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María Romualda, Salvador y la Mariposa. El Monte, enero de 1953 |
La leche, el primer y más
duradero vínculo alimenticio, provenía en este Sur de la cabra. Su ubre siempre
estaba disponible, recién ordeñada: sola, con sal, azúcar, pan o gofio. Y ante
la ausencia de leche materna también se empleaba esta leche. Salvador, al igual
que sus hermanas Isabel y Paulina, fue alimentado de esta manera, mamando
directamente de las ubres de la Botona. Provenía de la manada que tenía su
padre cuando trabajaba en Llano Azul, continuó con la familia en el traslado a
Cabo Blanco y a Cañada Verde donde nació Salvador, y donde falleció la Botona.
La hija mayor de Salvador y
doña Ofelia
también se alimentó, mamando también directamente de las ubres, hasta los siete
años, cuando comenzó a ir a la escuela pública de Las Galletas. En la
fotografía, tomada en El Monte en enero de 1953, se aprecia la postura que
tomaba Salvador cuando la niña era pequeña, comenzaba limpiándole la ubre a la
cabra, sentándola sobre sus muslos, aquello es de las primeras veces que
pegué a darle y pegarla y quedarse mamando, pero no dejarla jartar. Vera usted
que pa eso pa criar con leche cabra, cambiar !eh¡, la deja mamar un rato y
después le daba la madre, lo poco que daba y después un agüita de arroz. Ya cuando María Romualda
era un poco mayor, la Mariposa se acercaba a ella para que mamara, yo venía
de abajo de Punta Rasca, del Faro parriba, yo llamaba la Mariposa, venía donde
estaba yo, la manoseaba, le espuntaba con leche la teta y ella salía en busca
de María Romualda, jugando allí en Bebederos, donde está el árbol grande, ella
asomaba por arriba del Morro los Perros p’acá y desde que la vía venir ahí iba
a encontrar, ya se paraba, se cogía de un lado, mamaba de una teta y de otra, y
la cabra rumeando o remoliendo como solían decir y la lambía, le lambusaba la
cabeza y tal.
La manera de llegar la
Mariposa a la manada de Salvador es fiel reflejo del entramado social de
agradecimientos y de intercambios de baifos que se producía, ya sea entre los
cabreros o con aquellos que sólo tenían algunas. La Mariposa procedía de una
cabra que vino engendrada de Las Palmas, en una cabra negra estañaá que
trajo don Paco Medina, que se la mandaron de regalo, una machorrita, y parió
tres,..., dos baifas hembras y un baifo macho. Pero no fue directamente
Francisco Medina, residente en San Miguel, quien se la dio a Salvador, sino
Fulgencio Hernández, se la pidió a don Paco Medina, y el baifo pa traermelo
a mí, yo devolví después, ¿no?, y a él también lo recompensaba,.... Recompensé
a don Paco con dos recentales y a don Fulgencio le daba otro, porque
agradecido, porque si tú estas en Los Cristianos y sabes una cabra que es buena
y me traes una baifa,¡caramba!, no es pago con muchas gracias.
La Mariposa era una cabra fore,
una cabra variá, pero no de mucha altura, cuerpo largo y corto. Poseía un cogotito
largo y después los cuernos, los cuernitos no eran muy largos y después
arqueados así, esa fue la maldad después de ella, y un ubre, pues poco le
bajaba de las corvas, muy bien ubrada, ¡fuerte cabra leche!. Era fore y después
una lista, como la madre, por un lado. Comenzó a darle de mamar a María Romualda
cuando estaba en su segundo parto, era machera, criaba muchos machos. La narración que se
transcribe nos describe lo acontecido alrededor de 1960, el sentimiento de una
niña por los animales, su amor por una cabra en la que mamó. Se ha querido
plasmar este diálogo completo, tal cual lo narró Salvador, rico en detalles,
abundante en matices. Oírselo contar es verle la luz llegarle al rostro, la sonrisa
estrenarse una y otra vez, es contemplar su emoción contenida a través del
brillo reciente de sus ojos.
Pues verás que cuando yo
la cambié por otra, y cuando vino de la escuela, que iban a Las Galletas a la
escuela, caminando, y nada pues que mi madre le dijo que yo había cambiado la
Mariposa por otra cabra y ella fue arriba, llegando allá arriba a la línea de
don Alfonso, no se si recuerdas ver un coche quemado al lado de la carretera
bajando pa Las Galletas, y allí estaba yo con las cabras, y otro chico, Toñito,
que era de uno de Las Palmas que tenía unas tres cabras con las mías, y estaba
ai conmigo y ese día me cuadró, mire, María Romualda llegó con los ojos
parecían dos charcos de agua, colorados, ¿qué te pasa María Romualda?, abuela
me dijo que usted quitó la Mariposa por otra cabra, yo no quiero sino mi
Mariposa. Pues vetete p’abajo María Romualda que de aquí a la noche está la
Mariposa en casa.
Luego ese día me dijo mi
hermano que dejara entrar las cabras a los tomateros allí al rodesmo, del túnel
hasta abajo donde está saliendo el revuelto, era una tomatera ya vieja llena de
revuelto y aquellas paredes llenas de marmojallos, era un año que no había
llovido, llovió poco, y ese día iba con fin de que las cabras entraran allí.
Dije: Toñito te vas palalto del rodesmo que allí hay entodavia una chocita,
cuidado que las cabras no se metan por el túnel y se van pa La Laguneta. Y nada
pues que voy a buscar la Mariposa.
(…)
Y así regresó la Mariposa,
ya con unos nueve años, a su casa de siempre, a la que llegó siendo una baifa,
y en la que estuvo hasta los 16 años, y aún con esa edad, ese último año crió
un baifo. Miguel Rodríguez era un marchante de ganado, pa matar y negociar,
él vivía allí en El Calvario, en San Miguel, se llevó las dos cabras y la oveja a cambió
de otras tres cabras. La quité porque le hice ver a María Romualda el porqué
la vendía, porque a las cabrillas, a las cabras nuevas o cabra que fuera alante
de ella le tiraba, y como eran los cuernos así, la enganchaba y cuántas me dejó
cojas. Los cuernos no eran muy grandes y eran engarrotaditos y no sé como
tiraba así y enganchaba y es como el que coje un gancho pa tirar por otro y las
tiraba y las dejaba cojas y después María Romualda contempló eso un día que fue
con ella, ¿ves tú María Romualda?. Yo quería mucho a mi padre y a veces me
acuerdo del, pues dice, pues véndala. Le avisé a Miguel Rodríguez y vino por
ella y se la llevó. El recuerdo a su padre viene motivado porque él dejó morir a una cabra
de vieja, la Melaá, cosa que Salvador no pudo hacer con la Mariposa por su
carácter arisco con el resto de la manada.
Esta práctica de alimentar
a niños con leche de cabra, mamando directamente de la ubre, no era un hecho
excepcional. Salvador nos relató otro caso, el de dos hermanos en El Monte, algunas
décadas antes de trasladarse su padre a esta propiedad. Que sepa por el
señor Isidoro Rancel Rodríguez, el hermano José y no sé, yo creo que era
Ismael, se criaron en una cabra allá en El Monte, estaba señor Miguel Rancel de
cabrero con doña Clara. Además de los que nos pueden relatar otros cabreros. También se
conoce una baifa que se crió, en Oroteanda, alimentándose de la leche de una
mujer.
Bibliografía:
BRITO, Marcos: Salvador González Alayón. Un cabrero para la leyenda . Llanoazur ediciones
BRITO, Marcos: Salvador González Alayón. Un cabrero para la leyenda . Llanoazur ediciones