Porretas y pipas (en mayor número, con semillas resaltadas) |
Los frutos de la penca han sido utilizados por
nuestros mayores para paliar años de sequías y de miserias. Se consumía como
fruta fresca o pasada, pero además se aprovechaban las palas de las pencas para
consumo, en crudo o guisado, e incluso la cáscara seca o la pala asada y molida
para obtener gofio. Para los animales se utilizaban los frutos y las cáscaras
frescas y secas de tunera. Además la penca seca se usaba como combustible, como
por ejemplo para cocinar o curar el queso, ahumándolo. Así también ha tenido
diversas aplicaciones en la medicina tradicional, como penca abierta, asada y
colocada sobre la zona afectada, para pulmonías, reumatismos; sus flores o
pitos, en infusión o agüitas, para enfermedades relacionadas con el riñón. Sin
olvidarnos de otras utilidades de la penca, como la cochinilla, el estiércol, cercar parcelas o realizar
corrales, o la larga ristra de juguetes que se obtiene de sus palas.
Pero el mayor uso y aprovechamiento era el fruto
fresco o seco, las pipas, las porretas o carreños. Estos frutales asimismo
entraban en los tratos de las medianerías. Aportaba múltiples interacciones
sociales y económicas, en el que se efectuaba un entramado de colaboración
entre los miembros de la comunidad. La recogida de los higos picos y su
posterior pelado, además de las diversas labores que se realizaban para obtener
esta fruta pasada en colaboración entre el mismo grupo familiar o entre
vecinos.
Los higos picos se secaban y se guardaban para el
resto del año como un gran complemento a la alimentación. Para secarlos lo
ideal era disponer de un pasil, un pequeño llano compuesto de piedra menuda,
tal como los describe María Rancel Toledo(Guargacho, 1909), y los tendíamos
en unos pasilitos, donde eran piedras menuditas, que no había tierra sino
piedritas menudas, los tendíamos.
Con respecto a los higos picos hay toda una ciencia
por la que deambular en busca de su denominación correcta. Las porretas son los
higos picos pelados, se les retira lo menos posible de la piel para que no se
desgrane en el proceso de pasado. Las pipas son los higos que estando más
verdosos no se pelan, estos se abren como si nos lo fuésemos a comer frescos.
Antes de pelar o abrir, ya sean para porretas o pipas, se escobiaban y
barrian para quitarles los picos,
con escobas de balo, de margazas o de pino. Luego se tendían varios días al
sol, en los pasiles.
Pablo Delgado Delgado, barriendo en el Valle de San Lorenzo |
Y aquí surge otra labor a realizar para su mejor
conservación, tal como nos apunta Daniela Fumero y Horacio Fumero, quienes
todavía realizan esta tarea en su casa en La Ladera, Vilaflor. Luego hay que
pincharlos uno a uno, porque se soplan como si fuera un globo y hay que
pincharlo para que saquen el aire porque sino se quedan todos huecos y no
sirven, tienen que pincharse, de un trocito de madera se hace afiladito y vas
pinchando uno a uno y luego se prensan dos o tres veces.
Higos picos pelados y abiertos |
Pasados esos días, que podían ser de ocho a diez,
dependía del sol, se recogían una mañana temprano, que estuviesen serenaditos
que era mejor para lidiar con ellos. Se prensaban 24 horas, bien en cestas o en
un corralito, con un saco y algunas piedras encima. Al día siguiente, y una vez
que el sol había calentado el pasil, se tendían otra vez. Se volvían a recoger
al día siguiente y se sobaban, pasarlos por las manos, y quitarles el aire que
pudieran tener algunos, a estos se pinchaban con alguna punta, un apequeña rama
o un mismo pico. En algunos casos hay constancia de separar pipas y porretas.
Se guardaban en barrilitos o en cajas.
Y que mejor para finalizar que palabras del vecino de Las Zocas, Miguel Donate González, quien reseña las prácticas de conservación en barricas. Usté los echaba allí y día echando y pisando como el que hace mosto, pisando, eso día apretado. Y dispués lo dejaba allí y cuando usté viraba a sacar pues algunos podía sacarlos con las manos, otros no podía sacarlos con las manos, había que buscar un cincel y un martillo y le día uno cogiendo un rinconcito por la barrica y día sacando aquel puñadito. Y a comer solo o con gofio, con lo que usté quiera, y eso pedía mucho agua, la porreta pide mucho agua.
Daniela Fumero y Horacio Fumero, | secando higos en Vilaflor |
Felicidades por la entrada, muy didáctica, dan ganas de hacerlos.
ResponderEliminarYo recuerdo que la familia de mi padre cuando venían para Santa Cruz nos traian higos porretas del VallV de San Lorenzo
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