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El Roque. Década de 1930 |
La peste colérica
que azotó la isla en los últimos meses de 1893 causó diversos muertos en el Sur
de Tenerife, siendo uno de los lugares más afectados el Valle de San Lorenzo,
en Arona. Barrio aronero con el cual los vecinos de El Roque, en San Miguel de
Abona, mantenían fuertes vínculos, sociales y económicos. En San Miguel de
Abona se establece una Organización Sanitaria en previsión del desarrollo de la
epidemia, así se constituyen una serie de normas para controlar el paso de los
viajeros procedentes de otros lugares, proponiendo una casa aislada en El Roque
como observatorio para toda persona que no circule con cédula sanitaria. Ante
la proximidad de esta desgracia, estos vecinos prometieron a San Roque la
construcción de una Ermita en su honor si la peste no llegaba a sus casas.
Fueron momentos de
verdadera angustia, si ya eran pueblos abandonados con nula comunicación
terrestre, aún más lo eran cuando ocurrían este tipo de desgracias, para las que no disponían
de medios para combatirlas. Así lo expresó el médico, natural de San Miguel de
Abona, Juan Bethencourt Alfonso, cuando en estos meses de finales de 1893 se
trasladó con su familia a Arona, con la intención de regresar de nuevo a Santa
Cruz de Tenerife, donde la epidemia causaba estragos, y se encontró con la
comarca sureña infectada y sin medios con los que remediar tal mal. ‘tan
aislados y abandonados se vieron aquellos pueblos de las autoridades y
sociedades benéficas durante un mes –en que se desarrolló y extinguió el cólera
sin ningún género de recursos científicos- que tengo entendido no consta
siquiera en las notas oficiales que estuvieron epidemiados.
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El Roque. Década de 1930 |
Suponemos que las
dificultades por los que se atravesaron en esos años de austeridad y miseria no
se pudo cumplir esta promesa hasta pasado algunos años. Hubo que esperar hasta
1907 para ver terminada la Iglesia, levantada canto a canto con la
participación de la totalidad de sus vecinos. El Roque era a comienzos del
siglo XX el barrio más poblado de San Miguel de Abona, contando con un censo de
251 personas, en el casco ya sobrepasaban ligeramente los mil, que habitaban
los 71 edificios de una planta y los 6 de dos plantas, de los que 69 estaban
habitados permanentemente. No poseía escuelas, pero si una población escolar,
veintidós, suficiente para ello. A finales del siglo XIX existían en este
barrio dos tabernas, las de Braulio García Alfonso y la de Francisco González
Delgado.
Como apunta
Montserrat Alonso Díaz en la publicación: ‘Comenzamos a caminar. Creación de
la Parroquia de San Roque’’ editado en el año de 2003,
esta iglesia se construyó en un solar donado por el médico Luciano Alfonso
Mejías, natural de San Miguel de Abona, y uno de los mayores contribuyentes del
Municipio. ‘Se hallaba emplazada muy cerca de la actual, orientada hacia el
norte y rodeada por una malograda plaza. La forma que adoptaba era de una sola
nave en planta longitudinal, a la que se adosaba la sacristía, en el lado
izquierdo de la cabecera’. Además apunta que poseía
cubierta de madera, su portada de cantería formando un arco de medio punto, con
techo a dos aguas y cubierto de tejas. Esta Ermita se mantuvo en pie hasta la
década de los años sesenta cuando se edificó la actual. Constando como donante
de la primera imagen de San Roque su esposa, Claudina Alfonso.
Impulsor de este
proyecto, como otros tantos de este pueblo, fue el entonces cura de la
Parroquia de San Miguel Arcángel, Norberto Álvarez González, natural de La
Guancha, y que ejerció en esta Parroquia desde 1903 hasta 1912. Carmen Rosa
Pérez Barrios en la publicación: `La historia de Arona`, da cuenta del escrito que este párroco remitió, con fecha 18 de mayo de 1907, al Obispado de Tenerife, en nombre de los
vecinos de San Miguel para levantar una Ermita en el barrio de El Roque, en el
que le exponían `que desde el año de mil ochocientos noventa y tres en que
la mano de Dios castigó nuestra Ysla con el terrible azote de la peste colérica
cuyo mal hizo grandes estragos en el vecino pueblo de Arona y especialmente en
su pago del Valle, los expresados vecinos de este pueblo hicieron voto al
glorioso San Roque, de levantar una Ermita bajo su advocación en el pago de su
mismo nombre, distante del pueblo próximamente cuatro kilómetros y con un
número de ochenta y nueve vecinos. Este voto lo hicieron como dios y su Santo
no permitiera que la expresada peste les invadiera`.
Deseo que se
materializa con la inauguración de la Ermita de San Roque el 16 de agosto de
ese mismo año, y cuyo programa de actos fue recogido por el entonces
corresponsal del diario `El Tiempo`, en San Miguel
de Abona, Miguel Hernández Gómez. `El 16 de este mes se inaugurará y
bendecirá una ermita edificada en el barrio del Roque bajo la advocación de San
Roque, patrono de este barrio. Esta obra se debe al constante propagador del
culto católico D. Norberto Álvarez, párroco de este pueblo, secundado con
entusiasmo por el vecindario.
Con este motivo,
y por ser día del mencionado Santo, tendrá lugar una animadísima fiesta, que
promete estar muy concurrida. A las 8 de la mañana saldrá procesionalmente la
santa imagen desde la parroquia hasta la ermita, donde se celebrará solemne
función con sermón. Por la tarde habrá divertidos juegos recreativos y al
anochecer se representarán públicamente la comedia moral “El calzón corto” y un
juguete cómico, por aficionados; después se quemarán vistosos fuegos
artificiales.
También es
probable que una banda de música amenice estos actos`.
Son años donde los
festejos se realizaban con pocos medios, alguna parrandas y bailes en las casas
que tuviesen disponibilidades de espacio, una procesión por los alrededores de
la Ermita y algunos fuegos artificiales. Rosario Delgado Hernández, nacida en
El Roque en los primeros días de 1912, recuerda algunos de estos pormenores, algunos
de los momentos por los que transcurrieron cuando ella era una niña. De la
procesión apuntó que venía pacá, pa la Cruz, y después iba allá a la Cruz de
Cha Juana, daba la vuelta y entraba a la Iglesia, porque no había sino el
camino real, que es ese que va a Arona, después este por aquí y el del Roquito,
no había más. Un recorrido de ida y vuelta por el
camino real, con salida y llegada a la Iglesia, que en ese entonces estaba
orientada al Norte, tal como se puede contemplar en las dos imágenes que acompañan
a este artículo y que bien podrían ser de la década de 1930.
Doña Rosario, vecina de El Tapado, hurgó con cariño en esos recuerdos, y apuntó que
lo que no podía ser baile porque no había plaza, sino darle vueltas allí,
traían la música para la procesión, bailaban el baile de las cintas, pues eran
seis hombres, José Feo era uno, mi hermano Ángel también, José Llarena Marrero
que vivía aquí encima, seis hombres, señor Pepe González tocaba la guitarra. De las casas que tenían cuartos amplios, apropiados para organizar
parrandas y bailes, estaban las de Silvino García, Sinencia García, Ambrosio
Fraga, un salón de Miguel Hernández, y ‘un granero de don Alfonso en El
Tapado’.
Dolientes motivos
para erigir una Iglesia, promesa impregnada de padecimiento y tristeza, votos
de alegría que caló hondo entre sus paredes de tosca y barro. Primeros festejos
en honor de San Roque, Ermita en 1907, Parroquia en 2003, un largo camino
recorrido, en casi su totalidad, por doña Rosario,
con cuyos recuerdos el olvido se logra detener, con cuyas evocaciones logramos
darle forma a esa historia no escrita, conocer un poco más de nuestro pasado,
preservar nuestro patrimonio cultural.
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