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El Mollero. Santiago del Teide, 1969. Cedida por Colectivo Cultural Arguayo |
La agricultura de secano,
cuyo principal cultivo fue el cereal, junto al pastoreo y la pesca, fue hasta
mediados del siglo XX nuestro principal medio de subsistencia. En el Sur de la
isla dependía de un irregular periodo de lluvias, que condicionaba el cultivo
de una u otra semilla, el trigo morisco y la cebada, con menores necesidades de
agua, se sembraba con mayor abundancia en la costa; y el trigo blanco en las
medianías. El millo debido a sus mayores necesidades de agua se sembraba en
menor cantidad.
La siembra del cereal, o de
la leguminosa, se realizaba o bien antes de la lluvia prevista o, lo más
generalizado por esta zona, una vez llovía se realizaba a voleo, después de que
la tierra estuviese `jobariada y que se pusiera suelta para poder sembrar`. Una mano experta metía la
mano en una bolsa con granos, el `socojo´, que se llevaba colgada al hombro; y lo iba
esparciendo sobre la tierra húmeda, para con posterioridad pasar el arado; con
todo tipo de animales, según disponibilidades y preferencias.
La fecha de utilización de
las eras correspondía con el fin de la primavera y el comienzo del verano. Y
más que segar el cereal se arrancaba, `porque hacía falta la paja y hacia
falta todo, todo eso se aprovechaba y si la siega quedaba mucha paja en la
tierra, la raíz al trillar se esparecía`. Al arrancar el cereal se sacudían sus
raíces, bien en las paredes de la huerta si era estrecha o bien se arrastraba
una piedra mientras se iba arrancando.
Una vez segado se recogían
en gavillas y se llevaba directamente a la era o se iba depositando en sus
cercanías, en los frescales, hasta el momento de la trilla. Aquí se
amontonaban, en forma generalmente circular, formando una pared con las espigas
hacía dentro y rellenando el interior de manera aleatoria, rematando con
gavillas colocadas con la espiga hacia fuera, de forma que si llovía el agua
escurría con mayor facilidad.
La cantidad de gavillas que
se introducía dependía del tamaño de la era, del tiempo --a mayor insolación,
mejor; el empleado en la trilla era mayor si el día estaba nublado-- y de los
animales a utilizar. E incluso de cómo hubiese estado la cosecha, un trigo con
buen desarrollo de espiga tiene más paja con lo que cabría menor cantidad que
otro con menor espiga.
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San Miguel de Abona. 1965 |
Se comenzaba por introducir
una parte de la parva, denominación con la que se conoce la cantidad que se
trillaba de una vez, y trillar en cobra, animales unidos entre sí cuyo número
dependía del tamaño de la era, por lo general de tres a cinco. `Tenía que
trillar en cobra porque la rama, la cebada o el trigo entero, no se puede meter
un trillo, porque entonces se lo lleva todo pol alto, el trillo se entierra`. A medida que el cereal se
iba trillando se le añadía el resto de la parva. Se podía finalizar en cobra o
bien seguir con el trillo, una vez que la parva estuviese lo suficientemente
asentada para poder utilizarlo. De este trillo tiraban, normalmente, dos
animales, ya podían ser caballos, mulos, burros, camellos o vacas, como las dos
yuntas que podemos contemplar en El Mollero, Santiago del Teide, labor
realizada por María Navarro Forte y
Donate Forte Curbelo.
Sí la parva era bastante
grande, y dado que el pretil solía ser bajo, a la era se le colocaba un ´ruedo`; consistía en apoyar al
pretil las espigas con el tronco hacía arriba en forma de cerca para que el
cereal no fuese expulsado de la era. Cuando se trillaba cebada y en caso que se
quisiera obtener `paja colchón´, se comenzaba en cobra, al amanecer con algo de
humedad; y antes de introducir el trillo se recogía la paja necesaria, ya sin
grano, para destinarlo al relleno de los colchones.
Una vez finalizada esta
ardua labor, que podía duras varios días, se procedía a separar el grano de la
paja. El primer paso consistía en unir lo trillado en una orilla, formar una `sierra´, orientada perpendicular
al viento --el mejor el del suroeste, más continuo-- y se aventaba: lanzar al
aire con la ayuda de `belgos´ para separar la paja del grano; operación que se
realizaba `por lo menos veinte veces´. El grano va cayendo en el mismo lugar y la
paja se traslada al otro lado de la era o fuera de ella. A veces se colocaba
una marca, `poner la valisa´, con varias piedras o un palo, a un metro de la
sierra, y todo el tamo que sobrepasase esa marca se recogía como paja; la que
quedara en el interior se aventaba nuevamente.
El proceso siguiente era ´paliar´, de similar práctica, pero
en este caso con una pala de madera hasta que se elimine toda la paja. La
última vez que se paleaba se coloca unas mantas, de tal manera que el grano se
deposite sobre ellas. Al mismo tiempo que una persona palea otra ´valea´. El ´valeo´ se preparaba con la paja
del trigo, se formaba con una gavilla, del grueso que se pudiese coger con una
mano, con espigas largas `esrrabadas´ a mano y atadas de tal forma que se formase
una escoba en forma de abanico; se barría con la parte de los troncos, pasando
con suavidad por encima del montón de grano y arrastrando los `cachos´. Este montón de grano, en
algunos casos, se cernía con una cernidera de hierro y latón, con agujeros
realizados con un puntero por los cuales salía el grano; en su interior
quedaban los trocitos de paja. Y después `ajecharlo´, para terminar de
limpiarlo, que consiste en imprimirle a una zaranda o ´jarnero` unos movimientos bruscos y
circulares por el cual los restos se trasladaban a su centro y se retiraban con
las manos. Esta labor de `ajechar´ era realizada, casi siempre, por mujeres, `y si
era una parva grande estaba un par de horas ajechando´.
Trilla en El Salguero. Vilaflor, 2008 |
La productividad que se
obtenía en la trilla de cada una de las parvas dependía de varios factores,
sobre todo de la cosecha y del tamaño de la era. A modo de ejemplo se pueden
aportar algunos datos facilitados por nuestros informantes. Domingo Domínguez
trilló en la Capellanía, Arona, una parva de 30 fanegas de trigo; en esta era
circular de 11metros de diámetro se podía obtener de una parva casi las 40
fanegas. O el de Casimiro Díaz en Los Llanos, Adeje, quien trilló `una parva
que me dio cuarenta y tantas fanegas de cebada. Estaba la era bien llena y
estuve trillando, yo creo que se aproxima a la semana, y claro tenía pocos
animales también pa trillar, porque cuanto más animales, más trillo´.
Las leguminosas también se
trillaban con algunas de estas características. Las lentejas y los chícharos se
trillaban en cobra, `a las lentejas no le hacían falta sino apenas, porque
eso se eschamisaba enseguida. Se trillaba en un par de horas, si el tiempo
estaba bueno ya estaba trillada. Después la juntaba y barría la era y hacía la
sierra y venga a aventar, aventar hasta quitar la paja`. Los chochos se apaleaban,
después se ponían con agua y sal durante varios días para poder consumirlos, `pa
los animales los tostábamos un poco y después se ponían en agua´. Las judías y los garbanzos
se solían desgranar a mano,
abriendo la vaina.
Llegada el final de la
primavera y el comienzo del verano, momento de desgranar la espiga, tiempo de
recolección y trilla, período más que esperado para volver a reponer la vacía
despensa.
Documentación: BRITO, Marcos: Paisaje en las
Bandas del Sur [Tenerife 1890-1960]. Llanoazur ediciones