sábado, 12 de diciembre de 2015

Camellos en el Sur de Tenerife

  El Médano, a comienzos del siglo XX      


El camello, dromedario sería su verdadera denominación, fue el compañero ideal para transitar por las veredas resecas del sur de Tenerife. Fue, en palabras de Ildefonso Maffiotte, ´punto de referencia para la profundidad del paisaje`. O como diría Luis Álvarez Cruz, ´símbolo de las tierras del Sur de la isla`, símbolo de la austeridad, del trabajo callado, del silencio pausado, como la tierra misma, como el mismo campesino.
El camello se introdujo en las islas procedente del continente africano, una vez que fueron conquistadas las islas. En el Sur encontramos múltiples referencias a su asentamiento, a comienzos del siglo XVII, y según se recoge en ´El Mayorazgo de los Soler en Chasna`, de Carmen Rosa Pérez Barrios, lo están entre los bienes existentes en la creación de este mayorazgo. El término de camellos que poseían, y de los que les pertenecían las cinco sextas partes de la mitad era de Pedro de Ponte, regidor perpetuo. Se encomienda y obliga a su hijo y demás sucesores, a que en el caso de que dicho término en algún momento faltase, procurasen obtener crías, conservándolas en el mayorazgo, por ser de gran valor para los sucesores.
Y para finales del siglo XVIII, Pedro de las Casas Alonso, en ´Adeje. La Casa Fuerte, el Gobierno y la Iglesia`, apunta que en el mes de junio el guarda responsable de los camellos de la Casa Fuerte de Adeje llevaba las hembras a Las Galletas, allí estaban hasta diciembre, y en enero pasaban a la Punta del Camisón, La Caldera, Guía, Chío y Alcalá. En el padrón de habitantes de 1779 se recogían 61 camellos pertenecientes a la Casa Fuerte.
Pedro de Olive, en su Diccionario Estadístico-Administrativo de las Islas Canarias, y con datos relativos a 1859, nos anota un número testimonial de estos animales en las tierras sureñas. No los recoge para Adeje, Granadilla, Guía de Isora, Vilaflor y Santiago del Teide. Sí anota 3 en Arona, 5 en Arico y 4 en San Miguel.
Juan López Soler, en La Isla de Tenerife. Su descripción general y geográfica, publicado en Madrid en 1906, al mencionar el camino de San Miguel a Los Abrigos, hace referencia a que con frecuencia se encuentran parejas de camellos transportando las losas extraídas de las canteras del barranco de la Orchilla, para exportarlas con especialidad a la isla de Cuba. 
El camello, en este extremo Sur de la isla, sustituye, para toda clase de transporte, al ganado caballar y mular, por lo cual se ven con frecuencia parejas de ellos en todos los caminos que enlazan a los llamados puertos de Los Cristianos, Abrigos, Médano, Porís y otros, con los caseríos a ellos inmediatos.

  Los Cristianos, hacia 1930
Las estadísticas consultadas para el siglo XX nos apuntan que son las décadas de los cuarenta y cincuenta cuando están registrados su mayor número, decayendo a partir de los sesenta. Para el año de 1941, las Juntas Locales del Fomento Pecuario, o en su defecto los Inspectores Veterinario Municipales, enviaron al Ministerio de Agricultura los datos siguientes: en Adeje existían 5 camellos; en Arico: 168; en Arona: 85; en Granadilla: 53; en Guía de Isora: 4; San Miguel: 75; Vilaflor: 71; y ninguno en Santiago del Teide.
Otro dato que nos aporta estas estadísticas es que, en su gran mayoría, cada propietario poseía un solo animal. Como ejemplo citemos el caso del Municipio de Arona, donde, los 99 que se recogen con fecha 31 de diciembre de 1945, estaban repartidos por casi todos los barrios. Uno había en cada uno de los barrios siguientes: La Sabinita, Guaza, Montaña Fría, Mojonito, Chayofa, Topo, y Cruz Alta. Dos, en Túnez, de Francisco Cabrera Tacoronte, y Vento. Con tres, Altavista y Las Madrigueras, estos últimos pertenecientes a Antonio Domínguez Alfonso. Con seis, Hondura y Cabo Blanco. Con siete, Los Cristianos, de los cuales cuatro eran propiedad de Miguel Bello Rodríguez. Con ocho, Arona casco, tres de Eugenio Domínguez Alfonso. Con catorce, Buzanada. Y el resto, cuarenta y uno, estaban censados en el Valle de San Lorenzo. 
El camello desempeñó un papel importante en la vida cotidiana de nuestro pueblo. Se utilizaba para arar, para trillar, para el transporte, de todo lo transportable: piedra de cal, cal, pinocho, ataos de tomates, cantos, papas, arena, jable, piedras, plátanos; grandes y menudos; carga y transporte recorriendo nuestra geografía al vaivén de su cansino caminar; al son de la melodía de su esquila. También se aprovechaba su piel, su carne o la grasa de su joroba, la corcova de camello, sobre todo en masajes para dolores y jeitos o para combatir las hemorroides. En la actualidad lo podemos contemplar como reclamo turístico y, como no, cada 5 de enero en la Cabalgata de los Reyes Magos.
Nos dejo una profesión, casi olvidada: camellero. Para serlo se requería unas buenas dosis de destreza, sobre todo en épocas de celo, experiencia y temple. Una profesión que ha ido desapareciendo de los censos de población. A modo de ejemplo podemos citar los que se recogen en el censo electoral de 1890 para Granadilla de Abona, y que asimismo nos hace reflexionar, y preguntarnos si realmente en este pueblo no hubiese ningún camello, según Pedro de Olive, treinta años antes. En Granadilla se encontraba como camelleros, Juan Pimienta y Manuel Reyes Rodríguez. En Charco del Pino, Esteban González. En Yaco, Antonio García y Manuel Torres Márquez. Y en Los Abrigos, Juan Marrero González. 

  San Miguel de Abona. Década de 1960  

Las fotografías que acompañan este comentario están obtenidas, una en El Médano, a comienzos del siglo XX, y en la se contempla a camelleros y arrieros a la espera de algún barco de cabotaje para trasladas su carga al interior. La que está fechada hacía 1930, recoge en La Planada, Los Cristianos, a Nicolás Melo Cabeza, quien en el censo de población de 1920 aparece domiciliado en el Valle de San Lorenzo y cuya profesión era la de arriero. La camella esta provista de la silla de carga, para transporte de mercancías; al cuello porta la esquila; también va equipado de sálamo y  cabestro, al cual va atada la soga que porta Nicolás Melo; y quien en su mano izquierda sujeta el palo del camellero, de alrededor de un metro de longitud, con la trenza atada a un extremo. Y la tercera que se sitúa en San Miguel de Abona, se trilla una pequeña parva. Era que se ubicaba al Sur del colegio público de San Miguel de Abona. A la derecha se sitúa el grupo de casas que se alinean por la Calle Bethencourt Alfonso y al Sur la montaña Chimbesque.
Su paso, parsimoniosa gracia olvidada del paisaje, elegante, diríase que orgulloso desde su cima panorámica, se mantiene, revive, gracias al recuerdo de nuestra tradición oral, ayudado por algunos topónimos que se desgranan por la geografía de este Sur de ocres infinitos, de tierras tostadas, por más que en la actualidad no mantengan ninguna relación con la actividad que motivó su denominación. Sobresale el barrio aronero de La Camella, y después una larga lista como los de: Baja del Camello, Toscón del Camello, Punta del Camello, Llano de los Camellos, Alto del Camello, Ladera de Los Camellos, Cañada del Camello, Téfana del Camello; incluso El Camino de Los Camellos, que transcurre entre Arona y Vilaflor; o la Cañada de la Camellita, en Las Cañadas del Teide.

Documentación: BRITO, Marcos: Los Cristianos 1900-1970. Vida cotidiana y fiestas populares; Valle de San Lorenzo. Imagen y memoria; Y Paisaje en las Bandas del Sur [Tenerife 1890-1960]. Llanoazur ediciones