Herminia Melo Rodríguez, rosetera
Herminia Melo Rodríguez residía en Los
Cristianos, casada con el pescador Agustín Alayón Gómez. Habitaban una modesta
vivienda atracada a la orilla de la mar, a la que en mareas altas casi llegaba a
acariciar sus paredes. En el Censo de la Población de Arona, para el año de
1920, Agustín Alayón Gómez tenía 44 años de edad y Herminia Melo Rodríguez, 31
años; y sus hijos: Agustín, Manuel, Encarnación y Lorenzo, contando entre los 13
y 3 años. “Otra de las ocupaciones por donde se mueven manos femeninas eran las
costureras, roseteras o caladoras. Empleo que en algunas ocasiones se recoge en
el censo de población, pero que en la mayoría de las veces no consta por
tratarse de un trabajo que se compaginaba con el de sus labores. Zaraza,
batista, percal, popelín; telas con la confeccionar el traje, la bata o la
camisa; telas que se compraban en Arona, y en muchas ocasiones se encargaban a
San Miguel de Abona e incluso a Granadilla de Abona. Coger medidas, cortar,
registrar, hilvanar, cocer a máquina y rehilar, y por medio si daba tiempo
probar. La tradición oral nos completa y nos trae recuerdos de algunas de estas
costureras. Petra Vargas y Pilar Trujillo, madre e hija. Natividad y Quiteria
Domínguez León. María Alayón Gómez María Celestina, a quien contemplamos en una
fotografía de los años sesenta, junto a una mujer sin identificar, Isabel Martín
Melo, Antonia Socas Barrios y Araceli Martín Melo. Una habitación donde solo
cabía lo imprescindible: un ropero, una mesa donde cortar y dos máquinas de
coser. Y como ejemplos de roseteras: Dolores Alfonso Frías y Herminia Melo
Rodríguez.” Herminia Melo Rodríguez confeccionaba rosas que solían enviar al
Valle de San Lorenzo. Lo usual era que la persona que las comercializaba
aportaba el hilo, les recogía las rosas y les abonaba por unidades, por docenas,
a las roseteras; y después se encargaba de unirlas y confeccionar los paños.
Desde el Municipio de Arona se llevaban en muchos casos a Vilaflor o a San
Miguel, donde las recogía Constanza Gómez Rodríguez. En el Valle de San Lorenzo
coexistieron, o se alternaron, los talleres de María Hernández Reyes “La
Cabuquera”, situado en El Barranquillo, otros talleres de rosas, como el de
María Hernández Rodríguez en La Calle, Carolina Reverón en Chindia o el de
Ofelia González en Llano Mora, que además de confeccionarlas también adquirían
de particulares.
Documentación: BRITO, Marcos: Los Cristianos 1900-1970. Vida
cotidiana y fiestas populares. Llanoazur ediciones
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