jueves, 19 de septiembre de 2013

La Mariposa, una historia entrañable


 
María Romualda, Salvador y la Mariposa. El Monte, enero de 1953


La leche, el primer y más duradero vínculo alimenticio, provenía en este Sur de la cabra. Su ubre siempre estaba disponible, recién ordeñada: sola, con sal, azúcar, pan o gofio. Y ante la ausencia de leche materna también se empleaba esta leche. Salvador, al igual que sus hermanas Isabel y Paulina, fue alimentado de esta manera, mamando directamente de las ubres de la Botona. Provenía de la manada que tenía su padre cuando trabajaba en Llano Azul, continuó con la familia en el traslado a Cabo Blanco y a Cañada Verde donde nació Salvador, y donde falleció la Botona.
La hija mayor de Salvador y doña Ofelia también se alimentó, mamando también directamente de las ubres, hasta los siete años, cuando comenzó a ir a la escuela pública de Las Galletas. En la fotografía, tomada en El Monte en enero de 1953, se aprecia la postura que tomaba Salvador cuando la niña era pequeña, comenzaba limpiándole la ubre a la cabra, sentándola sobre sus muslos, aquello es de las primeras veces que pegué a darle y pegarla y quedarse mamando, pero no dejarla jartar. Vera usted que pa eso pa criar con leche cabra, cambiar !eh¡, la deja mamar un rato y después le daba la madre, lo poco que daba y después un agüita de arroz. Ya cuando María Romualda era un poco mayor, la Mariposa se acercaba a ella para que mamara, yo venía de abajo de Punta Rasca, del Faro parriba, yo llamaba la Mariposa, venía donde estaba yo, la manoseaba, le espuntaba con leche la teta y ella salía en busca de María Romualda, jugando allí en Bebederos, donde está el árbol grande, ella asomaba por arriba del Morro los Perros p’acá y desde que la vía venir ahí iba a encontrar, ya se paraba, se cogía de un lado, mamaba de una teta y de otra, y la cabra rumeando o remoliendo como solían decir y la lambía, le lambusaba la cabeza y tal.  
La manera de llegar la Mariposa a la manada de Salvador es fiel reflejo del entramado social de agradecimientos y de intercambios de baifos que se producía, ya sea entre los cabreros o con aquellos que sólo tenían algunas. La Mariposa procedía de una cabra que vino engendrada de Las Palmas, en una cabra negra estañaá que trajo don Paco Medina, que se la mandaron de regalo, una machorrita, y parió tres,..., dos baifas hembras y un baifo macho. Pero no fue directamente Francisco Medina, residente en San Miguel, quien se la dio a Salvador, sino Fulgencio Hernández, se la pidió a don Paco Medina, y el baifo pa traermelo a mí, yo devolví después, ¿no?, y a él también lo recompensaba,.... Recompensé a don Paco con dos recentales y a don Fulgencio le daba otro, porque agradecido, porque si tú estas en Los Cristianos y sabes una cabra que es buena y me traes una baifa,¡caramba!, no es pago con muchas gracias.
La Mariposa era una cabra fore, una cabra variá, pero no de mucha altura, cuerpo largo y corto. Poseía un cogotito largo y después los cuernos, los cuernitos no eran muy largos y después arqueados así, esa fue la maldad después de ella, y un ubre, pues poco le bajaba de las corvas, muy bien ubrada, ¡fuerte cabra leche!. Era fore y después una lista, como la madre, por un lado. Comenzó a darle de mamar a María Romualda cuando estaba en su segundo parto, era machera, criaba muchos machos. La narración que se transcribe nos describe lo acontecido alrededor de 1960, el sentimiento de una niña por los animales, su amor por una cabra en la que mamó. Se ha querido plasmar este diálogo completo, tal cual lo narró Salvador, rico en detalles, abundante en matices. Oírselo contar es verle la luz llegarle al rostro, la sonrisa estrenarse una y otra vez, es contemplar su emoción contenida a través del brillo reciente de sus ojos.

Pues verás que cuando yo la cambié por otra, y cuando vino de la escuela, que iban a Las Galletas a la escuela, caminando, y nada pues que mi madre le dijo que yo había cambiado la Mariposa por otra cabra y ella fue arriba, llegando allá arriba a la línea de don Alfonso, no se si recuerdas ver un coche quemado al lado de la carretera bajando pa Las Galletas, y allí estaba yo con las cabras, y otro chico, Toñito, que era de uno de Las Palmas que tenía unas tres cabras con las mías, y estaba ai conmigo y ese día me cuadró, mire, María Romualda llegó con los ojos parecían dos charcos de agua, colorados, ¿qué te pasa María Romualda?, abuela me dijo que usted quitó la Mariposa por otra cabra, yo no quiero sino mi Mariposa. Pues vetete p’abajo María Romualda que de aquí a la noche está la Mariposa en casa.
Luego ese día me dijo mi hermano que dejara entrar las cabras a los tomateros allí al rodesmo, del túnel hasta abajo donde está saliendo el revuelto, era una tomatera ya vieja llena de revuelto y aquellas paredes llenas de marmojallos, era un año que no había llovido, llovió poco, y ese día iba con fin de que las cabras entraran allí. Dije: Toñito te vas palalto del rodesmo que allí hay entodavia una chocita, cuidado que las cabras no se metan por el túnel y se van pa La Laguneta. Y nada pues que voy a buscar la Mariposa.
(…)
Y así regresó la Mariposa, ya con unos nueve años, a su casa de siempre, a la que llegó siendo una baifa, y en la que estuvo hasta los 16 años, y aún con esa edad, ese último año crió un baifo. Miguel Rodríguez era un marchante de ganado, pa matar y negociar, él vivía allí en El Calvario, en San Miguel, se llevó las dos cabras y la oveja a cambió de otras tres cabras. La quité porque le hice ver a María Romualda el porqué la vendía, porque a las cabrillas, a las cabras nuevas o cabra que fuera alante de ella le tiraba, y como eran los cuernos así, la enganchaba y cuántas me dejó cojas. Los cuernos no eran muy grandes y eran engarrotaditos y no sé como tiraba así y enganchaba y es como el que coje un gancho pa tirar por otro y las tiraba y las dejaba cojas y después María Romualda contempló eso un día que fue con ella, ¿ves tú María Romualda?. Yo quería mucho a mi padre y a veces me acuerdo del, pues dice, pues véndala. Le avisé a Miguel Rodríguez y vino por ella y se la llevó. El recuerdo a su padre viene motivado porque él dejó morir a una cabra de vieja, la Melaá, cosa que Salvador no pudo hacer con la Mariposa por su carácter arisco con el resto de la manada.

Esta práctica de alimentar a niños con leche de cabra, mamando directamente de la ubre, no era un hecho excepcional. Salvador nos relató otro caso, el de dos hermanos en El Monte, algunas décadas antes de trasladarse su padre a esta propiedad. Que sepa por el señor Isidoro Rancel Rodríguez, el hermano José y no sé, yo creo que era Ismael, se criaron en una cabra allá en El Monte, estaba señor Miguel Rancel de cabrero con doña Clara. Además de los que nos pueden relatar otros cabreros. También se conoce una baifa que se crió, en Oroteanda, alimentándose de la leche de una mujer.

Bibliografía:
BRITO, Marcos: Salvador González Alayón. Un cabrero para la leyenda
. Llanoazur ediciones