lunes, 14 de julio de 2014

Festejos de la Virgen del Carmen en Chimiche y Granadilla de Abona. Década de 1920

 
Iglesia de Chimiche

Los cambios sociales que ha experimentado el Sur de Tenerife ha hecho que las festividades populares sean claros referentes a los que aferrarse para preservar en parte algún indicio de nuestras costumbres tradicionales. Con gran arraigo y tradición se vienen celebrando en diversos pueblos costeros la festividad de la Virgen del Carmen, el 16 de julio, como en Playa de San Juan, Puerto Santiago, Las Galletas o Los Cristianos, cuya conmemoración se traslada al primer domingo de septiembre.
Pero también nos encontramos con festejos en su honor en tierra adentro, como las que hemos tomado como referencia para este artículo, las celebradas en 1922 en Granadilla de Abona; o en una de las iglesias erigidas en su honor, en Chimiche, barrio de tradición agrícola y ganadera de Granadilla de Abona.    
Este año en Chimiche tiene doble motivación, la inauguración de su nueva ermita, que había sido derrumbada por severidades del tiempo y la celebración de los festejos en honor de la Virgen del Carmen que tendrían lugar el 17 de julio. Para esta labor de su nueva edificación se reconoce las gestiones de todos los vecinos sobresaliendo: Gregorio Guillén, Arturo Arocha, Ramón García, Francisco Guillén y Antonio Arocha.
Para este día se contó con la banda de música de Granadilla de Abona, dirigida por José Reyes Martín. Por la mañana se ofició un acto religioso, en el que participó el Arcediano de Tenerife, Santiago Beyro, para con posterioridad salir en procesión con la compañía de la banda de música y una típica danza del país. Por la tarde se ofreció un concierto por la banda de música de Granadilla de Abona, con bailes populares en la plaza de la Ermita de Nuestra Señora del Carmen.
En estos primeros años los festejos en Chimiche se desarrollaban en dos días, el 16 y el 17 de este mes de julio, reservándose como día principal el último día; suponemos que para no coincidir con la conmemoración de Nuestra Señora del Carmen de Granadilla de Abona, que en estos años alcanzaba gran relevancia. Así se celebran las de 1924, donde a las nueve de la mañana del día 16 se efectúa una romería con acompañamiento musical para recibir a las autoridades civiles y eclesiásticas. A las once de la mañana se oficia una misa cantada con banda de música, celebrada por el párroco Esteban Hernández Ramos. Este primer día finaliza con bailes en la plaza de la Iglesia.
  Procesión con la imagen de la Virgen del Carmen

A las 8 de la mañana del día 17 se oficia una misa cantada y a las once sale en procesión el vecindario con la imagen de la Virgen del Carmen, acompañada de la Banda de Música de Granadilla y una agrupación de guitarras y bandurrias. Abrirá paso una típica danza, bailada por electos de la localidad. Con posible referencia a la tradicional Danza de Varas de Chimiche. A la 1 de la tarde, regreso al templo de la procesión, efectuándose la tradicional Entrada, con lluvia de cohetes y otras distracciones del caso. La tarde noche de este año se efectuó el paseo con música, bailes en la plaza y en diversas casas del pueblo, y como cierre un concurso de fuegos artificiales con la participación de pirotécnicos llegados de varios puntos de la isla. 
Los meses de junio y julio de 1922 estuvieron plagados de festejos en el pueblo de Granadilla de Abona. Tras la brillantez de la conmemoración, según cuentan las crónicas de la época, de su patrono San Antonio de Padua; en julio se festejaron, con la mayor ostentación, los de Nuestra Señora del Carmen. Comenzaron el sábado día 15, con un concierto a cargo de la banda de música que dirigía José Reyes Martín; organizado, a las tres de la tarde, en honor de los forasteros que visitaban el pueblo por estas fiestas, que venían atraídos por la fama que ya tienen estas fiestas, siendo insuficientes las fondas para albergar a tanta gente. Por la tarde se efectuó una carrera de sortijas a caballo, con cintas donadas y bordadas por las jóvenes del pueblo. Por la noche se ofició una función religiosa en la que participó el Arcediano de Tenerife, Santiago Beyro. Después de la cual se introdujo una velada artístico musical en el Casino Unión y Recreo, y diversos bailes.
El principal día de estos festejos fue el domingo 16 de julio. La animación llegó al despuntar el alba, a las seis de la mañana, con una diana en la que participaron gigantes y cabezudos. A las diez se ofició otra función religiosa con la colaboración de Santiago Beiro. Y por la tarde tuvo lugar el acto de la colocación de la primera piedra para la construcción de una casa escuela.
A las cinco y media en punto de la tarde, llegaron las autoridades civiles, eclesiásticas y militares y en automóvil el doctor Beyro, procediendo este señor a la bendición y colocación de la primera piedra en la parte sur de la Alameda González Mena, la cual había sido decorada artísticamente. Se pronunciaron discursos, mereciendo citarse por su elocuencia el del doctor don Santiago Beyro y el del cura párroco de la localidad, y se leyeron también varios trabajos literarios. Resaltándose el leído por Lorenzo Villalba Fuentes, que fue redactado por Blas Batista. Los festejos continuaron con un concierto de la banda de música, una función religiosa después de la cual se procedió a la procesión con las imágenes de Nuestra Señora del Carmen y San Antonio de Padua, quemándose en su trayecto numerosos fuegos artificiales. En horario nocturno se prolongaron con diversos bailes, resaltando el organizado por el Casino Unión y Recreo.
Costumbres festivas en honor de una Virgen marinera en tierra adentro, en las medianías de un Municipio ligado al mar por El Médano y Los Abrigos, donde la devoción llega impregnada de aromas de mar. Conmemoraciones que trascienden más allá del acto religioso, que perpetúan la idiosincrasia de un pueblo y que como tantas otras han andado al ritmo que ha marcado el desarrollo económico de la zona. Modos y formas que no ha sido capaz de cercenar el desarrollo turístico, desmesurado en algunos casos, gracias al sentir que profesan este grupo de personas que año tras año atan para la posteridad buena parte de nuestra tradición.