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María Álvarez Évora. Armeñime,
2007
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María Álvarez Évora, María la de Aurelia, adquiere este nombrete al agregarle a su nombre el
de su madre, Aurelia Álvarez Evora. María la de Aurelia nació en Chío, Guía de Isora, en 1924, y a
la edad de nueve meses se traslada a Adeje. Su madre trabajaba en la charca de
Armeñime y residen en La Atalaya, con posterioridad se traslada a El Puertito
de Adeje, donde su madre se dedicó a tareas en el cultivo de la platanera.
Mientras su madre se dedicaba a trabajos en la agricultura, María se tenía que
hacer cargo de sus hermanos. Yo nunca fui a la escuela, es de que cogí, que
tendría siete, ocho añitos, mi madre se iba a trabajar y me dejaba con todos
los demás.
María comenzó a vender pescado cuando, a la edad de
17 años, se casa con el pescador Juan Hernández Melo, Juan Carmen. Residieron en El Puertito, con sus seis
hijos, y cuando la más pequeña tenía unos dos años, la tuvo con 42 años, se
trasladan a vivir a Armeñime.
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Juan Hernández Melo y María Álvarez Évora. Armeñime,
2007 |
María Álvarez Évora, María la de Aurelia, ha sido una de estas esforzadas mujeres que
dedicaron buena parte de su vida a la venta de pescado, trasladándose a pie a
las medianías del Municipio de Adeje, alcanzando los pagos de Taucho o Icerce. Por
cas seña Sofía parriba, por Las Moraditas, en Las Moraditas era donde vivía
Petronilo en pas descanse que ya murió. Y de Las Moraditas al Barranco de
Taucho, por donde descansaban los muertos, y allí descansaba yo porque allí es
donde podía agacharme a descargarme, había un altito pa poner la cesta pa después
allí volverme a cargar y seguir parriba pa Taucho, por la Somadita donde vive
Cha Sixta. A Ifonche subía
por el Camino de Carrasco, que había una fuente, allí escansábamos y allí
bebíamos agua y allí volvíamos otra vez a cargarnos pa subir parriba pa Benítez
que es la primer casa que se encontraba, en Benítez, Francisco Moña.
Se desplazaba a todos los caseríos del Municipio de
Adeje, alternando los lugares y trasladándose a los puntos más lejanos si antes
no lograba vender o cambiar el pescado por productos de la tierra. A pie por
esos caminos de piedra, con veinte o treinta kilos a la cabeza, tanto a la ida
como a la vuelta.
Trasportaba pescado y en algunas ocasiones sal, recogida
en las cercanías de El Puertito, en los charquitos, que se cuajaba la sal,
cogíamos sal y la poníamos a secar y después vendíamos y cambiábamos por
comida. Cuando llenaba la mar se llenaba aquellos charquitos arriba, y después
claro ya la mar vaciaba y ya eso quedaba cuajadita de sal. La subíamos pa
Taucho, pa donde fuera a vender, en una cesta o en un saco pa vender, pa
quesos, que nos compraban en Taucho.
A comienzo de la década de 1940, cuando María Álvarez
Évora se inicia en estos menesteres, en El Puertito de Adeje, no usaba pesas. Antes
no se vendía por kilos, cristiano, por las sartas naa más. Enhebrábamos el
pescado con badanas, lo que me parecía, un kilo o kilo y medio, siete, ocho
pejes, granditos así, siete, si eran un poquito más chicos le poníamos ocho,
sigún.
Yo no quería dinero, nosotros no díamos por esos
sitios pa dinero, una que no lo había y otra que no queríamos dinero sino
comida, cambiar pescado por comida, por dos medios de papas, lentejas,
garbanzos y de too. Hasta gofio llegué yo a traer de ese Taucho y Tijoco
Arriba, como no teníamos y antes se cogía de todo pues cuando teníamos cambiaba
por dinero que fue cuando junté las perritas pa comprar este solar. Se refiere a Armeñime, Adeje.
Y fue en esos momentos, cuando la familia cambia su residencia a finales
de la década de 1960, cuando se dedican a tareas en la agricultura. Ya dejó
de pescar y yo pegué aquí a echar tomates, y mis hijas trabajando, ya cambió la
cosa. Y en Armeñime residió
hasta su fallecimiento en 2010.
Labores que realizo María en unos momentos de extrema
dureza, una vida cotidiana marcada por restricciones de lo más elemental, como
los alimentos, de los que apenas se disponía para lograr una mínima
subsistencia. Esforzadas mujeres que unieron a pueblos y a sus gentes, que
recorrieron caminos con la esperanza del día a día, en la búsqueda de la
ilusión por mejorar lo poco que se poseía.
Las descripciones que nos dejó María la de Aurelia están plagadas de paisajes, de sacrificios,
de esfuerzos recordados con cariño y cierta nostalgia. Llevó los sabores de la
mar tierra adentro, y el camino se le volvía más dificultoso cuando lo tenía
que recorrer estando embarazada. Y cuidar de la
descendencia, incluso en plena faena: es que tenía tomates áhi en Los
Curbelos. Áhi tenía un pedazo tomate, uno escarranchado al cuadril, otra
agarradita a las manos y la otra de mano, parriba pa los tomates. Usté cree que yo pasé pocas penas,
cristiano de dios.