San Borondón, en San Juan por la costa de Las Galletas
La leyenda de San Borondón surge cuando el fraile irlandés San Brandán de Cloufert (480-576) decide emprender un viaje en busca del paraíso, en él encuentra una isla movediza que en realidad era una ballena. La identificación de esta isla como una de las nuestras comienza a formarse a partir del siglo XV. Esta octava isla conforma un capítulo importante en nuestra historia, son numerosos los autores que le hacen referencia: Espinosa, Abreu Galindo, Nuñez de la Peña, Viera y Clavijo, Chil y Naranjo, Agustín Millares, y un largo etc. Leyenda que esta anclada en el alma del canario, además de los historiadores citados sería interminable enumerar los literatos, pintores,..., que en algún momento de su creación han tomado esta isla como referencia.
En nuestra tradición San Borondón se entremezcla con el día de San Juan, con el solsticio de verano y si nos aferramos a este tiempo sur su avistamiento ha sido frecuente desde la costa de Las Galletas. Algunos de nuestros mayores, como es Salvador González Alayón, recuerdan las versiones de sus padres y abuelos sobre esta isla. Ya Juan Bethencourt Alfonso en “Costumbres populares Canarias de nacimiento, matrimonio y muerte” recoge este avistamiento desde Las Galletas en el día de San Juan, cuando hay una mejor visión. También lo recoge por la Punta de Abona, pero en este caso la pueden ver los que van en barco. En El Fraile, donde existe una calle con el nombre de San Borondón hemos recogido un testimonio directo. Alberto Barrera Barrera estaba trabajando, hace unos veinte años, en los tomates de la finca de Entrecanales, cuando en la mañana de San Juan contempló, junto con Antonio González Serafín, la isla encantada. Eran alrededor de las diez de la mañana cuando miraron hacia el mar y pudieron ver una roca negra, del tamaño del Roque de Garachico, la contemplaron un rato y después se cubrió de agua y desapareció. También Rosario Domínguez apuntaba que por San Juan, y también en algunos días del invierno, se puede ver de Punta Salema hacia fuera, una bruma espesa, oscura, grande, como si tuviera una isla debajo, se puede ver a la salida del sol, después se va diluyendo.
El día de San Juan miremos al mar, contemplemos como baila el sol en el horizonte, se mueve como las agujas del reloj, y busquemos la isla deseada, nuestro deseo de isla.
Sobre San Borondón es el poema de Gabriel Rancel González: Filosofar campesino. Desde Punta de la Rasca. Llanoazur ediciones, 2007.
San Borondón
Cuando yo vine de Cuba
por San Borondón pasé
y al son de mi guitarra
un joropo le canté.
Yo miro al atardecer
entre La Palma y El Hierro
y te veo isla mía
como un trocito de cielo.
Isla de San Borondón
yo no te puedo olvidar,
estás metida en mis sueños
en mis sueños siempre estás.
La isla de San Borondón,
para poder contemplarla
hay que ser buen soñador
y saber imaginarla.
Mi padre me lo decía
que se veía bonita,
allá por el horizonte
mirando la tardecita.
Mi San Borondón bonito,
mi San Borondón precioso
quien pudiera disfrutar
de tus rincones hermosos.
Pongo mi imaginación
a volar sobre su cima,
y veo profundos valles
rodeados por colinas.
Isla de San Borondón
isla desaparecida,
dime cual es la razón
para que estés escondida.
Sueño con tus palmerales
con tus playas y tus fuentes
y también tengo en mi mente
el arrullo de tus mares.
Adiós mi San Borondón,
adiós mi isla querida
que los sueños, sueños son
y soñar contigo es vida.
RÁNCEL GONZÁLEZ, Gabriel: Filosofar campesino. Desde Punta de la Rasca. 2007. Ed. en B/N, port. a 4T, formato 21,5x15,5cm. 150 pág.
ISBN: 978-84-935650-0-8
Poeta serio, contundente y convincente que escribe desde lo más profundo de su ser y canta la degradación ambiental, el consumismo, la inmigración, la falta de tiempo de los padres para relacionarse con sus hijos/as, la situación de la mujer, el desarrollo de la Democracia, la pérdida de nuestra identidad, de nuestro léxico… Esboza en su poesía una estructura social y política que considera injusta, no por casualidad, sino como resultado del sistema económico dominante. Conoció los malos tiempos, la aridez y laboriosidad del agricultor. Quería una transformación y la busca a través de la poesía, poesía sin rebeldía. Esto le hace ser un gran maestro, el formador de formadores, tan preciado en los tiempos que nos ha tocado vivir.
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