lunes, 12 de agosto de 2013

El Vicente Puchol, encallado en Las Galletas

 
  El Vicente Puchol y el remolcador Guanche o el Fortunate

En la madrugada del miércoles 24 de agosto de 1960 embarrancó el buque Vicente Puchol en las cercanías de Las Galletas, en el Roquito Floro, por encima del Cagao. Cubría la ruta Santa Cruz de Tenerife a San Sebastián de La Gomera y Valverde. El Vicente Puchol era un barco de algo más de 1.500 toneladas, con una eslora total de 86 metros, que podía desplazarse a una velocidad de 16 nudos y con cabida para trasladar una cifra que se acercaba a los trescientos pasajeros.
Era un buque con una dilatada vida marinera sobre su quilla, sobre sus cuadernas. Fue construido a finales del siglo XIX en los astilleros de Odero, en Génova, y puesto en servicio en 1896 por la Navigarione Generale Italiana, siendo bautizado con el nombre de Marco Polo. En 1910 fue adquirido por la Compañía Valenciana de Vapores Correos de África, cambiándose su denominación por la de Vicente Puchol, con la que se mantuvo hasta su desguase en la década de los sesenta. En 1917 pasa a formar parte de la flota de la recién creada Compañía Trasmediterránea. Después de cubrir diversas líneas marítimas y de haber participado en la Guerra Civil Española, realizó diversas rutas, como la conexión entre Málaga y Melilla, Baleares o las interinsulares canarias.  
A la una de la madrugada del 24 de agosto de 1960 partió el buque de Trasmediterránea, el Vicente Puchol, desde el puerto de Santa Cruz de Tenerife hacía San Sebastián de La Gomera. A su mando estaba el capitán Benito Felipe Gómez, quien contaba con una tripulación de 51 hombres y que trasladaba a 58 pasajeros, 55  con destino a la isla de La Gomera y 3 a la de El Hierro.
En esta madrugada, a las cuatro y diez del miércoles 24, encalló a su paso por las cercanías de Las Galletas. El barco embarrancó, sin que se conocieran sus causas, en una baja rocosa de la costa, en la zona conocida por El Cagao, casi en paralelo a la costa y con la proa orientada al sur. En un primer momento se informó que tenía una vía de agua que anegó la bodega número dos, noticia que con posterioridad se desmintió, siendo los desperfectos causados menores que los que en un principio se dio a conocer, en este su encontronazo con las rocas. Las primeras noticias de este accidente las dio un buque inglés, que transitaba por la zona, ya que el Vicente Puchol no pudo informar por averiárseles sus aparatos de comunicación.
Desde Las Galletas, y tal como contó su vecina Rosario Domínguez Rodríguez, se escucharon diversas detonaciones, “padre, yo oigo unos taponazos, era de madrugada, eso puede ser un barco que le pasó algo, y eso son bengalas de socorro.” El petrolero Teide, perteneciente a la marina de guerra española, que procedía de Guinea y que desvió su rumbo, fue le primer buque que les prestó auxilio. Con posterioridad se desplazó el remolcador Guanche, y cuyas primeras maniobras consistieron en sostener el buque y que la marea no lo empujase contra los rompientes; hasta la llegada del Viera y Clavijo, que trasladaba personal técnico de la Comandancia Militar de Marina a las ordenes del capitán de corbeta, Sanz y García de Paredes, además de un grupo de buzos para intentar ponerlo a flote. Asimismo, y dada la dificultad de sacarlo de las rocas donde se hallaba encallado, se hizo preciso el desplazamiento al lugar de otro remolcador, el Fortunate, llegado desde el Puerto de la Luz,  y el buque auxiliar de la armada, el RA-1.
En el momento del embarrancamiento, muchos de los pasajeros estaban durmiendo, por lo que la alarma fue aún mayor, subiendo en su mayoría a cubierta para tratar de conocer lo sucedido, encontrándose el barco escorado, con su proa orientada al sur, en la dirección en la que se estaba desplazando. Por medio de cuerdas se trasladaron a tierra a la totalidad del pasaje, maniobra favorecida por la bonanza de la mar y por encontrarse en pleamar, no registrándose lesiones graves. Por la prensa de la época solo se reseña las ligeras lesiones, al caerse en el momento de llegar a tierra, de una señora con varios meses de embarazo.
Para estos pasajeros, este día fue toda una odisea, no sólo por el accidente, sino por la tardanza en disponer de las condiciones adecuadas para socorrerlos y atenderlos, y con posterioridad, en la tardanza en disponer algún medio de transporte para su desplazamiento a Santa Cruz. El lugar donde embarrancaron era una zona despoblada, en las cercanías del barrio de pescadores de Las Galletas, al cual se desplazaron a través de las veredas que se utilizaban para el transito de los lugareños.
Una vez pasada esos primeros momentos de incertidumbre, se refugiaron en las numerosas viviendas que sus habitantes pusieron a su disposición, el pueblo se volcó con ellos, facilitándoles todo tipo de atenciones, suministrándoles agua, alimentos y alojamiento. Todo ello lo recuerda Rosario Domínguez Rodríguez, “era por la noche y yo fui a la venta, compré chocolate, ¡ah señor!. Estuvieron aquí todo el día, los gomeros, me dijo un señor que estaba aquí, que había ido por un poquito ropa, que se le iba a casar una hija, y tenía áhi en mi casa una maleta, le presté siete pesetas para coger un coche pa ir a Santa Cruz. Hasta la noche estuvieron aquí, ellos fueron en coche a Santa Cruz.”
Y no fue hasta la noche de ese día cuando se inició el traslado de los pasajeros a Santa Cruz de Tenerife, cuando ya algunos lo habían hecho por su cuenta. Otros incluso lo realizaron a la mañana siguiente. Una vez en Santa Cruz, la Compañía Trasmediterránea les buscó alojamiento hasta que pudieron partir otra vez rumbo a San Sebastián de La Gomera y a Valverde en El Hierro, está vez en el buque León y Castillo. 
Para sacar a flote al vapor-correo Vicente Puchol, que se logró a las cuatro de la tarde del día 25, y según informaciones publicadas en la prensa, como así lo han sido los otros datos aportados en este artículo, se utilizó dinamita para volar las rocas en la que estaba incrustado. Una vez a flote lo remolcaron hasta Los Cristianos, para su reconocimiento y desde donde partió en la tarde del día 26 rumbo al Puerto de la Luz, en Las Palmas de Gran Canaria, para su reparación. Este traslado motivó algunas quejas, reivindicaciones, por no disponer el puerto de Santa Cruz de Tenerife de las instalaciones adecuadas para este tipo de trabajos. Pocos años después de este accidente, fue desguazado en 1964. Y como apuntó Juan Antonio Padrón Albornoz, se fueron para siempre de la mar los muy bien recordados “melilleros”; asimismo conocidos en el argot marítimo, como a su gemelo el J.J. Sister, como las bicicletas, por su velocidad y su facilidad en la ejecución de las maniobras.   


Bibliografía: BRITO, Marcos: Paisaje en las Bandas del Sur [Tenerife 1890-1960]. Llanoazur ediciones