lunes, 4 de noviembre de 2013

Colores del Sur 1. Piedra natural. Arguayo

 


Colores del Sur 1

Sequedad, pardos, marrones, terrosos, como esas llanuras pardas, unamunescas, propias para el patinar de atormentadas fiebres espirituales, que tantas veces describió el poeta Emeterio Gutiérrez Albelo.
Fotografía: piedra natural. Arguayo, 2006

La carretera vieja del Sur

  La carretera vieja del Sur
 
Las carreteras para comunicar el Sur han tenido diversas líneas de actuación: la conocida por carretera vieja, la C-822, la actual TF -28, que parte desde Santa Cruz de Tenerife y transcurre por las medianías, la que aún serpentea su gris marengo por cada loma ocre, inició su andadura en 1864, pero no llega a Granadilla de Abona hasta 1933, y tuvo que pasar casi una década más para que se pudiera circular por ella hasta el Municipio de Arona. Y para arribar a Guía de Isora, por las medianías hubo que alargar la espera hasta mediados de la década de 1970. Como todo en éste Sur.
Tierras que ha sido alabadas por su sosiego, tal como apunta el poeta Arturo Maccanti, cuando entra por las puertas de la carretera vieja, avanzando por la lentitud de sus más de mil curvas. Tomar un día la carretera vieja del Sur y perderse en aquel aire quieto, recobrar un pulso vivo y familiar, real y humanísimo, donde escasea el esplendor de una tierra que no es metáfora, no prestidigitación, sino que se presenta con el limpio, modesto y austero ropaje de su aridez. Porque las tierras del Sur no son de superficie, sino de hondura, profundidad de pozos y de espejos, y quien busque el destello sólo hallará la luz gastada desmoronándose por sus cresterías lunares.
Fotografía que podría situarse, en la década de 1930, en el Municipio de Arico. 

BRITO, Marcos: Paisaje en las Bandas del Sur [Tenerife 1890-1960]. Llanoazur ediciones

A Lavar, al barranco de Achacay. Los Cristianos


  Carmen Infante, en primer plano, y Emilia Marcelino
 
La escasez de agua obligaba a la población a habitar zonas cercanas a fuentes, a barrancos; al aprovechamiento de las aguas de lluvias; lavar, en baños de cinc o en la pila de cantos recubiertos por arena y cal, con agua salobre de pozo. A lavar, se iba a los lavaderos construidos en las atarjeas de riego; o cuando corría el agua por los barrancos. En Los Cristianos se lavaba en los de El Coronel y en de Achacay, donde se sitúan dos de estas fotografías. En ellos se formaban varios charcos después de las lluvias, ideales para la limpieza de la ropa. Allí se iba mientras se mantuviese las escorrentías; eran momentos para el lavado, sobre todo, de las ropas grandes, sabanas, mantas, etc. Estas dos imágenes, y según recordó la tristemente fallecida Carmen Infante Domínguez, la niña que aparece a la izquierda, están tomadas en el barranco Achacay, donde está lavando Emilia Marcelino, y en la que también se reconoce a los niños Gerardo González Martín y Mª Jesús Domínguez.

Lavar en el Barranco de Achacay
También se acercaban a lavar al barranco de La Arena, al norte de Biseche, a unos charcos y eres conocidos por Amara, muy estimados por la duración de sus aguas, que en algunos años no solía agotarse. En el barranco de El Coronel existían varios eres, tres eres grandes nos relatan varias fuentes orales, de ellos proviene el nombre de Asomada de los Eres, y que se situaban por encima de la Cueva de San Sebastián, a cuya altura se encontraban unos charcos donde se aprovechaba para lavar, y dejar para el abastecimiento domestico el agua de estos eres. El ere es una poceta en el cauce del barranco que las escorrentías la han llenado de arena fina y agua; la arena retiene el agua, evita su rápida evaporación; para obtenerla bastaba con escarbar un hoyo y esperar que el agua se clarificase antes de recogerla.
Asimismo se limpiaba la ropa en unos lavaderos que existían en Las Mesas y en Las Madrigueras, agua continua que se recogía de las atarjeas que discurrían por esos lavaderos y que después se utilizaban para el riego, en el caso de Las Mesas para tomates y en Las Madrigueras para tomates y plátanos.
A lavar se iba con toda la ropa de la casa, que no era mucha. En muchos casos se llevaba la comida, unas pelotas de gofio, algo de pan, de queso y hasta pescado salado se llevaba cuando se iba a Las Mesas, y allí calentarlo y arrugar papas mientras lavaban y esperaban que se secara la ropa. A lavar se iba, en muchos casos, con todo la chiquillería de la casa; y allí esperaban, entre juegos a que se secara, incluso, la muda que habían llevado puesta.

BRITO, Marcos: Los Cristianos 1900-1970. Vida cotidiana y fiestas populares. Llanoazur ediciones