El Vicente Puchol y el remolcador Guanche o el Fortunate |
En la madrugada del miércoles 24 de agosto de 1960 embarrancó el buque Vicente
Puchol en las cercanías de
Las Galletas, en el Roquito Floro, por encima del Cagao. Cubría la ruta Santa Cruz de Tenerife a San
Sebastián de La Gomera y Valverde. El Vicente Puchol era un barco de algo más de 1.500 toneladas,
con una eslora total de 86 metros, que podía desplazarse a una velocidad de 16
nudos y con cabida para trasladar una cifra que se acercaba a los trescientos
pasajeros.
Era un buque con una dilatada vida marinera sobre su quilla, sobre sus
cuadernas. Fue construido a finales del siglo XIX en los astilleros de Odero,
en Génova, y puesto en servicio en 1896 por la Navigarione Generale Italiana,
siendo bautizado con el nombre de Marco Polo. En 1910 fue adquirido por la Compañía Valenciana de
Vapores Correos de África, cambiándose su denominación por la de Vicente
Puchol, con la que se
mantuvo hasta su desguase en la década de los sesenta. En 1917 pasa a formar
parte de la flota de la recién creada Compañía Trasmediterránea. Después de
cubrir diversas líneas marítimas y de haber participado en la Guerra Civil
Española, realizó diversas rutas, como la conexión entre Málaga y Melilla,
Baleares o las interinsulares canarias.
A la una de la madrugada del 24 de agosto de 1960 partió el buque de
Trasmediterránea, el Vicente Puchol, desde el puerto de Santa Cruz de Tenerife hacía San
Sebastián de La Gomera. A su mando estaba el capitán Benito Felipe Gómez, quien
contaba con una tripulación de 51 hombres y que trasladaba a 58 pasajeros,
55 con destino a la isla de La
Gomera y 3 a la de El Hierro.
En esta madrugada, a las cuatro y diez del miércoles 24, encalló a su
paso por las cercanías de Las Galletas. El barco embarrancó, sin que se
conocieran sus causas, en una baja rocosa de la costa, en la zona conocida por
El Cagao, casi en paralelo a la costa y con la proa orientada al sur. En un
primer momento se informó que tenía una vía de agua que anegó la bodega número
dos, noticia que con posterioridad se desmintió, siendo los desperfectos
causados menores que los que en un principio se dio a conocer, en este su
encontronazo con las rocas. Las primeras noticias de este accidente las dio un
buque inglés, que transitaba por la zona, ya que el Vicente Puchol no pudo informar por averiárseles sus
aparatos de comunicación.
Desde Las Galletas, y tal como contó su vecina Rosario Domínguez
Rodríguez, se escucharon diversas detonaciones, “padre, yo oigo unos
taponazos, era de madrugada, eso puede ser un barco que le pasó algo, y eso son
bengalas de socorro.” El
petrolero Teide,
perteneciente a la marina de guerra española, que procedía de Guinea y que
desvió su rumbo, fue le primer buque que les prestó auxilio. Con posterioridad
se desplazó el remolcador Guanche, y cuyas primeras maniobras consistieron en sostener el buque y que la
marea no lo empujase contra los rompientes; hasta la llegada del Viera y
Clavijo, que trasladaba
personal técnico de la Comandancia Militar de Marina a las ordenes del capitán
de corbeta, Sanz y García de Paredes, además de un grupo de buzos para intentar
ponerlo a flote. Asimismo, y dada la dificultad de sacarlo de las rocas donde
se hallaba encallado, se hizo preciso el desplazamiento al lugar de otro
remolcador, el Fortunate,
llegado desde el Puerto de la Luz,
y el buque auxiliar de la armada, el RA-1.
En el momento del embarrancamiento, muchos de los pasajeros estaban
durmiendo, por lo que la alarma fue aún mayor, subiendo en su mayoría a
cubierta para tratar de conocer lo sucedido, encontrándose el barco escorado,
con su proa orientada al sur, en la dirección en la que se estaba desplazando.
Por medio de cuerdas se trasladaron a tierra a la totalidad del pasaje,
maniobra favorecida por la bonanza de la mar y por encontrarse en pleamar, no
registrándose lesiones graves. Por la prensa de la época solo se reseña las
ligeras lesiones, al caerse en el momento de llegar a tierra, de una señora con
varios meses de embarazo.
Para estos pasajeros, este día fue toda una odisea, no sólo por el
accidente, sino por la tardanza en disponer de las condiciones adecuadas para
socorrerlos y atenderlos, y con posterioridad, en la tardanza en disponer algún
medio de transporte para su desplazamiento a Santa Cruz. El lugar donde embarrancaron
era una zona despoblada, en las cercanías del barrio de pescadores de Las
Galletas, al cual se desplazaron a través de las veredas que se utilizaban para
el transito de los lugareños.
Una vez pasada esos primeros momentos de incertidumbre, se refugiaron en
las numerosas viviendas que sus habitantes pusieron a su disposición, el pueblo
se volcó con ellos, facilitándoles todo tipo de atenciones, suministrándoles
agua, alimentos y alojamiento. Todo ello lo recuerda Rosario Domínguez
Rodríguez, “era por la noche y yo fui a la venta, compré chocolate, ¡ah
señor!. Estuvieron aquí todo el día, los gomeros, me dijo un señor que estaba
aquí, que había ido por un poquito ropa, que se le iba a casar una hija, y
tenía áhi en mi casa una maleta, le presté siete pesetas para coger un coche pa
ir a Santa Cruz. Hasta la noche estuvieron aquí, ellos fueron en coche a Santa
Cruz.”
Y no fue hasta la noche de ese día cuando se inició el traslado de los pasajeros a Santa Cruz de Tenerife, cuando ya algunos lo habían hecho por su cuenta. Otros incluso lo realizaron a la mañana siguiente. Una vez en Santa Cruz, la Compañía Trasmediterránea les buscó alojamiento hasta que pudieron partir otra vez rumbo a San Sebastián de La Gomera y a Valverde en El Hierro, está vez en el buque León y Castillo.
Para sacar a flote al vapor-correo Vicente Puchol, que se logró a las cuatro de la tarde del día 25, y según informaciones publicadas en la prensa, como así lo han sido los otros datos aportados en este artículo, se utilizó dinamita para volar las rocas en la que estaba incrustado. Una vez a flote lo remolcaron hasta Los Cristianos, para su reconocimiento y desde donde partió en la tarde del día 26 rumbo al Puerto de la Luz, en Las Palmas de Gran Canaria, para su reparación. Este traslado motivó algunas quejas, reivindicaciones, por no disponer el puerto de Santa Cruz de Tenerife de las instalaciones adecuadas para este tipo de trabajos. Pocos años después de este accidente, fue desguazado en 1964. Y como apuntó Juan Antonio Padrón Albornoz, se fueron para siempre de la mar los muy bien recordados “melilleros”; asimismo conocidos en el argot marítimo, como a su gemelo el J.J. Sister, como las bicicletas, por su velocidad y su facilidad en la ejecución de las maniobras.
Bibliografía: BRITO, Marcos: Paisaje en las Bandas del Sur [Tenerife 1890-1960]. Llanoazur ediciones
Y no fue hasta la noche de ese día cuando se inició el traslado de los pasajeros a Santa Cruz de Tenerife, cuando ya algunos lo habían hecho por su cuenta. Otros incluso lo realizaron a la mañana siguiente. Una vez en Santa Cruz, la Compañía Trasmediterránea les buscó alojamiento hasta que pudieron partir otra vez rumbo a San Sebastián de La Gomera y a Valverde en El Hierro, está vez en el buque León y Castillo.
Para sacar a flote al vapor-correo Vicente Puchol, que se logró a las cuatro de la tarde del día 25, y según informaciones publicadas en la prensa, como así lo han sido los otros datos aportados en este artículo, se utilizó dinamita para volar las rocas en la que estaba incrustado. Una vez a flote lo remolcaron hasta Los Cristianos, para su reconocimiento y desde donde partió en la tarde del día 26 rumbo al Puerto de la Luz, en Las Palmas de Gran Canaria, para su reparación. Este traslado motivó algunas quejas, reivindicaciones, por no disponer el puerto de Santa Cruz de Tenerife de las instalaciones adecuadas para este tipo de trabajos. Pocos años después de este accidente, fue desguazado en 1964. Y como apuntó Juan Antonio Padrón Albornoz, se fueron para siempre de la mar los muy bien recordados “melilleros”; asimismo conocidos en el argot marítimo, como a su gemelo el J.J. Sister, como las bicicletas, por su velocidad y su facilidad en la ejecución de las maniobras.
Bibliografía: BRITO, Marcos: Paisaje en las Bandas del Sur [Tenerife 1890-1960]. Llanoazur ediciones
El remolcador que tira del Vicente Puchol no es ni el Fortunate ni el Guanche, es el RA1 de la Armada
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