Antonio Álvarez, Jorge Cano, Eduardo Cano y Pedro Aponte. Apilando leña de retama. 2007 |
El aprovechamiento de la cumbre sustentó a buena
parte de la población del Municipio de Vilaflor de Chasna. Un pueblo que
subsistía, como otros tantos de este Sur, entre la agricultura y la ganadería,
y que en años de sequía y malas cosechas había que recurrir, aún más, a la
recogida de leñas, retamas verdes para alimentar el ganado, al pastoreo o al
carboneo. Carbón de pino o de retama, de escobón o de codeso en ocasiones,
obtenidos en la mayoría de la veces, en la clandestinidad de la noche, sobre
todo el de retama, que tantas y tantas penurias fue mitigando en épocas de
privaciones.
El carbón de pino solía obtenerse de una manera más o
menos regulada, tanto en las propiedades privadas como en los montes
municipales. Era más controlada, los propietarios de los montes solicitaban el
permiso para su aprovechamiento, y sus medianeros o personal contratado para
ello realizaban la labor. O cualquier persona que pujara en la explotación de
las podas y entresacas del monte municipal. Sobre estos quehaceres, como lo
elaboraba su padre Juan Trujillo Trujillo, versa el relato de José Trujillo
González. En Vilaflor si hizo mi padre una foguera muy grande, pero de pino,
rolos de pino, lo entongaba y eso estaba ardiendo allí ocho o diez días. Se
tapaba con pinocho y tierra, y a esa foguera le hacían una pared alrededor pa
poder aguantar el pinocho, porque era muy alta. Había fogueras que dieron hasta
60 sacos de carbón, de tres listas que decíamos, que llevaban, a proponer, de
millo llevaba cien kilos, de carbón podía llevar cincuenta o sesenta kilos.
Tumbando pinos y haciendo rolos, eso se llevaba mucho tiempo a base de hacha.
Álvaro Fumero, Adalberto González, Pedro Aponte, Eduardo Cano y Antonio Álvarez. 2009 |
El obtenido de las retamas de la cumbre fue el que
más conflictos acarreó, por su clandestinidad. En estas labores participaron
numerosos vecinos, en muchos casos desde la infancia, tal como se puede
comprobar en una denuncia de la Guardia Civil, fechada en diciembre de 1934, en
la que se multó a José Hernández Luis, de 18 años; Adolfo Quijada Cano, de 12;
Evelio Quijada Cano, de 10 años y Vidal Dorta, de 17; a los que se les ocupó 7
sacos de carbón.
Los vecinos chasneros se trasladaban por el día a los
filos de la Cumbre y a Las Cañadas. Se recogía la leña de retama,
aprovechándose la matas rotas o secas, para con la noche prenderles fuego y
tenerla lista en la mañana siguiente, de tal modo que no fueran visto por los
guardas forestales. Tal como lo recuerda Miguel Moreno Beltrán: Íbamos de
madrugada, llegábamos allarriba el día rompiendo, estábamos todo el día
juntando leña y empillando la foguera y ya a las cinco o las seis de la tarde
dábamos fuego y a las cinco o a las seis de la mañana ya estábamos apagando y
sacando y llenándolo.
El proceso a seguir para transformar cualquier tipo
de madera en carbón es, en general, similar. La manera tradicional es comenzar
limpiando el terrero, situando un palo grueso en el centro que ayude a mantener
en vertical al resto, que se van apilando. Se empillan los pequeños troncos de
leña para que se efectúe una mejor combustión y el pinillo o cisco con el que
se cubre, y la tierra, se mantengan. A este apilamiento se le dejan múltiples
puertas, cuatro, cinco o más dependiendo de su tamaño, el resto se cubre de
pinillo o cisco de retama y sobre éste de tierra.
Una foguera de retama podía llegar al metro o metro y
medio de alto y de unos dos de diámetro; todo ello dependía de la cantidad de
leña que se recolectara y del tiempo para quemarla. La foguera que se
confeccionaba con leña de pino solía tener un tamaño mayor, en muchas ocasiones
por la comodidad de su desarrollo se prefería realizar varias de menor tamaño
que no una de grandes dimensiones, podrían rondar los tres metros de alto y
tres o cuatro de diámetro.
Llega el fuego a la puerta. Foguera de 2008 |
Se
dejaba un pequeño hueco en la cima del montículo, por el que se prende fuego a
esta foguera con la ayuda de unas piñas y pinillo, o cisco seco, y cuando ya se
aprecia que el fuego ha encendido, se tapa con esos ramajes y se cubre de
tierra. Las fogueras de retama o de pino se suelen comenzar a arder en Vilaflor
por la cima, pero también se podría comenzar a quemar por la base.
El fuego va poco a poco descendiendo hasta las
puertas que han quedado abiertas con la ayuda de alguna piedra de tosca o de
cantos si se dispone a mano. Cuando va llegando a esas puertas significa que se
está quemando esa zona. La misma combustión hace que cuando el fuego llegue a
la puerta caiga la tierra y ahogue el proceso, retirándose las piedras y
cubriendo esas zonas con más tierra.
Y los demás agujeros, respiraderos que aún queden, se
van tapando cuando el humo va aclarándose, cuando pase del gris inicial, más o
menos claro, a ese otro tono con ribetes de azul. En esos momentos se cubre,
pero no se abandona la foguera, hay que estar vigilando día y noche para que no
se produzca ningún salidero por el que entraría aire y daría lugar a la quema
de la leña y no a su lenta combustión que es la que produce el carbón. Para
después venderlo en los pueblos cercanos como San Miguel o Granadilla, los
destinos más frecuentes. Y para obtener, como apunta Santiago Quijada Oliva,
una escasa recompensa: De nada que sea que dos días pa traer tres sacas y
otro día pa venderlo, siete pesetas, siete pesetas y media los tres sacos. Caminos de un continuo trasiego, de ida y vuelta,
para el que se contaba con la ayuda de mulos, burros o camellos, como anota
José Trujillo: Todas las casas de Vilaflor tenían bestias, yo me acuerdo ver
dos bestias en cada casa, donde eran dos o tres hijos, esos tenían dos bestias
y todos los días Las Cañadas y todos los días a hacer carbón, bajar leña y
piñas.
Apagando la foguera. 2009
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A Agustín Fumero Martín, Agustín el Murga, se le puede considerar como el último rematador del
monte, en la década de 1990, que comercializaba el carbón en hoteles y
restaurantes de la zonas turísticas del Sur. Y con él trabajaron los
carboneros, entre otros, Domingo González Fumero, Agustín Dorta Fumero, Álvaro
Fumero Fumero o Pedro Aponte Martín.
Madera, piña, cisco, pinillo, tierra, y manos
chasneras. Foguera. Sudor y frío, fatiga y hambre en la cumbre. Carbón de pino,
de escobón o de retama. Madera y sudor en pos de sacar unos puñados de carbón,
con los que poder completar la exigua economía familiar de un pueblo, de sus
vecinos que se aferraban a cualquier quehacer para ir subsistiendo, como lo
expresa Domingo González Fumero, Domingo el de Santa: trabajos, pero a montones, mal comidos y de
todo, aquí a poco que se acabó la guerra, aquí hubo quien se quedara sin cenar
muchas veces.
Documentación: BRITO, Marcos:
Foguera. Elaboración de carbón vegetal en Vilaflor. Llanoazur
ediciones
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