miércoles, 11 de septiembre de 2013

Caladoras en Chío. Guía de Isora


 
Caladoras en Chío. Guía de Isora. Fotografía de Adalberto Benítez. 
Publicada el 14 de enero de 1932, en La Prensa.

EL CALADO
Tradicionalmente se ha pensado, o se ha dicho que las labores de calar eran trabajos realizados por la mujer canaria en una escala muy corta, constituyendo una de las ocupaciones femeninas que alternaban con los quehaceres domésticos. De ser así, hay que pensar que con el establecimiento de las casas inglesas dedicadas a la exportación de cochinilla, esas labores fueran descubiertas por los británicos y vieran en ellas un fin lucrativo. Pero sabiendo que estas labores también las encontramos en Portugal y Madeira, y que en estas últimas islas se comercializaron a la par que en Canarias, nos obliga a plantear una duda sobre su origen, y cuestionarnos  sí el  origen de este, no estaría  en una importación foránea, motivada por la búsqueda de mano de obra barata.
Publicado en: “La imagen del artesano y los oficios tradicionales a través de la prensa escrita, 1879-1960"
Autor: José María Mesa Martín
Colección : Marea
Llanoazur ediciones

Antonia Lorenzo Delgado o la magia del encaje de Vilaflor

  Antonia Lorenzo Delgado. 1955
 
Antonia Lorenzo es un ejemplo del valor que atesoraban las mujeres a las que les tocó vivir, en este Sur, en esos momentos en que se encontraban apresadas entre el hambre y la subsistencia. Con la ayuda de un artículo que publicó el periodista Vicente Borges, en abril de 1955 en el periódico El Día, y los recuerdos de sus nietos Damián González Lorenzo y Candelaria Lorenzo Fumero, se pueden hilvanar algunos pormenores por los encajes de la vida de esta luchadora mujer.
Antonia Lorenzo estaba casada con José Lorenzo Oliva, quien en el Censo Electoral de 1897 contaba con 49 años y de profesión labrador. En el Censo de la Población de Vilaflor, a 31 de diciembre de 1910, con residencia en la Calle Castaños, consta inscrita Antonia Lorenzo Delgado, contaba con 38 años, propietaria y viuda (en su documento nacional de identidad consta que nació el 13 de septiembre de 1870; hija de José y Nieves), y con 4 hijos: Francisco, que contaba con 10 años; Otilia, 8 años; Nieves, 6 años; y Josefina Lorenzo Lorenzo, 3 años. En esta vivienda también vivía su madre: Nieves Delgado Torres, de 70 años, propietaria y viuda.
Antonia Lorenzo acomodó una pequeña tienda en su vivienda de la Calle Castaños, en la que disponía de horno de leña en el que cocía pan. Ese, ya casi olvidado, pan de antaño, elaborado con trigo de la zona, molido en molino de mano, amasado con agua de manantial y con levadura madre, y cocido en horno con leña de almendro, de parra, de pino o de escobón.
En la Contribución Industrial y de Comercio para el año de 1913 y de 1914, consta inscrita Antonia Lorenzo Delgado, bajo el epígrafe de Vinos, café y aguardientes. Para surtir esta tienda adquiría productos en Santa Cruz de Tenerife, que se les enviaba por los barcos de cabotaje y que trasladaba a Vilaflor a pie y en animales de carga. La tienda ya no se registra en la contribución de 1915.
Por los comentarios de Antonia Lorenzo, que ya constaba viuda en 1910, se inicia en este arte del punto de aguja en su juventud, labor que compaginó con su tienda hasta que a partir de 1915 se dedica en exclusiva a la tarea del encaje de Vilaflor. Comenta doña Antonia: Sepa que, unas veces por el mar y otras por la cumbre, en lanchones, sobre bestias o a pie, iba a vender mis labores cuando me quedé viuda. Nunca me faltaron encargos y hoy no puedo atender todos los que me hacen. Cuando enviudé mi hijo menor tenía sólo un año. ¡Fíjese si tuve que arrima el hombro!
Este arte del punto de aguja, y según relata Antonia Lorenzo en el artículo de Vicente Borges, lo había aprendió cuando tenía unos 14 años, de manos de una señora inglesa de la que sólo recuerda que se llamaba María y que llegó a Vilaflor en busca de mejorar su salud, a finales del siglo XIX. Apunta doña Antonia: Era una dama buena y sencilla, que hablaba español bastante bien. Se hizo amiga del pueblo y nos ayudó cuanto pudo. A mí me enseñó este trabajo de los encajes, que ella aprendió en un colegio de su tierra.
Trabajamos con la aguja y el hilo, en el aire, sin apoyar nada en bastidores ni otras cosas. Doña María, la Inglesa, que dibujaba con manos de ángel, me enseñó, sobre una cinta de algodón, el punto puro, lo más importante de todo. Después, andando el tiempo, hicimos con la aguja y el hilo, nada más, punto de “nudo”, “logato”, “piña”, “Venecia” y “caramelo”. Últimamente uso una tela almidonada, invención de una servidora que me ayuda a trabajar mejor.
La viajera inglesa Margaret D´Este que transitó por este Sur en marzo de 1908 conoció el encaje confeccionado en Vilaflor, del que apuntó: se llama punto de aguja; no es una industria muy difundida, como lo es el calado, porque sólo se hace en Vilaflor y sólo se dedican a ella media docena de chicas. Confecciones, anota, que se enviaban al Puerto de la Cruz y por el que ganaban una peseta al día. Y lo describe: El encaje se hace en su totalidad con hilo, y comienza siendo como una estrecha trenza, cosida a aguja, sobre un diseño, y luego se rellena a punto de aguja con variadas puntadas y se le añaden mariposas y flores al diseño, es muy fuerte y bonito; el precio que se pide por él es extraordinariamente bajo.
Las hijas de Antonia Lorenzo también aprendieron ese punto de aguja, sobre lo que añade Candelaria Lorenzo: Y las tres calaban y hacían punto de aguja. Y con el punto de aguja, ellas a lo mejor trabajaban seis meses y a los seis meses disponían de cantidad y lo llevaban a Santa Cruz, y lo vendían.
Trabajo de precisión, de paciencia, tal como se expresaba doña Antonia, lo esencial para este trabajo: paciencia, gusto y buen ojo. Y por los que aún se acuerdan de ella en Vilaflor, conocemos que fue una maestra en este arte, no sólo por su buena labor con la aguja sino también porque se preocupó de que perdurara.
Antonia Lorenzo fue un ejemplo de generosidad, de valentía para transitar por las dificultades que fue hallando en la vida. Pero supo progresar a base de sacrificios, de perseverancia, en unos momentos en los que vivir en esta Comarca Chasnera no era nada fácil. Y lo forjó con sus hábiles manos, que amasaron el sustento a través de un hermoso baile entre aguja e hilo.