lunes, 28 de octubre de 2013

Paulino Suances, primer cartero en Las Galletas

  Macaria Ibáñez y Paulino Suances, en 1939
 
Paulino Suances Romín fue el cartero que inició esta labor en Las Galletas. De cómo llegó a estas tierras desde su Palencia natal y de cómo se adaptó a este lugar lo extrae del cofre de la memoria su hija Aurora Suances Ibáñez. Cuenta que todo comenzó por un accidente que tuvo su padre y le aconsejaron que se trasladara a vivir a un lugar con mejores condiciones climáticas, y decidieron trasladarse a las Islas Canarias. Él vino a San Miguel, por aquel tiempo hacía falta un cartero y empezó de cartero aquí. A San Miguel vino a una aventura, en aquel tiempo la gente de San Miguel lo recogió muy bien, entonces hacía falta cartero, que había cuatro vecinos aquí nada más e iba en bicicleta a San Miguel. Y en Las Galletas se asentó, con su esposa Macaria Ibáñez Prado y con sus hijos Víctor, que contaba con unos nueve años, y Aurora, con cinco, y que nació en 1928. Por un año vino mi padre, pa irse al año y entonces fue cuando estalló el movimiento.
A este barrio pesquero de Arona llegaron a comienzos de la década de los años treinta, cuando su población rondaba los cien habitantes, que vivían en una veintena de viviendas e igual número de chozas, humildes moradas de piedra y barro y con techos de torta que eran habitadas por los pescadores; como recuerda Aurora, eran cuatro casitas de piedra y nada más. Nosotros vivimos, que le decían arriba en El Morro, esa casa era de Agustín Reyes de San Miguel. Eran tres cuartitos, uno la cocina y el dormir y otra salita allí. De toda esa gente me acuerdo yo y mire los años que hay que han muerto ya los pobres, montón dellos, cuatro vecinos se puede decir, no se si llegaban a quince casitas, y después estaban los de la playa que eran de San Miguel, la hilerita esa.
La adaptación al pueblo y a sus gentes fue inmediata. Paulino Suances impartió clases a los hijos de los pescadores. En un cuarto de su humilde vivienda, en horario de tarde, a los cuatro pescadores que había y a nosotros después. Labor que continuó su hijo Víctor Suances Ibáñez, hasta que a mediados de los años cincuenta se creó la escuela pública de Las Galletas. 
Paulino Suances y con posterioridad su hijo Víctor se hicieron cargo del correo y de la estación de teléfonos. En sus inicios estuvo ubicada en la actual calle San Claudio, luego se trasladó a la calle María del Carmen García y después a otro local de la de San Claudio, hasta pocos meses después del fallecimiento de Víctor Suances, en noviembre de 1979. Fecha en la que esta familia deja de prestar ese servicio, y cuyas oficinas se trasladaron a Ten Bel. Que padre e hijo ejercieron de carteros lo corrobora también las anotaciones que se recogen en los censos de población de Arona, como en las de 1955 donde consta Paulino Suances como cartero, y su esposa Macaria Ibáñez, con residencia en Arona desde hacía 23 años. Asimismo se anota a Víctor Suances Ibáñez, nacido en Palencia en 1923, con profesión cartero, y con residencia en Arona desde hace 23 años, y casado con Rosa Abreu Chinea, de procedencia gomera y que habita en Arona desde hacía 5 años.
Paulino Suances hacía el reparto a pie y en bicicleta, y en algunos tramos de su recorrido con la guagua de Transportes de Adeje, que pasaba por Aldea e iba a San Miguel de Abona. Y no sólo se encargaba de traer la correspondencia para los vecinos de Las Galletas, sino que además su cometido se alargaba por los pagos diseminados que existían. En aquel tiempo lo repartía al Faro, a los Guazas, que entonces en ese tiempo se sembraba mucho y ya repartía por Guaza y por toda esa zona y volvía a Las Galletas y al otro día volvía a hacer el mismo recorrido. Incluso le costó un accidente en uno de estos trayectos que iba en bicicleta, al ser atropellado por un vehículo en las cercanías de la Casa del Caminero de Aldea Blanca, en una curva que desde entonces se conoce como la “Curva de don Paulino”, y que no  le permitió realizar su labor y en ese tiempo de convalecencia lo realizaba su hija Aurora; yo estuve haciendo el correo seis meses, yendo a San Miguel, yo era jovencita.
No fue una vida fácil la que les toco vivir, adaptarse a un nuevo lugar, que además no contaba con unas mínimas condiciones. Para lavar iba con mi madre, en aquellos años, íbamos a Las Mesas, a Guaza, y veces nos cortaban el agua, no nos dejaban lavar, dejábamos la ropa allí pal otro día ir otra vez, a Los Bebederos, a Aldea.  Para beber tenía que ir por el agua a pozo en Los Pozos, hasta que pusieron la fuentita áhi, cuando vinieron los militares, y haciendo cola, porque éramos pocos vecinos pero no echaba casi nada de agua, aquí se pasó mucho en aquellos tiempos. Mi madre pasó mucho aquí y ella estuvo yendo, ella también a buscar el correo, e iba con las pescadoras de aquí el día que cogían pescado e iban a vender a San Miguel.

  Aurora Suances, Tomás Torres y tres de sus hijas

Las dificultades por la que pasó este cartero-peatón de San Miguel-Las Galletas, y además encargado de la estación telefónica, lo denota una instancia que presentó en el Ayuntamiento de Arona con fecha 20 de abril de 1949. En ella explica su malestar por no haberse abonado el alquiler de un nuevo local donde se emplazó la estación telefónica en Las Galletas, como así se lo exigía la compañía telefónica para no suprimir el servicio. Este local lo alquiló Paulino Suances, abonándolo de su bolsillo desde el primero de enero de 1948, al precio de 25 pesetas mensuales, cantidad, que según este escrito, se había comprometido satisfacer el Ayuntamiento y que no había efectuado, después de haber transcurrido más de un año.
Pero las dificultades se fueron superando por esta familia que llegó a Las Galletas desconociendo el lugar y sus costumbres, pero adaptándose con tanto arraigo que desde su llegada han formado parte de la historia de este pueblo de pescadores. Sus dos hijos se criaron en su orilla, haciendo suyos las costumbres y los trabajos que en esos años eran los predominantes en esta franja costera. Víctor con el correo y la centralita telefónica; y Aurora con labores en la agricultura, como en los tomates, en los que empezó con quince o dieciséis años ya fui a trabajar a Los Bebederos, en los tomates, en aquel tiempo era tomates nada más, no había tanta platanera como hay hoy, en los tomates todo el día de dios trabajando. Hasta que se casa, a la edad de 23 años, con el camionero Tomás Torres Martín, natural de Aldea Blanca y fallecido en 1984, con quien se encuentra en la fotografía que acompaña este comentario, junto a tres de sus hijas.


Pino de Trevejos ¿Por qué ardió este pino?

  Pino de Trevejos. Noviembre de 2013
 
El andar iba acercando los peores presagios. Llegar a sus pies, contemplar como se secan las pocas hojas que brotaron después del incendio de julio de 2012, observar su ennegrecida corteza, hace crecer la tristeza, la impotencia y los interrogantes. ¿Por qué ardió este pino? Un pino padre, esbelto, bello, portentoso, sano, al que casi hubo que llevar el fuego a sus pies. 
Añado el texto que acompañó una fotografía publicada en julio de 2012: “A este pino padre, de grandes dimensiones, se le conoce por el Pino de Trevejos o por el Pino de doña María. Adquiere su nombre del lugar en que se encuentra, al Norte de los Llanos de Trevejos, Vilaflor, y por la propietaria del terreno, María Bello, natural de San Miguel de Abona. Según sus vecinos, era frecuente que en el verano se descansara bajo este pino padre. Se creaba un microclima bajo su copa y se mantenía cierta frescura.
Esperemos que su recuperación no se demore, aunque posee varios factores en contra, sobre todo la oquedad que se le realizó en su base para extraerle la tea, astillas, “carespas” de tea, con la que en época de escasez y miserias eran imprescindibles para alumbrar las viviendas.”
Fotografía: noviembre de 2013