Fruta pasada dispuesta para prensarla |
Los frutos de la higuera y de la penca han sido
utilizados por nuestros mayores para paliar años de sequías y de miserias,
consumiéndolas como fruta fresca o pasada. Además de sus aprovechamiento en la
alimentación de animales, la producción de estiércol, su utilización como
combustible, o en diversas aplicaciones en la medicina tradicional.
Pero el mayor uso y aprovechamiento era el fruto
fresco o seco, las pipas, las porretas o carreños y los higos pasados. Estos
frutales entraban en los tratos de las medianerías o en la venta de la fruta en
el mismo árbol o penca. Aportaba múltiples interacciones sociales y económicas,
en el que se efectuaba un entramado de colaboración entre los miembros de la
comunidad. La recogida de la fruta leche y la de higos picos y su posterior
pelado, además de las diversas labores que se realizaban para obtener esta
fruta pasada en colaboración entre el mismo grupo familiar o entre vecinos.
Horacio Fumero secando higos en Vilaflor |
La fruta leche, ya sea blanca, negra o breval, se recogía
cada cierto tiempo que solía oscilar entre los 5 o 10 días, ya madura, en
algunos casos sobre lo pasado, pero siempre antes de abrirse y se tendían al
sol en el pasil. Estos podían ser naturales, superficies de piedras volcánicas
pequeñas era lo ideal, las azoteas o las eras. La duración de este proceso
dependía de la insolación, de la humedad, del tamaño de la fruta, pero oscilaba
entre los seis y los ocho días. Una vez que la fruta se pasada, se recogía en
caliente y se sobaba a mano o en un saco, para que no criaran bichos. Se
prensaban un día y se dejaban uno o dos días más al sol. Después se guardaban
prensadas. En el caso de que no estuviese secas todavía y se barruntara lluvia,
o si se hubiesen mojado, se terminaban de secar en un horno de leña, práctica
esta última a la que la mayoría de las personas que nos han narrado su
experiencia no eran partidarios, ya que son de la opinión de que se obtiene
menor calidad.
Miguel Donate González. San Miguel de Abona |
Toda una ciencia conlleva llegar hasta ese exquisito
producto que se guardaba como una reserva de alimento para el invierno, tal
como apunta el vecino de San Miguel de Abona, Miguel Donate González. Después
cogía usté cuando se pasaba, la empresaba, si está muy seca cuando usté va a
empresarlas pues cogía unas gotitas de agua, pero poco agua. Las día poniendo
bien puestitas, bien puestitas, y las dejaba allí hasta que se oreaban, dos
días o tres días, según como estuviera el tiempo y después tenía un cuarto na
más que pa la fruta y día cogiendo y echando en aquel cuarto allí, pero todas las
semanas había que estregarlas, pero estregando despacito y poniéndolas bien
puestitas. Eso era en el suelo, estregando, estregando, y dispués la día
arrimando, los día arrimando, y todo eso se día poniendo azucarao. Porque si
usté no lo estruga se quean secas, y por eso había que estregarlas y al
estregaba es pa que la breva, o el higo, esté siempre amorosa. A lo mejor lo
hacía a la semana una vez, tres o cuatro semanas, y dispués ya la fruta ya se
amontonaba aquí, ya no se secaba, ya la podía usté dejar allí pa esté comer.
Manuel Pérez Vargas, vecino de Tijoco de Arriba, en
Adeje, aportó su experiencia a este arte. Vivió unas tres décadas, entre los
años treinta y cincuenta, en El Almácigo, Guía de Isora, cuando sus padres,
Manuel Pérez de León y Ursula Vargas Morales trabajaban de medianeros con la
empresa Fyffes, a quien le compraban por 20 pesetas los higos de leche de las
higueras que se encontraban en la Vera de Erques, en las Hoyas del Draguillo y
en Los Graneritos, pagábamos al año veinte pesetas, por los higos, y los
pasábamos, hasta treinta quintales de higos. Eran años que se optimizaba todos los recursos, como los frutos de la
higuera, que se consumían en fresco o pasados, recurso imprescindible para
pasar los fríos meses que se avecinaban. En ese tiempo un higo que estaba
allarriba se le tiraba una piedra, no es como hoy que se pudren áhi y nadie los
mira, hombre por dios. Eso era una comida muy sana, muy saludable y muy buena.
Esté salía de madrugada o iba pa la cumbre, se llevaba unos poquitos de higos y
un pedacito de queso, si tenía, y estaba comido tranquilo todo el día, como
hubiera agua cerca donde beber, ya estaba.
Aurora Linares en el secado de fruta de leche. Las Manchas |
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