lunes, 26 de agosto de 2019

La mar y Francisco Brito González, "Francisco el de Eulalia"


Francisco Brito González y uno de sus barcos. Los Cristianos

La mar y Francisco Brito González, Francisco el de Eulalia

Se podría decir que Francisco Brito González, Francisco el de Eulalia, nació en la mar y para la mar. Hijo de Eulalia González Barrios y de Francisco Brito García, gente de la mar, al igual que sus abuelos, tanto maternos como paternos, José y María Juana; y Manuel el Sordo y María Prima.
Francisco narraba con cariño las peripecias de sus padres, que vendieron el pescado jareado y fresco. Los vi, a él y a mi madre, salando pescado y secando y después en una burra que tenían los Rajianos, que le decían antes, aquí encima. Y estaban dos días por áhi, vendiendo pescado, jareado. Casi siempre viejas, iban los dos, mi padre y mi madre. Su madre vendió también, una vez que falleció su padre, con una cesta de pescado pa Arona, que ya había guagua, la guagua de Pepe y de Gaspar. Y cogía la guagua aquí por la mañana e iba por ese Arona, o más arriba, a Las Vistas, por todo eso por áhi, por ahí lo vendía y venían pa la casa otra vez.
Francisco conocía la mar desde todas sus vertientes, se crió y se mantuvo toda su vida, en esa orilla que conoció como la palma de su mano. Escucharlo era regocijarse con su sabiduría, aprendida de la naturaleza, como cuando relataba sus recuerdos sobre la obtención del gofio de vidrio, cuyas matas recogía en El Camisón y extraía su semilla en las desaparecidas pilas de vidrio en la tosca que había en la costa, en las cercanías de la Baja del Camello. Unas pilas grandes que a marea llena se llenaban de agua y echábamos el vidrio, allí dentro, se remojaba y después lo pisábamos con los pies hasta que se abría todo y largaba toda la semilla. Se recogía la rama y la semilla se depositaba en el fondo del charco, se sacaba y se secaba antes de tostarla y llevarla al molino para obtener el gofio. Salía un poquito salado y lo amasabas tú y era más bien negro, pero era bueno de comer. Será porque había miserias en ese tiempo.
Asimismo trabajó en la obtención de cal, en los hornos de El Camisón, sobre todo en la ayuda a su amigo Manuel Ledesma Hernández, Manolo el de Macrina. Éramos amigos y el padre se dedicaba a echar alguna jornada de cal.
La conversación con Francisco fluía con naturalidad, con esa que aporta el conocimiento que se ha adquirido en la experiencia. Como cuando hablaba de esos lugares olvidados, de esa toponimia perdida, como los charcos: Charco de Lola, Charco María Prima, Charco del Lino o el del Chorrillo, era en los salones viejos que habían áhi, y no había muelle, y pegado a La Planada de los salones, hacía esquina, y había una entrada que llegaba el agua a entrar por allí padentro y a ese le decían el Chorrillo, allí varaban barcos. Una entradita grande, ancha. En el Chorrillo varaban dos o tres barcos. Como el de Manuel el Sordo, abuelo de Francisco.
O como esas denominaciones de la Playa de Allá y la Playa de Acá, mirando desde El Cabezo, ¿Por la parte allá de la Casa Jorge no había un salón?. Pues por la parte allá del salón, por allí varábamos. Aquello le decíamos la Playa Allá y de allí pacá la Playa Acá, porque muchas veces nos reuníamos ahí en la arena, en la playa, a jugar a la pelota y ya, el nombre fue eso la Playa de Allá, con la Playa de Acá.

Francisco Brito González. Los Cristianos, 2013

Francisco se inició en la pesca, con su padre, desde los nueve años, mi tío Rengue era quien pescaba con mi padre antes de la guerra y como se fueron pa la guerra, mi padre jaló por mi, y yo iba pa aguantar los remos y ya después íbamos, salíamos un poco más lejos, que fue la vez que fuimos a Teno. Y de Teno recordaba ese fatídico momento en el que falleció su padre, en marzo de 1941. Allí fueron a pescar con su padre, Francisco y su hermano Mariano, en el San Juan, un barco de unos 7 metros propiedad de la empresa Lloret y Llinares.
El barco disponía de vela, pero nunca pudimos echarla porque el viento venía a la contra, el viento venía de allá. A remo fuimos hasta la Playa San Juan, salimos de aquí a mediodía y llegamos a la Playa San Juan, que íbamos bogando contra el viento pallá, y allí llegamos, fondeamos en la Playa San Juan, allí cenamos. Dormimos en el barco, y allá a la madrugada se levantó, echamos a bogar otra vez y cuando llegamos a Teno ya estaba el día aclarando.
Pescaban a morenas y viejas que abrían y jareaban en el mismo lugar, durmiendo en una cueva cerca a la mar, salvo esa fatídica noche que durmieron en el barco. Esa noche fue la que nos quedamos en el barco, del sábado para el domingo, y cuando estábamos acostados sentimos el barco que tocó en tierra, así por la banda. Me acuerdo que mi padre dice: Francisco coge los remos y métetelos debajo de la barriga. Pensado él que el barco estaba sano pero tenía un fondaje así [como de un metro de largo]. Entonces cogí los remos, y con ellos en la barriga, le oí decir a mi padre ¡Ay señor¡ Ni lo vi más.
El viento lo arrastró pa tierra, a una baja y allí fue donde encalló, porque allí le decían la Cueva de los Palmeros, donde nos pasó eso. Y entonces oímos tocar el barco en tierra y mi padre se levantó y nosotros, a mi me cogieron con los remos atrapados un poco. Empezamos a sacar el barco de allí, lo sacamos más afuera pero lleno de agua. Mariano sobre un leito y yo en otro, así por achicarlo pero que va, pero después al otro día, de madrugada, le dije a Mariano, mira si puedes subir por áhi parriba, cuando aclaró el día, y llamas a Manuel Casañas, era uno de aquí de Alcalá.
Y cuando Mariano subió por allí, pa donde yo le dije, llamó a ese muchacho, vino, él y el hijo en el barco. Y dice: ¿y tu padre?. Le dije que no lo veo desde tal hora de la noche, así como la una, o por ahí.
Vino ese Manuel Casañas en el barco, coge el mirafondo, del barco dél, mira pal fondo y estaba en el fondo, allí mismo. Lo lograron sacar y se le enterró en Buenavista. Y así quedó allá. El día doce de marzo del cuarenta y uno.

Francisco Brito González y la cruz en memoria de su padre. Teno, 2014

Después de la muerte de su padre, Francisco continuó en la pesca, pescaba con José María, el padre de Canore, yo pescaba con él en un bote que hizo mi abuelo, dentro de un cuarto que tiene todavía, el cuarto existe, y mi abuelo hizo un barco. Mira tú que el barco cargaba en ese tiempo doscientos y pico kilos, de caballas o arenques, en el chicharro, lo que se cogiera.
Después de contraer matrimonio con Mariana Morales Melo, compraron un barco, en Las Galletas, el María Jesús, el nombre de su hermana, en el que iba a pescar con su hermano Mariano. Después el San Luis y el Olga. Después de la Olga ya no tuve más. Y áhi andábamos, pallá y pacá. Además de ir a la pesca en otros barcos como el Irún y en el Poeta Arcilla.
Francisco el de Eulalia, y en su vida siempre la mar, inició su labor en la niñez, en esos años que no había tiempo para asistir a la escuela, porque primero había que surcar la mar en buscar de la pesca, del diario sustento. Y en la mar anduvo toda su vida, en su primera infancia empapándose con las vivencias de su familia, con posterioridad ejerciendo de pescador, y hasta su fallecimiento, en agosto de 2018, con la vista en la mar cercana, con la recreación de sus vivencias en las conversaciones con cualquier persona que se acercara a saludarle y a charlas de sus momentos de vida.