenta kilos, del suelo al hombro.

Geca, es de esas personas con las que se aprende a viajar en la vida, a contemplar y apreciar lo que nos rodea, con la sencillez de sus gestos y de sus palabras. Una mujer a la que escucharla contando, reviviendo esos momentos alargados en el tiempo, nos hace recuperar ese tono de sensibilidad que se adquiere al estar en continúo contacto con la naturaleza. Naturalidad, que transita entre sus palabras, entre sus reflexiones, con tanta modestia que hay que realizar un esfuerzo para interpretar la grandeza de sus aportaciones.

 

Antonio García y Angélica Dorta. La Asomada, 2006

 

 

domingo, 29 de octubre de 2023

Playa del Vino. Los Cristianos

 

            Playa del Vino. Los Cristianos

Marcos Brito

 

Los Cristianos fue el enlace con el mar de Vilaflor de Chasna, a través de un camino real que construyó el mercader catalán Pedro Soler, quien declaraba en un memorial, en 1531, los adelantos que desde hacía un año aproximadamente había ejecutado: “yo he poblado y pueblo un lugar en el término de Abona, e hecho edificar y edifico a mi costa un templo e iglesia que se nombra del Sr. San Pedro y puesto muchos parrales y hecho un molino de moler pan y sacado aguas con mucho trabajo... porque vienen de más de una legua por canales de madera y hago un camino para carretas desde la hacienda hasta la mar”. Tal como expresa Pedro Miguel Martínez Galindo en La Vid y el Vino en Tenerife en la primera mitad del siglo XVI [Publicado por el Instituto de Estudios Canarios. La Laguna, 1998]

Según describe Encarnación Alayón Melo [Los Cristianos, 1915 - 2014] a este lugar también se le conoció como Playa del Vino, tal como le contaba su abuelo Esteban Melo García [En el Censo de Población de Arona, para 1920, constaba inscrito en Tunes, con 76 años y de profesión jornalero]. Decía él, que el primer nombre era la Playa del Vino, porque por aquí se embarcaba, por que bajaban los vinos de los altos y embarcaban por aquí. La versión que yo tengo de mi abuelo, es que dice que esta playa, eso si me acuerdo bien, porque antes no había nada sino en lo que se entretenía uno. Nos hacían cuentos, pues claro una casa aislada allá, mis abuelos nos contaban de la vida y eso, me decían que Los Cristianos se llamaban anteriormente la Playa del Vino. Porque dice que antes se embarcaba, que el vino de Tenerife era muy famoso, y esta zona de aquí de La Escalona, y lo bajaban a esta playa, porque dice que era una playa tranquila y buena pa llegar el barco, y entonces lo sacaban por aquí. No debe sorprendernos esta denominación, ya que la vid se introdujo en la zona de Vilaflor a comienzos del siglo XVI. 

 

 

Pedro Mariano Ramírez y Atenza, escritor, periodista, editor, oficial de la secretaria del Gobierno Civil, recopiló datos para una Guía General y Estadística de las Islas Canarias, con datos recogidos en 1847/48, y que no fue publicada. En el apartado de Puertos. Caletas, playas, ensenadas, surgideros, se enumera el Puerto de Los Cristianos y la Playa del Vino. Sobre el Puerto de Los Cristianos se añade: Se embarcan las maderas que se extraen del Pinar de Vilaflor. Y sobre la Playa del Vino, cuyo pago más próximo es el Pueblo, que se halla a legua y media y que se comunica por medio de una vereda como los demás. Y que por este lugar no se efectúa ningún tráfico.

 


 

jueves, 14 de septiembre de 2023

“Unas copitas/ de vino bueno”. Germán Fumero Alayón, el viejo vate chasnero

 

 

“Unas copitas/ de vino bueno”. Germán Fumero Alayón, el viejo vate chasnero

Marcos Brito

 

Germán Fumero Alayón [Vilaflor 1846-1936], el viejo vate chasnero, ha sido una de las personas más ilustres que ha dado este Sur, y que en Vilaflor lo fue todo a través de su longevidad: alcalde; juez municipal; secretario de varios ayuntamientos; asimismo ejerció de cartero rural, de sochantre, de maestro; además de escritor y gran animador de la vida cultural de su pueblo. 

La participación de Germán Fumero en la vida social de Vilaflor es amplísima. Se le sitúa en los encuentros literarios que se organizaban, en homenajes propios y ajenos; en cuyas informaciones se le cita con gran respeto.

Lo enaltece el periodista Rafael Peña León, quien lo compara con el porte del pino. Allí, en Vilaflor, recio, como añoso pino,/ vive este poeta labrando las endechas./ Ha sacado a la vida máximas cosechas/ encarcelando su espíritu a lo divino.

Lo describe el poeta Emeterio Gutiérrez Albelo, quien impartía su magisterio en la escuela pública de Vilaflor: Con sus largas barbas de monje, sus ojillos vivaces, sus sarmentosas manos, que hacen aún caligráficos prodigios, su lucidez profunda, extraña en tan larga longevidad; sus amables maneras de gran señor, empapadas melancólicamente, a veces, en la recordación de pretéritos rosales: “-Ay, hijo. La vida es así…”

 


El poema Tardes de invierno, de Germán Fumero, fue publicado en la década de 1920, Cuando en las tardes/frías, de invierno,/ me siento helado/ todo mi cuerpo. (…)

También hay otras/ tardes de invierno,/ gratas, alegres,/ de encanto pleno,/ que mis amigos/ más predilectos,/ a mi consagran/ con caro afecto,/ en la morada/ de don Fulgensio,/ jugando al “dómino”;/ que de los juegos/ llamados lícitos/ este prefiero/ Allí charlaremos/ y allí beberemos/ unas copitas/ de vino bueno,/ rojo, tintillo,/ vulgo ´chasnero`,/ de este solar/ puro y selecto.

domingo, 27 de agosto de 2023

Cultivo de la viña y comercialización del vino. Adeje, 1654 a 1656

 

Cultivo de la viña y comercialización del vino. Adeje, 1654 a 1656

Marcos Brito

 

En el Directorio de la Casa Fuerte de mediados del siglo XVII [Directorio de la Casa Fuerte de Adeje por los años 1654 a 56. Recuerdo a el Sr. D. Agustín Millares. Marcial M. Velásquez 1892. Ayuntamiento de Adeje, 2003] se aportan algunos pormenores sobre el cultivo de la viña, y la comercialización del vino, existente en Adeje desde los inicios del siglo XVI.

Viña. Por el mes de Diciembre se ha de cavar, y si la sementera durase dicho mes se hará luego que se acabe sin hacer falta a la cava de la planta de cañas que esto se puede lograr con diez hombres que no sean suficientes para dicha cava de cañas; y al mismo tiempo irá el Mayordomo margullendo todo lo que se pudiere y se ha de podar a su tiempo con gran cuidado y tiento, y se ha de despampanar, y en lo dicho con cuidado y tiento porque no se descubra el esquilino al sol por haberse experimentado en este paraje ser dañoso para el vino, y se arrienda al mismo tiempo que se despampana media viña, porque toda no se puede porque no falte yerba para los camellos, y al siguiente año se arrienda la otra media, y así va alternando esta arrienda, y una vez que esta el esquilino vengado se empieza a levantar y solo se escarda por debajo de la cavesa lo que hiciere daño al esquilino y se va continuando con la mayor brevedad, para que antes que madure esté levantada, y después segunda mano y se lleva a hecho la yerba, y esta  escarda se entiende en la media viña que no se arrienda en aquel año, y para esto se le dan al Mayordomo seis hombres de los más viejos y que lo entiendan. La vendimia se hace de mediado de Agosto en adelante, pues es cuando el fruto está maduro, y no se aguarde que pase parte de la uva porque es dañoso en este paraje, y si sucediese venir alguna agua grande, se aplica más gente para que en menos días se fenezca porque en este paraje se pierde esperando a que se enjugue, porque se pone colorada y después se seca, y se procura pegar en el canto de abajo con media uva de la más sazonada y a la segunda mano se lleva todo ahecho. Advierto que el Mayordomo no consienta criar zarzas, piteras, tuneras, cañas ni otras ramas dentro de la viña, ni las que estuvieren junto a ella que se reconociere estar las raíces dentro, ni se planta ninguna higuera de la dicha viña, y en el mes de septiembre que está la gente más desembarazada, se le pueden dar al dicho Mayordomo cuatro hombres para que se eche alguna margullía en este mes que esta puede gozar algunas aguas y tener anticipado para cuando llegue enero como está dicho. Con el agua los Domingos se riega como se dice en el agua hasta vísperas, y se ha de tener todo cuidado la provechen y asista el viñatero con los regadores. En dicha viña no se consienta entre ganado ninguno, solo si estuvieren muy decaídos dos o tres potritos por quince días pueden entrar y reformados si precisaren otros ponerlos en su lugar. El mosto luego que se eche en las pipas a cada una se le ha de echar medio almud de yeso arcolinado y se resuelve veinte o treinta días, dándole vara dos veces al día, teniendo cuidado antes de echarlo que estén bien limpias y esto que lo ejecute el Mayordomo de la viña.

 

Vino. Este mando el que no se venda en la venta a más precio del que se vendiese en Garachico o el Puerto de La Orotava que se tendrá el cuidado de saber a como se vende en las ventas para arreglarse a dicho precio y lo que se da son tres reales de cada barril, y barril llenado barril pagado. El aguardiente, este se vende a un real y medio el cuartillo o lo que pareciere razón, respective al vino por frascos, y frasco llenado frasco pagado y al cabo del año se le ajusta y paga dicho aguardiente a siete por ciento. El vinagre se vende a un cuarto menos que el vino y si tiene agua, a la mitad de dicho vino y se paga la comisión como el aguardiente, y cuidado con las pipas que pareciere se van volviendo el que se vaya gastando en dicha venta y de no ser suficiente se hace en aguardiente. Adviertese que la merma del vino al cabo del año es diez por ciento teniendo salida en el discurso del año, y si no tuviere salida quince que es lo más y el aguardiente quince por ciento. Y advierto el cuidado de dejar algunas pasas para los esclavos enfermos. Asimismo advierto, que para la media arrienda ha de haber falta de gente por lo embarazoso del tiempo, y así puede el Mayordomo salir a buscarla de fuera y se les podrá dar medio real de plata y medio cuartillo de miel de jornal.

 

Viñatero su obligación. Todas las noches ha de venir a dar cuenta de lo que se ha hecho en aquel día, o hay que hacer, y se le advierte cumpla con su obligación, y si entre semana trae gente libre viene a dar cuenta de lo que se ha hecho y las fallas, menos en el tiempo que hay uvas, y que en este tiempo no consienta que ninguna persona llegue a su casa con el pretexto de visita ni otro alguno que sea de este lugar o fuera de él. Adviértese que no se consiente al viñatero hacer huerta dentro de la viña ni sus contornos, por quitar la ocasión de que se gaste agua, aunque diga él que no se gasta. Permítesele a este Mayordomo o Viñatero críe hasta dos reses como sean carneros o cabrias. Y se le encarga el cuidado de venir por treinta días a dar vara a las pipas dos veces al día.

 


 

jueves, 10 de agosto de 2023

Primeros parrales en Vilaflor de Chasna


 

 
Primeros parrales en Vilaflor de Chasna

Marcos Brito

 

Como explica Pedro Miguel Martínez Galindo en La Vid y el Vino en Tenerife en la primera mitad del siglo XVI [Publicado por el Instituto de Estudios Canarios. La Laguna, 1998]. las tierras de Abona y Adeje no fueron puestas en explotación en los primeros años de su colonización debido a la calidad de la tierra. La zona de Chasna pasa por varias manos antes de comprarlas en 1525 Juan Martín o Martínez de Padilla, quien inicia su explotación, además de adquirir otras propiedades en la comarca. Al casarse su hija, Juana de Padilla, con Pedro Soler, le permite a éste acceder a esta propiedad, y con ellas obtuvo, además, unas 78 reses vacunas y bueyes para sus yuntas. (…) Para ayudarle en la tarea de cultivar y desarrollar la propiedad, Martínez también le concedió a Soler 400 reses ovejunas, 150 puercos, 400 fanegas de trigo, 300 fanegas de cebada, 8 bestias asnales y 10 doblas de una deuda que le debían.

 

Continúa Martínez Galindo apuntando que Pedro Soler declaraba en un memorial, en mayo de 1531, que había poblado Chasna, donde de un año hacía esta parte poco más o menos yo he poblado y pueblo un lugar en el término de Abona… e hecho edificar y edifico a mi costa un templo e iglesia que se nombra del Sr. San Pedro, y puesto muchos parrales y hecho un molino de moler pan y sacado aguas con mucho trabajo… porque vienen de más de una lengua por canales de madera y hago un camino para carretas desde la hacienda hasta el mar y hecho otras haciendas así como desmontar tierras para pan y para azúcares y hecho otros beneficios en el término de Abona, siendo como he sido el primer poblador del dicho término de que estaba desierto y sin población ninguna ni haber haciendas ni coger ningún fruto ni esquilmo y de su causa el dicho término se ha ido poblando y hacer vecinos hasta veinte o veinticinco personas y han hecho sus casas de morada. Con la redacción de este memorial pretendía solicitar al Rey ciertas concesiones, como la construcción de unas salinas en la costa de Abona y Adeje, así como la autorización de aprovechamiento de otras aguas en la comarca Sur o la madera precisa para la ejecución de todas estas actividades: viviendas, iglesia, parrales, canales de agua, o un ingenio de azúcar. 

 

En 1535 Pedro Soler devuelve esta propiedad a su suegro, aunque años después la familia Soler se hará cargo otra vez de esta hacienda, y entre los mejoramientos que se citan se da cuenta de la entrega de 500 cabezas de ganado ovino, un caballo, 8 camellos más una esclava. Este autor cita que en 1546 la hacienda no había sufrido variaciones apreciables y que su economía fundamental era la ganadera. 


Prosigue Martínez Galindo apuntando que, a mediados de la década de 1530, la viticultura seguía siendo la principal actividad agraria en las tierras de regadío de la hacienda de Chasna. Al no lograr los permisos para la obtención de un mayor caudal de agua y de madera, su industria azucarera y el ingenio se ralentizaron, por lo que se incrementó la superficie dedicada a la vid.



viernes, 17 de junio de 2022

Miguel Donate González y su apego a la tierra

 

Miguel Donate González. Las Zocas, 2018 

 

 

Miguel Donate González y su apego a la tierra

 

Miguel Donate González nació en 1928 en la denominada Casa de don Benito, en Las Zocas, en San Miguel de Abona, donde sus padres, José Donate y Juana González, trabajaban de medianeros, para lo que contaba con terrenos donde sembrar papas, tomates o cereales, cuidar de una manada de cabras o hacer tejas. Y en este lugar pasó su infancia y adolescencia, ayudando al trabajo familiar, eso era desde chiquito, nos íbamos criando áhi y cuando más chicos díamos dos con las cabras, mi padre se quedaba áhi porque sembraba unos tomates, dispués mi padre cogía los tomates al tercer día. Sembrábamos los tomates, fíjese usted echando un jarrito de agua en el tronco, a lo mejor en el mes de agosto que no llovía y ansina dían pegando los tomates y dispués cuando llovía pues ya se mojaban, más arriba había una charca, y los cogía mi padre al tercer día, a lo mejor cogía dos cajas desas de las que había de antes de tomates y día a llevarlos a Granadilla, un salón que había en Granadilla, nos pagaban a dos perras, a rial, y eso asina vivía, y con las cabras y el camello parar, pa llevar tomates.

Su infancia transcurrió ligada a las tareas domésticas, a la agricultura y a la ganadería, ayudando y participando en cada una de las faenas necesarias para sobrevivir una familia numerosa como la suya que sumaba diez hermanos. Se mataba un cochino, pues siempre se araba, se pelaba la fruta, no digamos que siempre estuviera de sobra, no, pero era comida saludable, veces faltaba. Cochinos que alimentaban con el suero de las cabras y la fruta, higos, cuando había higos de indias se le echaban a los animales.

Entre sus quehaceres no podía faltar el cuidar la manada de cabras que su padre tenía en la Casa de don Benito, para lo que solían ir varios de los hermanos, y que después de su traslado a su vivienda de Los Paj
ales frecuentaban la Montaña Chimbesque. O el hacer tejas en el verano, en un horno que tenía su padre en Los Duques, situado en el Municipio de Granadilla de Abona. Y ahí iba Miguel a recoger el tamo de las eras para mezclarlo con la tierra, y a recoger leña y aulagas con las que quemarlas durante veinticuatro horas. Dispués venía gente, mire del Río, de Chimiche, de todos esos sitios vinían, unos con un burrito a llevar treinta tejas porque la casa se le mojaba, dispués vinían dos camellos y eso ansina la vendíamos bien, la vendíamos unas veces a dos perras, a veces a rial.  

O dedicarse a acarrear cal en camello desde El Camisón, para enjalbegar las casas antes de los festejos en honor de San Miguel Arcángel. Yo me acuerdo salir de aquí, pero yo soltero entodavía, de dir a buscar cal a Los Cristianos, cuando se llegaba el día San Miguel que la gente le gustaba albiar las casas si llegaba visita, en un camello. Salimos de aquí a lo mejor a las cuatro de la mañana.

Su padre no efectuaba el trasiego de llevar las cabras a la cumbre en los meses de verano ya que en San Miguel disponía de varias zonas donde pastar, Montaña Gorda, Montaña Chimbesque, Uchova o El Busio. Pero sí trasladaba las colmenas de las abejas a la cumbre, yo si subí a la cumbre bastantes veces, pero a llevar colmenas, salía yo de aquí, fijese usté, salía yo de aquí al escurecer con una burra, por áhi parriba, por áhi parriba. En verano las llevábamos parriba, del Teide pabajo que había una planada grande, allí había un señor de Vilaflor, por cada colmena, que es un corcho, había que pagar seis pesetas, y salíamos de aquí al escurecer, por áhi parriba por Las Mesas, pa aprovechar las flores de la retama, a lo mejor estaban dos meses o tres, áhi no recuerdo yo. A lo mejor llevábamos cuatro colmenas y un corcho vacío, por si criaban arriba el señor ese las ponía en el corcho.

 

Miguel Donate González. Horno de cal. Los Duques, 2006  

 

Por las curtidas manos de Miguel pasaron múltiples útiles de trabajo, en su infancia hizo de todo un poco, desde sembrar papas a recoger tomates, desde cuidar las cabras a llevar cargas en camello, desde hacer tejas a las diferentes labores en las eras, o desde pasar higos a atender colmenas. Después se fueron añadiendo a sus quehaceres, los de jornalero en los tomates, ganando cinco duros; los de vaquero, ganaba treinta pesetas, un duro más que los peones, pero yo me levantaba a las cuatro de la mañana, les echaba de comer a las vacas, a los toros, y después me acostaba allí hasta que los gañanes fueran; los cultivos de algodón o de plataneras; trabajos en la carretera de El Guincho; hasta los de albañil.

La vista la volvía atrás con añoranza del sosiego de antaño, de la nostalgia por haber perdido la contemplación del amplio y diáfano paisaje de su juventud. Veces llegábamos áhi a las cinco de la mañana sobre de la montaña, por este lao y miraba usté pabajo y pa ver una luz o dos tenía que ser los adejeros áhi a media mar, se ajuntaban cuando echaban el chinchorro ese que ellos decían, lo demás no veía usté una luz en toda esa orilla y hoy mira usté de San Miguel pabajo y se quea bobo. Yo le digo a esta gente nueva pero que cambio tan grande ha dao esto en pocos años, pero de antes ya digo, nada, nada, nada.   

Pero atrás también quedó el hambre por la que en muchas ocasiones transitó, como cuando a su memoria le llegaban momentos de su infancia, esos en los que le tocaba llevar la leche a los dueños de la Casa de don Benito, y le depositaban en la misma lechera un puñado de higos pasados, desde que salíamos de la puerta los destapábamos, los echábamos en el bolsillo y cuando veníamos a los treinta metros pabajo ya lo vamos comió, había hambre.

Y aquí nos dejó, tras su fallecimiento en mayo de 2022, su saber estar, sus conocimientos aprendidos de sus mayores y ampliados en su andar por esa vida de brega continua, repleta de sacrificios y austeridad. Miguel ha sido un claro modelo para apreciar la importancia de la tradición oral. Sus enseñanzas llegaban nutridas de los vaivenes de sus vivencias, aderezados con sus múltiples labores y el apego a su tierra, de la que obtuvo esa extensa experiencia, en la que asentó ese acopio de sabiduría, a la que se aferró aprehendiendo en los alrededores de una naturaleza hostil. Sus inagotables evocaciones brotaban con exquisita sencillez, hilvanaba narraciones de los apasionantes momentos transcurridos con la misma soltura que sus curtidas manos ejecutaron infinitas tareas.

martes, 22 de febrero de 2022

Cruz de Guanche, Valle de San Lorenzo. Década de 1950


Cruz de Guanche, Valle de San Lorenzo

En buena parte del siglo XX hubo un oficio que prevalecía en número por sobre todos los demás: jornalero; en muchos de los casos de la primera mitad del siglo era sinónimo del trabajo del tomate. El comienzo de este cultivo en el Sur de Tenerife se produjo a finales del siglo XIX, implantado por Fyffes en Hoya Grande, Adeje. En Arona se tiene constancia de su inicio en la cosecha 1902/03 cuando Antonio Alfonso Gorrín lo introduce en Cho. Para este periodo, y según nos recuerda el cabrero Salvador González Alayón, su madre trabajó a la edad de 19 años en otra plantación, en la propiedad de Serapio Feo, en Quemada, esto es en 1903. Al año siguiente sembró Segundo García, en Cho; y en 1905, Tomás Bello, en Guaza del medio, transportando el agua desde Los Cristianos, lugar este último donde también se llegó a sembrar en esta primera década.

El cultivo del tomate, de ciclo vegetativo corto, y con necesidades de agua menores que la platanera, precisaba unas condiciones económicas, sociales y adaptación al medio que se cumplen perfectamente en la franja costera del Municipio de Arona. Concentración de terrenos y de capital, suelos pobres y llanos, y un clima de máxima insolación.

Otra fotografía relacionada con tareas de este cultivo es la que se obtuvo, en la década de 1950, en la Cruz de Guanche, Valle de San Lorenzo. Nos muestra a una familia en un alto en las labores de amarrado. De derecha a izquierda: José Manuel, Elvira y Guillermo Delgado Bello, Ana Bello García y Dolores Delgado Bello.

PUBLICADA EN:

BRITO, Marcos: Valle de San Lorenzo. Imagen y memoria. 2005. Ed. en B/N, port. a 4T, formato 26x24 cm. 148 pág. 230 fotografías antiguas.

ISBN: 84-934172-4-6