Las rosas se denominaban por la forma en que se
confeccionaban: de pera, de hoja, etc. Con posterioridad se unían entre sí o a
telas. En Arona adquirió gran prestigio el denominado “encaje de Arona”, cuya
peculiaridad consistía en coser las rosas a un papel y unirlas a través de este
tipo de encaje, en forma de hilo trenzado. Lo ejecutaba Consuelo Bethencourt,
de quien adquirió prestigio en este arte Tomasa González Barroso. Arte que se
perdió, con la muerte de Luisa Martín Fumero, a quien pertenece este pique y la
rosa.
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