martes, 20 de agosto de 2013

Tiempo de porretas y pipas



  Porretas y pipas (en mayor número, con semillas resaltadas)

Los frutos de la penca han sido utilizados por nuestros mayores para paliar años de sequías y de miserias. Se consumía como fruta fresca o pasada, pero además se aprovechaban las palas de las pencas para consumo, en crudo o guisado, e incluso la cáscara seca o la pala asada y molida para obtener gofio. Para los animales se utilizaban los frutos y las cáscaras frescas y secas de tunera. Además la penca seca se usaba como combustible, como por ejemplo para cocinar o curar el queso, ahumándolo. Así también ha tenido diversas aplicaciones en la medicina tradicional, como penca abierta, asada y colocada sobre la zona afectada, para pulmonías, reumatismos; sus flores o pitos, en infusión o agüitas, para enfermedades relacionadas con el riñón. Sin olvidarnos de otras utilidades de la penca, como la  cochinilla, el estiércol, cercar parcelas o realizar corrales, o la larga ristra de juguetes que se obtiene de sus palas.
Pero el mayor uso y aprovechamiento era el fruto fresco o seco, las pipas, las porretas o carreños. Estos frutales asimismo entraban en los tratos de las medianerías. Aportaba múltiples interacciones sociales y económicas, en el que se efectuaba un entramado de colaboración entre los miembros de la comunidad. La recogida de los higos picos y su posterior pelado, además de las diversas labores que se realizaban para obtener esta fruta pasada en colaboración entre el mismo grupo familiar o entre vecinos.
Los higos picos se secaban y se guardaban para el resto del año como un gran complemento a la alimentación. Para secarlos lo ideal era disponer de un pasil, un pequeño llano compuesto de piedra menuda, tal como los describe María Rancel Toledo(Guargacho, 1909), y los tendíamos en unos pasilitos, donde eran piedras menuditas, que no había tierra sino piedritas menudas, los tendíamos.
Con respecto a los higos picos hay toda una ciencia por la que deambular en busca de su denominación correcta. Las porretas son los higos picos pelados, se les retira lo menos posible de la piel para que no se desgrane en el proceso de pasado. Las pipas son los higos que estando más verdosos no se pelan, estos se abren como si nos lo fuésemos a comer frescos. Antes de pelar o abrir, ya sean para porretas o pipas, se escobiaban y barrian para quitarles los picos, con escobas de balo, de margazas o de pino. Luego se tendían varios días al sol, en los pasiles.
  Pablo Delgado Delgado, barriendo en el Valle de San Lorenzo
Y aquí surge otra labor a realizar para su mejor conservación, tal como nos apunta Daniela Fumero y Horacio Fumero, quienes todavía realizan esta tarea en su casa en La Ladera, Vilaflor. Luego hay que pincharlos uno a uno, porque se soplan como si fuera un globo y hay que pincharlo para que saquen el aire porque sino se quedan todos huecos y no sirven, tienen que pincharse, de un trocito de madera se hace afiladito y vas pinchando uno a uno y luego se prensan dos o tres veces.
  Higos picos pelados y abiertos
Pasados esos días, que podían ser de ocho a diez, dependía del sol, se recogían una mañana temprano, que estuviesen serenaditos que era mejor para lidiar con ellos. Se prensaban 24 horas, bien en cestas o en un corralito, con un saco y algunas piedras encima. Al día siguiente, y una vez que el sol había calentado el pasil, se tendían otra vez. Se volvían a recoger al día siguiente y se sobaban, pasarlos por las manos, y quitarles el aire que pudieran tener algunos, a estos se pinchaban con alguna punta, un apequeña rama o un mismo pico. En algunos casos hay constancia de separar pipas y porretas. Se guardaban en barrilitos o en cajas.

Y que mejor para finalizar que palabras del vecino de Las Zocas, Miguel Donate González, quien reseña las prácticas de conservación en barricas. Usté los echaba allí y día echando y pisando como el que hace mosto, pisando, eso día apretado. Y dispués lo dejaba allí y cuando usté viraba a sacar pues algunos podía sacarlos con las manos, otros no podía sacarlos con las manos, había que buscar un cincel y un martillo y le día uno cogiendo un rinconcito por la barrica y día sacando aquel puñadito. Y a comer solo o con gofio, con lo que usté quiera, y eso pedía mucho agua, la porreta pide mucho agua.

  Daniela Fumero y Horacio Fumero,  secando higos en Vilaflor

2 comentarios:

  1. Felicidades por la entrada, muy didáctica, dan ganas de hacerlos.

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  2. Yo recuerdo que la familia de mi padre cuando venían para Santa Cruz nos traian higos porretas del VallV de San Lorenzo

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