domingo, 31 de julio de 2016

Manuel Fumero González. Vocación y pasión por su tierra chasnera



Manuel Fumero González. Era Verde, 2011

Los quehaceres de Manolo Fumero fueron múltiples, se iniciaron a temprana edad en El Busio, donde sus padres, Manuel Fumero Hernández y Nemesia González García, se dedicaban a la agricultura. Era una vida perriada, anteriormente la vida fue un poco dura.
Manolo ayudaba a sus padres en las tareas en esta finca situada al Sur del pueblo de Vilaflor, sembrando papas, del cuidado de árboles frutales, además disponían de parras, con cuyos frutos elaboraban vino, y animales como camellos, cabras, ovejas, conejos, gallinas. Desde que supiera caminar ya estaba haciendo todo eso, y cuidando una cabra y echándole de comer a una oveja. Y bregando con el camello desde que tenía 12 años, iba al monte, a la cumbre, a bajar madera del monte de Granadilla. O ir por retama a la cumbre, cuando era un poco mayor, y como a tantos otros vecinos se topó en una ocasión con los guardas forestales de La Orotava. Me quitaron la retama y la silla, en la Boca Tauce, y allí en la Boca Tauce, en casa de Juan Evora, me la hicieron dejar. Hasta que fue a La Orotava a pagar la multa, diez duros, para que se la devolvieran.
Realizo duros trabajos en galerías, como en la de El Milagro, en La Candelaria o en el Salto de las Cabras. Una vez casado con Olga García Hernández continuaron residiendo en El Busio, y después se trasladó a El Tejar, de medianero. A continuación trabajó varios años en Santa Cruz de Tenerife, ejerciendo de taxista, hasta que regresó a Vilaflor para instalar el Bar Manolo, a comienzo de la década de 1970
El amor por su terruño lo expresa al recordar diversas facetas de sus quehaceres, como cuando describe las prácticas para la elaboración del vino, que luego despachaba en su emblemático Bar Manolo, el que mantuvo abierto durante varias décadas. Hasta veinticinco mil litros llegué a cerrar yo de vino, hacerlo. En su mayoría con uva blanca y algo de tinta para darle un poco de color. Y la dejábamos dormir, entonces se concentraba y salía el vino más encarnado. Una mecha de azufre y bien fregados los envases y todos los días le ponía la misma cantidad en cada envase y todos los días se ponía la misma cantidad en cada envase. Si estaba haciendo vino doce días, en los doce días le ponía a todos los envases. Y sacaba el mismo color y el mismo sabor.
Y a sembrar papas, cuidando, casi mimando cada huerta. Antes las huertas se cuidaban como oro en paño. Anteriormente se tenían las huertas bien abonadas y no se dejaba criar hierbas, ni nada, el jable aguanta la humedad. Arándola, limpiándola, cogiendo hierba con la mano, antes no se dejaba salir hierba en las huertas.


Equipo de fútbol de Vilaflor. El Salguero. Fotografía cedida por Ovidio Cano Cano

Otra de sus pasiones fue el fútbol, jugó un periodo corto, unos tres o cuatro años en los últimos años de la década de 1950, alineándose en el equipo de Vilaflor y en ocasiones en el de Charco del Pino. Jugaba aquí y cuando no jugaba allabajo. Antes no había comodidades pal fútbol, ni nada de eso. Como hoy que tiene casetas, agua corriente, balones, equipos, para yo jugar al fútbol me tenía que comprar hasta la ropa. Jugaba de central. De cabeza no había quien me quitara una pelota. Son años de escasez de todo tipo, la ropa y las botas se compraban en Santa Cruz, o se jugaba con lo que se disponía. También jugué con lonas.
Manolo aparece en una fotografía del equipo de fútbol de Vilaflor, fechada en 1958, en la que se recoge a los siguientes personas: De pie, izquierda a derecha: Daniel Hernández Quijada. Juan. Pilar Camacho, madrina del equipo. Sixto. Manuel Fumero. Miguel. Ovidio Cano Cano. Abajo, de izquierda a derecha: Guillermo Massanet. Ramón. Meme. Mario. Chencho
Manolo Fumero nació en 1934 en El Busio, momentos de escasez y apenas rota la incomunicación con la apertura de la carretera que enlazaba con Granadilla, que se abrió en 1928. El Municipio de Vilaflor de Chasna rondaba los 1600 habitantes. El abastecimiento de agua se surtía por una fuente pública, que además era abrevadero y lavadero, El Chorrillo, y tres grifos en el casco. Y sin fluido eléctrico, además se disponía de escasos comercios, y de varias escuelas instaladas en cuartos alquilados, a las que Manolo asistió a la que se ubicó en la Calle del Medio y a otra en La Plaza.
Y aquí se mantuvo casi toda su vida, hasta su fallecimiento en julio de 2016, salvo un breve periodo que por motivos de trabajo se trasladó a Santa Cruz de Tenerife, anudado a la tierra que con entusiasmo amaba, tal como expresaba en sus recuerdos. Contaba esos pretéritos momentos con pausa, con pasión, por más que fuera una vida perriada. Pero una dura vida en la que sobresalió por su buen quehacer en cada labor que emprendió.
Esos momentos, estas evocaciones sirvan cual reconocimiento a sus templadas narraciones, que tanto se anudaban a las tareas del campo, al contar las dedicación a siembra de la papa, al cuidado de frutales y animales, las idas a la cumbre, las galerías, los años tras la barra de su bar o sus recuerdos de las disputas deportivas.



Derecha a izquierda: Agustín Negrín, Manuel Fumero González, Juan Antonio Jorge Peraza, Juan José García García, José Trujillo González y Marcos Brito.
Vivencias del Ayer en las I Jornadas de Folclore y Tradiciones 2012, celebradas en el Centro Cultural de Los Cristianos