Niños jugando al boliche en Buzanada |
Las actividades navideñas, en la actualidad, tienen
su sombra alargada, las celebraciones se estiran hasta alcanzar casi un mes,
iniciándose a mediados de diciembre y finalizando con la Cabalgata de Reyes, el
5 de enero. Por entre medias se ofician cultos religiosos, se apiñan jolgorios
familiares, juergas entre amigos, cantos y parrandas por las calles, pero sobre
todo son días esperados con ansiedad por la chiquillería.
Pero hasta no hace muchas fechas la navidad apenas
existía en las casas del Sur, la cena de Nochebuena se consumía antes de la
asistencia a la Misa del Gallo, se preparaba según los recursos de cada cual.
Eran días de amasar pan, de disponer de una buena sopa y si acaso se permitían
servir a la mesa alguna carne, como la de conejo o cochino que se engordaban y
se mataban en la misma casa. Y poco más, las celebraciones de la llegada del
año nuevo y los contados juguetes que amanecían el cinco de enero.
Los Reyes Magos no solían venir al Sur pobre y
olvidado y cuando llegaban lo hacían con las alforjas casi vacías, como así lo
vivió la vecina de Las Galletas, Rosario Domínguez Rodríguez. En ese
entonces no había regalitos como hay ahora. Mi madre decía que al cumplir un
año se le regalaba a la niña una cosita, para que tuviera un regalo todos los
años, pero de reyes no, ya éramos como de ocho o diez años, ¿sabes el regalo
que era?, unas almendritas que nos traían de San Miguel, y unas naranjas.
Encarnación Alayón Melo, rememora su infancia entre
Arona y Los Cristianos. Los reyes eran pobres, que se conformaban según a su
alcance, los más pobres pues le compraban unos dulces, unos maníces, unas
naranjas, y se conformaban con aquello. Después empezaron a venir algunos
juguetitos, y le ponían alguna muñeca a las niñas, y de los niños pocos
juguetes habían, las niñas empezaron antes con las muñecas, que primero las
hacían de trapo. Muñecas que se
heredaba, como Encarnación que disfrutó de las Eulalia Melo Alayón, a quien se
las había hecho su madre María Gómez Alayón, María Celestina. Y ponerles a gente mayor reyes, eso no se usaba,
a gente mayor no se le ponía reyes sino a los niños.
Barco de penca. Charco en Los Cristianos |
O como también hurga en su memoria la vecina de
Taucho, Antonia Alayón Hernández, nosotros no sabíamos lo que eran reyes. Quien con esos ojos vivarachos que le brillan con
la alegría del recuerdo, sus juegos se lo tenía que pedir prestado a la
naturaleza, juguetes hechos de pencas o de gamona, que representaban los
trabajos de los mayores; o muñequitas de trapo, que con tanta dedicación y
cariño le confeccionaba su madre.
Juguetes tradicionales extraídos del entorno,
rescatados del olvido, trasmitidos de generación en generación, mejorados y
preservados en la memoria de nuestros viejos. Juguetes y juegos elaborados con
la imaginación a través de las disponibilidades proporcionadas por la
naturaleza. Todo era útil, reciclable: gamonas para molinos, piedras para
muñecas, vergas para carros, latas de conservas para barcos, badana para las
pelotas, caña para múltiples complementos, carozos de millo para muñecas, aros
de barricas para correr dándole golpes con un trozo de madera, trozos de balos
para moldear trompos, el barro para los boliches; y un largo etcétera, donde
posiblemente se llevará la palma los elaborados con la penca, con la pala de la
Opuntia ficus-indica.
Niños con aros en Los Cristianos |
Sobre todo con la marcada referencia de imitación a
las labores que veían realizar en su medio, el campesino. A la penca se le
extraía todo tipo de animales: cabra, camello, burro, etc.; o de útiles de la
casa, como la cama, mesas o sillas; y otros tantos juegos como carros, barcos,
resbaladeras o molinos. Como ese camello que confeccionaba Juan Méndez, de San
Miguel de Abona, buscábamos la penca que fuera de un color amarillosita para
que fuera bonito el camello y lo hacíamos cada uno, a ver el más bonito que lo
sacaba y luego lo cargábamos con cantos. O las cabras que extraía de la penca Pablo Rodríguez, de Ifonche, en
Adeje. Uno hacía una cabra otro un macho, había quien hacía manadas de
ellas, al macho les hacía los cuernos grandes y jugábamos a esmocharlos. Citas las de este párrafo que hemos tomado
prestadas de un animador sociocultural que lleva buena parte de su vida dando
la vara en pos del rescate del juego y del juguete tradicional, Julio
Concepción Pérez, entresacadas de su publicación: Romelarzo. Juguetes
Tradicionales de pencas.
Juegos y juguetes que llegaban con las talegas
repletas de fantasía e ilusión. Para los que se aprovechaba lo que la
naturaleza disponía más lo que se pudiera reciclar, tal como nos apunta una
vecina de Buzanada, Encarnación García Toledo. Una muñeca de una penca, si
se rompía un plato que ello tampoco ni había, aquel era el adorno sobre de otra
piedra. Un catre se hacía de penca y después empezaron los muchachos hacer de
vergillas, las ruedas, mi Juan hacía las ruedas de un coche y de camiones con
vergillas. Pero no había un fisco rejo que ponerle, hacerles la cera blanca y
con una aguja le hacía uno los ojos, la boca y eso. Ah, más penas.
Juegos y juguetes tradicionales el pos del rescate de
la memoria de nuestros viejos, de nuestra cultura popular, que no debemos dejar
que se pierda en el olvido. Que debemos preservar tal como nos los cuentan
estos viejos, tal como lo ejecutan aún hoy con sus temblorosas, pero aún
hábiles, manos. Como tan bien lo expresa, Gabriel Rancel González, enraizado en
esta tierra sureña, quien con sus versos riega y hace brotar la ilusión: Niños
de todos los tiempos/ vamos a ir al pasado/ para volver al presente/ con los
juguetes de antaño.
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