Concepción García Suárez. Alcaldesa en Santiago del Teide |
Concepción
García Suárez, lagunera de nacimiento, terminó sus estudios de Magisterio a
finales de la década de los años veinte del pasado siglo, desde entonces se
dedicó a la docencia, con una corta experiencia en una escuela del Sur de
Tenerife en 1927, cuando estuvo unos meses en Tijoco, en Adeje. Después de
impartir diversas clases particulares en Santa Cruz de Tenerife recala en la
escuela mixta de Arguayo, Santiago del Teide, a la que se incorporó en el curso
académico 1931/32, y donde permaneció hasta su traslado a la escuela mixta de
Tamaide, en San Miguel de Abona, comunicándose su cambio en marzo de 1933,
tomando posesión en julio de este mismo año, y donde permaneció hasta su
jubilación en 1973.
En
ese periodo que ejerció la docencia en Arguayo formó, por un espacio corto de
tiempo, parte de la Comisión Gestora que presidió el Ayuntamiento de Santiago
del Teide. Como otros tantos municipios que no habían podido realizar
elecciones, y hasta tanto no se efectuasen, se preveía la constitución de
comisiones gestoras que gobernasen la vida municipal. Estas comisiones las
constituían tres miembros: un representante de Estado, maestro, miembro de
correos o telégrafos, etc.; un obrero y un contribuyente. Los tres componentes
de la constituida en Santiago del Teide fueron: Concepción García Suárez,
Agustín González Forte y José Navarro Martín. Tomando posesión de su cargo, de
primera y única Alcaldesa hasta el momento de este pueblo, el 5 de febrero de
1933. Tal como consta en el artículo que le dedica el Colectivo Cultural
Arguayo, en el primer número de la revista Chinyero, perteneciente al año de
1996.
Su
permanencia en el cargo fue breve, estuvo al frente de esta alcaldía hasta el
10 de mayo de 1933, cuando en sesión municipal se renuevan los cargos asumiendo
el cargo de alcalde Leoncio Gorrín Rodríguez, a quien acompañaban Francisco
Abreu, como primer teniente de alcalde; Antonio Gorrín Lorenzo, como segundo
teniente de alcalde; y como síndico, Manuel Pérez Gorrín. En este corto
periodo, y tal como se informa en la prensa de la época, durante el poco
tiempo que ha desempeñado dicho cargo ha procurado proceder siempre con
imparcialidad y rectitud, y como se ha interesado por los problemas locales, al
par que gestionado y obtenido algunos beneficios, es por lo que su salida del
Ayuntamiento ha sido muy sentida. En la sección citada
se le concede un voto de gracias por la gestión realizada al frente de la
Alcaldía.
En
un discurso que pronunció en Tamaimo, tal como se recoge en la revista
Chinyero, se planteaba resolver algunas necesidades acuciantes, la comunicación
y el agua. Yo de vosotros sólo deseo colaboración, ayuda espiritual, para
salir adelante y satisfactoriamente de este marasmo en el que me he metido.
En
mi reciente visita al Gobernador Civil le expuse la aguda crisis de trabajo que
se siente en estos pueblos y de la necesidad de redimirla cuanto antes. Traigo
una buena impresión sobre este primordial asunto.
En
mi entrevista con el Presidente del Cabildo creo haber conseguido la
inconseguible, lo más necesario a mi juicio: la inmediata continuación de la
pista a Tamaimo y la conducción del agua para el abasto público del sediento
pueblo de Arguayo.
Uno
de sus logros fue el de abastecer de agua potable al barrio en el que habitó y
del que sabía muy bien las penurias que padecían sus habitantes para poder
proveerse de agua, por la que tenían que caminar varias horas para acarrearla
hasta sus casas. Fue su iniciativa la que palió en parte esta demanda, con la
instalación de una tubería que la trasladara desde Santiago del Teide. Su
gestión inició el proceso para su instalación, que se remató cuando ya residía
en San Miguel de Abona, el 30 de noviembre de 1933. Día de júbilo para sus
vecinos, que dejaron atrás las penurias pasadas en los caminos.
Concepción García Suárez, con alumnas de la Escuela de Tamaide |
Y
su traslado a la Escuela Mixta de Tamaide, de reciente creación en este barrio
que por estas fechas superaba los doscientos habitantes, fue el inicio de un
caso atípico en la enseñanza en el Sur de la Isla donde se producían incesantes
rotaciones, además de continuas ausencias del profesorado, quedando
desasistidas durante largos periodos. Eran puestos no deseados por su lejanía y
deplorables comunicaciones, por lo que el trasiego de maestros era continuo.
Concepción García Suárez, doña
Concha como se le conocida y admiraba, se estableció en el pueblo, donde se
casó con Eladio González Galván, donde tuvo sus tres hijos, y donde siguió
impartiendo la docencia hasta su jubilación en 1973. De esta década de los años
treinta creemos que es la imagen que recoge a esta maestra con un grupo de sus
alumnas.
Y en
la escuela de Tamaide permaneció durante cuarenta años. En julio de 1973 se le
tributa un homenaje en su San Miguel de acogida, en el que dejó algo más que su
imborrable huella. En la tarde del día 22 de julio impartió su última lección,
en la escuela a la que le aportó toda una generosa vida. Por sus manos pasaron
tres generaciones de sanmigueleros, y allí estaban una gran parte de esos
antiguos alumnos, junto a las
autoridades, a los compañeros de magisterios, a sus amigos. Allí se
encontraban, agradeciéndole con palabras, con presencia, con emotividad,
acompañándola en su penúltimo magisterio, que impartió con entrecortadas palabras,
con emoción, inculcando perseverancia, dando ejemplo del saber ser y estar, ese
modelo por el que transitó hasta su muerte, en 2001, en el regazo de su San
Miguel del alma.
Después
dejaron atrás la escuela para trasladarse a la Parroquia de San Miguel Arcángel
donde se ofició una santa misa, por parte del párroco Miguel González Díaz, que
también se ilustró de su magisterio y que en esos momentos lo era de la
Parroquia de La Cuesta. Después en la plaza otro reconocimiento por parte de
sus alumnos, con la disertación del abogado Ramón Fumero Dorta, a quien fue su
primera maestra. Cerrando el acto el entonces teniente de alcalde, Pantaleón
Hernández. Los agasajos continuaron con una cena en un restaurante, donde se
reunieron representantes de educación, municipales y toda una extensa hornada
de antiguos alumnos. En este último acto, además de una larga lista de
recuerdos, se le impuso, por parte del Inspector Jefe de Educación General
Básica, Bartolomé Nieto Baena, la insignia de oro del Magisterio.
Doña Concha fue alcaldesa de Santiago del Teide, en una
época que en el Sur era sinónimo de pobreza y miseria, de aislamiento y olvido,
de subsistencia pura y dura. Doña Concha impartió la docencia en dos barrios desconocidos, Arguayo y Tamaide,
a los que había que buscar en un buen mapa, a los que había que trasladarse a
pie o sobre los dóciles lomos de bestias. Lugares que disponían de unos cientos
de vecinos más preocupados en dar el imprescindible alimento a su descendencia
que en procurarles educación. Dos barrios humildes, con escasos recursos, a los
que llegó una joven maestra que supo granjearse el cariño de sus gentes, que
supo ganarse el respeto y el eterno recuerdo de sus alumnos, de toda persona
que la trató.
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