Francisco Brito González y
uno de sus barcos. Los Cristianos
|
La mar y Francisco Brito González, Francisco el de Eulalia
Se podría decir que
Francisco Brito González, Francisco el de
Eulalia, nació en la mar y para la mar. Hijo de Eulalia González Barrios y
de Francisco Brito García, gente de la mar, al igual que sus abuelos, tanto
maternos como paternos, José y María Juana;
y Manuel el Sordo y María Prima.
Francisco narraba con
cariño las peripecias de sus padres, que vendieron el pescado jareado y fresco.
Los vi, a él y a mi madre, salando
pescado y secando y después en una burra que tenían los Rajianos, que le decían
antes, aquí encima. Y estaban dos días por áhi, vendiendo pescado, jareado.
Casi siempre viejas, iban los dos, mi padre y mi madre. Su madre vendió
también, una vez que falleció su padre,
con una cesta de pescado pa Arona, que ya había guagua, la guagua de Pepe y de
Gaspar. Y cogía la guagua aquí por la mañana e iba por ese Arona, o más arriba,
a Las Vistas, por todo eso por áhi, por ahí lo vendía y venían pa la casa otra
vez.
Francisco conocía la mar
desde todas sus vertientes, se crió y se mantuvo toda su vida, en esa orilla
que conoció como la palma de su mano. Escucharlo era regocijarse con su
sabiduría, aprendida de la naturaleza, como cuando relataba sus recuerdos sobre
la obtención del gofio de vidrio, cuyas matas recogía en El Camisón y extraía
su semilla en las desaparecidas pilas de vidrio en la tosca que había en la
costa, en las cercanías de la Baja del Camello. Unas pilas grandes que a marea llena se llenaban de agua y echábamos el
vidrio, allí dentro, se remojaba y después lo pisábamos con los pies hasta que
se abría todo y largaba toda la semilla. Se recogía la rama y la semilla se
depositaba en el fondo del charco, se sacaba y se secaba antes de tostarla y
llevarla al molino para obtener el gofio.
Salía un poquito salado y lo amasabas tú y era más bien negro, pero era bueno
de comer. Será porque había miserias en ese tiempo.
Asimismo trabajó en la
obtención de cal, en los hornos de El Camisón, sobre todo en la ayuda a su
amigo Manuel Ledesma Hernández, Manolo el
de Macrina. Éramos amigos y el padre
se dedicaba a echar alguna jornada de cal.
La
conversación con Francisco fluía con naturalidad, con esa que aporta el
conocimiento que se ha adquirido en la experiencia. Como cuando hablaba de esos
lugares olvidados, de esa toponimia perdida, como los charcos: Charco de Lola, Charco María Prima, Charco
del Lino o el del Chorrillo, era en los salones viejos que habían áhi, y
no había muelle, y pegado a La Planada de los salones, hacía esquina, y había
una entrada que llegaba el agua a entrar por allí padentro y a ese le decían el
Chorrillo, allí varaban barcos. Una entradita grande, ancha. En el Chorrillo
varaban dos o tres barcos. Como el de Manuel
el Sordo, abuelo de Francisco.
O como esas denominaciones
de la Playa de Allá y la Playa de Acá, mirando desde El Cabezo, ¿Por la parte allá de la Casa Jorge no
había un salón?. Pues por la parte allá del salón, por allí varábamos. Aquello
le decíamos la Playa Allá y de allí pacá la Playa Acá, porque muchas veces nos
reuníamos ahí en la arena, en la playa, a jugar a la pelota y ya, el nombre fue
eso la Playa de Allá, con la Playa de Acá.
Francisco Brito González.
Los Cristianos, 2013
|
Francisco se inició en la
pesca, con su padre, desde los nueve
años, mi tío Rengue era quien pescaba con mi padre antes de la guerra y como se
fueron pa la guerra, mi padre jaló por mi, y yo iba pa aguantar los remos y ya
después íbamos, salíamos un poco más lejos, que fue la vez que fuimos a Teno.
Y de Teno recordaba ese fatídico momento en el que falleció su padre, en marzo
de 1941. Allí fueron a pescar con su padre, Francisco y su hermano Mariano, en
el San Juan, un barco de unos 7
metros propiedad de la empresa Lloret y Llinares.
El barco disponía de vela, pero nunca pudimos echarla porque el viento
venía a la contra, el viento venía de allá. A remo fuimos hasta la Playa San Juan,
salimos de aquí a mediodía y llegamos a la Playa San Juan, que íbamos bogando
contra el viento pallá, y allí llegamos, fondeamos en la Playa San Juan, allí
cenamos. Dormimos en el barco, y allá a la madrugada se levantó, echamos a
bogar otra vez y cuando llegamos a Teno ya estaba el día aclarando.
Pescaban a morenas y viejas
que abrían y jareaban en el mismo lugar, durmiendo en una cueva cerca a la mar,
salvo esa fatídica noche que durmieron en el barco. Esa noche fue la que nos quedamos en el barco, del sábado para el
domingo, y cuando estábamos acostados sentimos el barco que tocó en tierra, así
por la banda. Me acuerdo que mi padre dice: Francisco coge los remos y
métetelos debajo de la barriga. Pensado él que el barco estaba sano pero tenía
un fondaje así [como de un metro de largo]. Entonces cogí los remos, y con ellos en la barriga, le oí decir a mi
padre ¡Ay señor¡ Ni lo vi más.
El viento lo arrastró pa tierra, a una baja y allí fue donde
encalló, porque allí le decían la Cueva de los Palmeros, donde nos pasó eso. Y
entonces oímos tocar el barco en tierra y mi padre se levantó y nosotros, a mi
me cogieron con los remos atrapados un poco. Empezamos a sacar el barco de allí,
lo sacamos más afuera pero lleno de agua. Mariano sobre un leito y yo en otro,
así por achicarlo pero que va, pero después al otro día, de madrugada, le dije
a Mariano, mira si puedes subir por áhi parriba, cuando aclaró el día, y llamas
a Manuel Casañas, era uno de aquí de Alcalá.
Y cuando Mariano subió por allí, pa donde yo le dije, llamó
a ese muchacho, vino, él y el hijo en el barco. Y dice: ¿y tu padre?. Le dije
que no lo veo desde tal hora de la noche, así como la una, o por ahí.
Vino ese Manuel Casañas en el barco, coge el mirafondo, del
barco dél, mira pal fondo y estaba en el fondo, allí mismo. Lo lograron sacar y se le
enterró en Buenavista. Y así quedó allá.
El día doce de marzo del cuarenta y uno.
Francisco Brito González y
la cruz en memoria de su padre. Teno, 2014
|
Después de la muerte de su
padre, Francisco continuó en la pesca, pescaba
con José María, el padre de Canore, yo pescaba con él en un bote que hizo mi
abuelo, dentro de un cuarto que tiene todavía, el cuarto existe, y mi abuelo
hizo un barco. Mira tú que el barco cargaba en ese tiempo doscientos y pico
kilos, de caballas o arenques, en el chicharro, lo que se cogiera.
Después de contraer
matrimonio con Mariana Morales Melo, compraron un barco, en Las Galletas, el María Jesús, el nombre de su hermana, en
el que iba a pescar con su hermano Mariano. Después el San Luis y el Olga. Después
de la Olga ya no tuve más. Y áhi andábamos, pallá y pacá. Además de ir a la
pesca en otros barcos como el Irún y en el Poeta Arcilla.
Francisco el de Eulalia, y en su vida siempre la mar, inició su labor en la
niñez, en esos años que no había tiempo para asistir a la escuela, porque
primero había que surcar la mar en buscar de la pesca, del diario sustento. Y
en la mar anduvo toda su vida, en su primera infancia empapándose con las
vivencias de su familia, con posterioridad ejerciendo de pescador, y hasta su
fallecimiento, en agosto de 2018, con la vista en la mar cercana, con la
recreación de sus vivencias en las conversaciones con cualquier persona que se
acercara a saludarle y a charlas de sus momentos de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario