viernes, 6 de septiembre de 2019

El continuo corriquiar de Julia Carballo Mena


Julia Carballo Mena. Túnez, 2009

El continuo corriquiar de Julia Carballo Mena


Desde su cuna, allá en 1921 en el barrio aronero de El Calvario, la vida de Julia Carballo Mena transcurrió en un continuo quehacer. Sus padres, Santiago Carballo Melo y Carmen Mena Melo, dedicaron sus labores a la agricultura, o en alguna ocasión al cuidado de una manada de cabras, cuando a mediados de la década de 1930 trabajó de medianero y de cabrero en Chayofa. En el Censo de Población de Arona, a 31 de diciembre de 1920, sus padres constan inscritos en El Calvario. Santiago Carballo Melo, con 32 años de edad y de profesión jornalero. Carmen Mena Melo, de 32 años y sus labores; y sus hijos: Efigenia, Santiago, José María, y Agustín Carballo Mena; que cuentan entre los 14 y los 3 años. Además de otros tres hijos, Nicolás, que falleció en la infancia; Mª del Carmen y Julia, que nació en 1921.                 
Como expresa Julia su vida ha sido un caminar constante, sus padres estuvieron en Vento de medianeros y vivíamos allí, uno ha corriquiado bastante. El Calvario, Vento, Chayofa, trabajando en cultivos en Las Madrigueras. La infancia nuestra, coger hierba pa los burros y las cabras, cuando empecé a caminar, iba mi madre y tenía que ir con ella.
A la escuela fui tan poco que no fui nada, con diez años me llevaron a trabajar, pues a trabajar. Se inició en el cultivo del tomate y de la platanera, para lo que se tenía que trasladar, caminando desde Vento a Las Madrigueras. Íbamos de madrugada, a las tres de la mañana salíamos de Vento, a Las Madrigueras. El bastón de mi madre era yo, pa ganar dos pesetas, a mi no me pagaban menos porque hacía el trabajo de una mujer, porque siempre he sido amiga de trabajar y cargaba como una burra, me cargaba una caja como una mujer y nunca don Antonio me bajó el sueldo, igual que las mujeres.
Después permanecía en Las Madrigueras, donde el propietario les cedió un cuarto, al lado de la casa dél, al lado del Barrial, una charquita que había por allá de la casa de don Antonio. Y después nos dio un cuarto por debajo de la casa, en aquellos cuartos estuvimos viviendo también y después nos dio en El Camisón y áhi fue cuando me conquistó Tomás.
Tomás Valentín Hernández residía en Los Cristianos, donde pescaba y trabajaba en los hornos de cal de El Camisón, con un hermano Rafael Marote. Y como expresaba Julia, aunque su marido pescaba ella no vendía el pescado. Pescado no vendí, es lo único que no ha hecho, casada y todo iba a trabajar con don Antonio, estuve veinte años con don Antonio, trabajando.


Julia Carballo Mena y Tomás Valentín Hernández

En el Padrón Municipal de Arona, a 31 de diciembre de 1940, ya se encontraban casados y residiendo en Los Cristianos, constando Tomás Valentín como calero. Y en el Padrón Municipal de Arona de 1960 se encontraban inscritos en Túnez. Tomás Valentín Hernández, de 66 años y agricultor. Julia Carballo Mena, de 41 años y sus labores. Y sus hijos, Tomás, Luisa y Sergia Valentín Carballo. Cuando se trasladan a Túnez, a El Cuartón, se dedicaron a la agricultura, sembrábamos tomates y papas, y áhi íbamos escapando. E incluso Julia estuvo varios años trasladándose a trabajar en los cultivos de tomates, a La Caldera, en Adeje.
Julia se casó en la adolescencia, con 16 años, con Tomás, pero por mal ditado lo llamaban Tomás el Rajao, nieto de María la Rajaa e hijo de Juana la Rajaa. Julia reseñó la cruda vida que le tocó sortear, pero siempre vuelca el recuerdo con humor, como cuando explicada algunos de los nombretes que le eran cercanos. Como este de su marido que se inicia con María Hernández Estévez, María la Rajaa, que lo adquiere al romperse el labio en un accidente, que ella fue a coger orchilla al barranco y se rompió el labio y como antes no se cosía ni nada pues así quedó, la llamaban María la Rajaa y después nacieron los hijos, Rajaos, y después los nietos Rajaos también.
Asimismo la familia de Julia arrastra un apodo de su abuelo Román Carballo Díaz, Román el Moro, casado con María Melo Fumero, y que lo hereda su padre Santiago el Moro y las siguientes generaciones. Lo pusieron Santiago el Moro porque mi abuelo fue a servir a la tierra del moro y cuando vino, pues Román el Moro, Román el Moro, y Román el Moro se quedó, después se casó y nació mi padre y mi padre Moro, mi padre solo, el primero es el que heredó, ellos eran cuatro, mi padre cinco, el mayor fue mi padre. A mi no me han llamado Julia la Mora, a mi hermana sí, paz descanse, le decían Efigenia la Mora, es que de nosotros ninguno, la primera que nació es la que cogió el apodo.

Román el Moro y Santiago el Moro encontraban su sustento en la tierra, en la agricultura, trabajando de medianeros en diversos lugares de Arona. Julia Carballo narra que sus abuelos vivieron en Los Asientos dedicados a la agricultura y pasar fruta pa comer.
Y han pasado algunos años de estas conversaciones en las que Julia rememoraba diversos avatares de su afanada vida, hablaba de chícharos y de zafras, de caminos y caminantes, de bucios, de rebuscar, de animales y de agricultura, o de cal y de la pesca, y hasta de su austera boda. Antes no era boda sino casarse y cada uno pa su casa. Un refresco nada más en la casa y ya está, a vez que había guerra, tenía dos hermanos en la guerra. José María y Agustín.
Y por entre medias, esbozaba una amplia sonrisa cuando recordaba a esa familia que la arropaba, sus tres hijos, y hace una década, sus 12 nietos y 12 bisnietos, y uno de estos últimos, Gabriela, correteaba por los alrededores, prestaba sus oídos a lo que contaba su bisabuela.
Y nos dejó su memoria, tras su fallecimiento en abril de 2019, de trabajos y de juegos, muñecas las hacíamos de trapo, me acuerdo de hacerlas, muñequitas chicas de trapo, algún rejo. Me ha gustado coser y siempre ha cosido, sin enseñarme, yo solo, hacía camisas, hacía pantalones, remendaba.
Y rememoraba su ilustrada experiencia, en múltiples asuntos, en infinitas labores, como al reseñar esa cruda vida con escasez de lo imprescindible, una pelota de gofio de millo y descalcita por los morros pabajo, caminando, plagada de penalidades, penas, mi padre araba mucho, segaba, pelaban higos, pasaban brevas, con lo que se vivía.
Bagaje de una extensa existencia, corriquiando siempre, tal como denotaban sus expresivos ojos, sus manos o su rostro curtido en ese continuo bregar, hemos batallado bastante pa poder vivir, son años, a mi me parece que no han pasado tantos años, pero son años, se pone uno a contarlos, dice: son años.


No hay comentarios:

Publicar un comentario