martes, 27 de agosto de 2013

La mar en la memoria de Benito Sierra Melo, Tito



 
Benito Sierra Melo, 2007
 
A este viejo marino sus recuerdos le brotan como las mareas playeras de septiembre, a borbotones, con ímpetu. Su memoria fluye entre remos o marullos, entre barcos de cabotaje o de pesca, entre cañas o chinchorros, anclada eternamente a la mar. Benito Sierra Melo (Los Cristianos, 1909-2009), o mejor Tito como cariñosamente se le conoce, nació en El Coronel, en cuyo lugar efectuaban labores de medianeros sus padres, Isabel Melo Martín y Benito Sierra Tavío. Dejan este trabajo y su familia emigró a Buenos Aires, y fui yo pequeñito en los brazos de mi madre. Nosotros estuvimos dos años y mi padre estuvo cuatro, y Leandra fue también y Cho Eladio, en el mismo barco.
Cuando regresan a Los Cristianos habitan en una vivienda en El Cabezo, y pocos años después su padre va en busca del sustento a Cuba. Esto fue alrededor de 1920, como así se corrobora en el Padrón de habitantes de Arona para ese año, en el que su familia se encontraba inscrita en Arona casco. Benito Sierra Tavío, de 34 años, se anotaba: “ausente en Cuba”; Isabel Melo Martín, de igual edad; y sus hijos: Antonio, de 14 años; Francisco, de 13; Benito, de 12; Elida, de 10; Alfredo, de 8; y Nicolás, de 4 años.
 
Benito Sierra Melo
Tito acompañó en su infancia a su abuela Nicolasa Martín, casada con el pescador Antonio Melo Martín, en el trasiego de llevar el pescado a las medianías para intercambiarlo por productos de la tierra. Aquí llegaba yo a veces, y de samas, y el montón de samas áhi se le hacía de noche, áhi, salando samas, mi tío Pepe y mi abuelo, porque mi abuelo se ponía de cuatro patas y no se sentaba, salándolas, después las secaba un poco y después mi abuela, tenía una burra pa llevarlo, íbamos a Vilaflor a vender y a esa Escalona y todo eso por áhi, yo era un muchachito chico y me llevaba con ella.
Su escuela, a la oficial apenas pudo asistir, la recibió aprendiendo en las labores del campo. Sin contar aún con diez años ya trabajaba con Leopoldo Domínguez en la Asomada de los Eres. Me llevó pa hacer cajas, chiquito yo, pa na más que hacer cajas, las maderas venían sueltas y todo el día haciendo cajas pa los ataos. Después sus manos se esmeraron en los cultivos de tomates, en fincas propiedad de Juan Bethencourt Herrera, en El Carmen, y de Antonio Domínguez, en Las Madrigueras. El cambio lo motivó el mayor salario que le ofreció éste último. Los hombres ganaban un duro, pero a mí me pagaban cuatro y media. Si vienes conmigo te pago seis pesetas. Mira, cuando el hombre me lo dijo, eso me volví loco, porque todos los hombres aquí no ganaban sino un duro. Áhi estuve en el veinticuatro y el veinticinco y después en el veintiséis me embarque en el Isora, con el patrón Manuel Perdomo y seño Esteban el Kilo, el del Valle, era el contramaestre.
Sus recuerdos traen a la orilla el aroma de la sal de alta mar, una larga lista de barcos de cabotaje donde faenó. Además de su primer embarque en el Isora, del armador José Peña Hernández, también trabajó en el Santa Úrsula de la compañía Thorensen, en la que era difícil ingresar al tener mejor salario que el resto de la compañías. Por eso el que lo coge no lo suelta más, porque eran doscientas pesetas y las otras eran veintidós duros. En los primeros años de la década de los treinta realizó el servicio militar, recuerda que cuando se proclama, el 14 de abril de 1931, la II Republica Española se encontraba en Sevilla. Y después vuelta al cabotaje en barcos como el Isora, el Sancho o el San Isidro.
En estos barcos de cabotaje se trasladaba los pasajeros y las mercancías que entraban y salían por los pequeños embarcaderos que jalonaban la costa Sur de la Isla, incluidos los pequeños vehículos de motor que comenzaron a proliferar por estas tierras. Pa todo, pa carga y fruta, pa todo, hasta los coches los traíamos, cuando venían de Santa Cruz, y los camiones chicos, había una plancha de madera y los poníamos en la lancha. Los coches venían preparados ya en la plancha de madera, en la cubierta, y los echábamos con la pluma, igual que la carga, después llegábamos a la playa se encallaba la lancha y el coche salía por la plancha de madera, la plancha sobraba pa popa.
Y sobre todo en la zafra de los tomates, que se trasladaban en estos barcos hacía Santa Cruz para su posterior embarque a su destino europeo. Una de esas rutas que tantas veces transitó Tito comenzaba en  Barranco Seco, Teno, transitando las numerosas calas que salpicaban la costa Sur de la Isla, como Alcalá, Puerto Adeje, La Caleta, Playa de la Carnada, La Planada, El Puerto, estos tres últimos en Los Cristianos, El Porís de Las Galletas, Tajao, El Porís de Abona o Candelaria, hasta Santa cRuz de Tenerife, por citar algunos de ellos.
El barco Paquita, a finales de la década de 1920
Esta labor la abandona a mediados de los treinta para dedicarse a la pesca con su padre. Mi padre tenía un chinchorro, y vine al chinchorro y después del chinchorro con Paco mi hermano pusimos una traiña y estuve unos siete años. Primero fue un chichorro que lo compró mi padre en El Médano en ochocientas pesetas, un chichorro que tenía 130 brazas de las mías, por banda, doscientas sesenta brazas, lo echábamos y jalábamos de tierra y a última hora jalábamos con la falúa.
A la edad de treinta y siete años se casa con Dolores Miranda, doña Lola, que a tantos de nuestra generación endulzó la vida con sus pirulines y sus mimos.
Entre otras de sus ocupaciones, acompañaba en la pesca a Antonio Domínguez Alfonso, tal como se aprecia en el barco Paquita. En esta fotografía se contempla a este rico hacendado junto a Tito y a su hermano Antonio Sierra Melo. Ese momento, y según nos relató Benito Sierra, llegaban de un día aciago ya que sólo pescaron el atún que se recoge en la imagen. Esta falúa le servía de entretenimiento a este gran propietario de la zona, quien la adquirió en Santa Cruz, y a la que después le añadió un motor. Los aparejos y velas le fueron preparados por Esteban García, Esteban el Kilo, del Valle de San Lorenzo, que al igual que Tito trabajó en varios barcos de cabotaje.
Efectuó otras labores, como en la construcción de la Casa del Inglés o en la obtención de la cal, pero sobre todo su vida ha estado vinculada a la mar, con el cabotaje, con el cuidado de embarcaciones de recreo o con la pesca, empezamos a pescar cuando éramos muchachos, cuando podíamos con los remos.