lunes, 21 de octubre de 2013

Última invasión de la langosta en el Sur de Tenerife


  Roque de Jama. Arona-San Miguel de Abona. 1958

La llegada de langostas al archipiélago, desde el continente africano, está documentada a partir de la colonización de las islas. En el Sur de la Isla, y para el siglo XX, se podrán destacar las que ocurrieron en 1901, 1932, 1954 y la de 1958.
Esta última gran invasión producida entre mediados de octubre y mediados de noviembre de 1958, se combatió principalmente con espolvoreo a mano de veneno, con hogueras, produciendo ruidos con todo tipo de latas, amontonarlas y quemarlas con gasolina o a pescarlas con pandorgas y enterrarlas en las playas. La plaga se inició el 15 de octubre y no fue hasta el 23 cuando comenzaron a actuar dos avionetas desplazadas desde la península, con salida de Los Rodeos y desde una pista improvisada en El Socorro, en la costa de Güímar.
Sobre todo su impacto se sintió en el Sur de la isla, desde Santiago del Teide al Valle de Güímar, afectando asimismo a parte del norte de la isla y a la cordillera de Anaga. Se combatió a esta plaga desde su llegada el día 15 de octubre hasta mediados de noviembre. Los daños de mayor cuantía se produjeron en los cultivos de papas, algodón y tomates.
Este desastre fue recogido en las informaciones que diariamente se plasmaba en la prensa escrita, se seguía la evolución de estas langostas, sus desplazamientos, daños. Arico fue el municipio con mayores perdidas, cuantificadas por el Gobierno Civil, que rondaban, en los cultivos ya citados, los cuatro millones de pesetas. No es una exageración. La langosta ocasionó daños en el 90 por ciento de los cultivos tomateros. Más de 200 fanegadas al servicio del sangrante fruto. Y del preciado tubérculo temprano otras largas 600 fanegadas quedaron totalmente arrasadas. En tomates, más de dos millones de matas perjudicadas bárbaramente por la roedora langosta. En patatas, una perdida de cerca de los dos millones y medio de kilos, de los tres que produce cada año. Eran millones las langostas que descendían a los cultivos. Y se vieron imposibilitados de ahuyentarlas, a pesar de elevar al cielo hogueras y de hacer sonar por todo el largo y ancho término municipal estruendosos ruidos a base de cacharros y latas encontradas en los hogares y en cualquier barranco.
Los daños ocurridos en San Miguel de Abona se cuantificó en algo más de millón y medio de pesetas. Por el Alcalde-Presidente, Miguel Delgado Calcerrada, se remite al Gobernador Civil de la Provincia de Santa Cruz de Tenerife, los datos pormenorizados de los daños causados en los días de mayor virulencia, del 17 al 20 de octubre de 1958. Los más cuantiosos se registraron en el cultivo de la papa, con algo más de medio millón de pesetas, siguiéndole los del tomate, el algodón y en menor cuantía el plátano. La plaga no dejó de residir en San Miguel, donde casi se puede decir que durmió sobre las plantaciones de patatas y tomates. Aquí, no olvidemos que San Miguel es la reserva más importante de patatas de la isla, la destrucción del tubérculo ha sido casi total.
Por este escrito de la Alcaldía de San Miguel se conoce algunas de las fincas más afectadas. Con respecto a la papa, donde se produjeron mayores perdidas fueron en la de  El Salto, de los Herederos de José Gómez Bello, valorados en 33.500 ptas.; y la de Ochoa, de Pedro Delgado González, con 30.000 ptas. El mayor valor de los daños causado en los cultivos de tomates lo fue en la situada en Las Chafiras, de Luciano Bello Alfonso, con 105.000 ptas.; y la de La Aldea, en la de Virgilio Delgado Hernández, se valoraron en 80.000 ptas. En el algodón se destaca los de la plantación situada en La Punta, de Tomás Toledo Gómez, con 55.000 ptas.
En Fasnia y Güímar los daños se cuantificaron, para cada uno de estos municipios, en algo más de dos millones y medio, afectando sobre todo a la papa. Al igual que en Vilaflor, donde las perdidas ascendieron a algo más del millón de pesetas. En Granadilla de Abona no llegó al millón de pesetas, sobre todo tomates y papas; en la costa, en El Médano, era tal el número que se “pescaban” con pandorgas y redes desde las embarcaciones de los pescadores, para su posterior traslado a tierra y enterrarlas en la arena de la playa.

  Fumigación en Granadilla. 1958
En Arona se estimaron las perdidas en algo más de un millón de pesetas. A comienzos de noviembre, y cuando aún no había finalizado esta plaga, en Pleno Municipal se informa de los gravísimos daños que ha causado la langosta africana en las distintas invasiones de que ha sido victima la zona de este término Municipal, principalmente en los cultivos de algodón que han sido perjudicados en más de un cincuenta por ciento de su producción, siendo también muy dañados los tomates, patatas, kenaf y cultivos menores. 
El domingo 19 de octubre el periodista Luis Ramos recorrió las zonas afectadas del Sur, de cuyo relato entresacamos: Fue penosísimo contemplar, el domingo, el triste panorama de la langosta en El Escobonal, El Médano, El Puertito, El Socorro, La Viuda, Las Galletas, La Zarza, Fasnia, Arico y muchos pagos y barrios de los términos municipales de la mayoría de la mayoría de los pueblos del Sur, sin olvidar a Arafo, Adeje, Vilaflor, Granadilla, Candelaria, donde todos, como un solo hombre, no desmayaron en emplearse a fondo para lograr eliminar la terrible plaga que ha venido a sembrar el dolor en todos los hogares, ya que ni los pudientes ni los más desafortunados han quedado fuera de este malestar, cuyas consecuencias aún son difíciles de catalogar, porque los números aún no juegan ya que todavía la langosta reside en las partes altas y costeras de la isla, a pesar de los extraordinarios esfuerzos que se vienen efectuando por eliminarla.
Una década, la de los años cincuenta, donde se estaba implantando el regadío, gracias sobre todo al Canal del Sur, donde todavía uno de los cultivos principales era el cereal de secano, que no se vio afectado por no haberse producido las lluvias necesarias para poderse efectuar su siembra. Una década difícil, en la que se alternaron años de sequías y años de temporales, y sobretodo con dos años, 1954 y 1958, donde se registraron otras tantas invasiones de langostas, que han llegado casi siempre en octubre, transportando consigo el infortunio. Ante tal número de insectos de poco servían los fuegos, los humos, los ruidos, las quemas al amanecer antes de que levantaran el vuelo, los venenos mezclados con afrecho, los insecticidas; muchas de las veces lo que se lograba era trasladarlas de un lado para otro. Lucha que duraba semanas, exterminándose por la voluntad y el esfuerzo de todo el mundo, casi destruyéndolas una a una, montoncito a montoncito, que se completaba con la llegada de la milagrosa lluvia. Y como siempre con la esperanza de poder relatar esta gran invasión de 1958, como la última.


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