Rosario Domínguez. Las Galletas, 1998 |
Rosario Domínguez Rodríguez, ‘doña Rosario’, nació en San Miguel de Abona en 1908, se trasladó a
Las Galletas, Arona, con solo seis años, y aquí pasó el resto de su vida, hasta
su fallecimiento en 2003. Vida que transcurrió pegada a los bajíos de Las
Galletas, realizó todo tipo de labores: costurera, rosetera, jornalera de los
tomates, y una larga lista de quehaceres relacionados con la mar, mariscadora,
manos primorosas en jarear el pescado, recolectora de sal o marchanta,
actividad que comenzó con apenas nueve años, y que la llevó por todos los
pueblos cercanos, desde el Valle de San Lorenzo hasta Granadilla de Abona. A
Las Galletas llegó con su padre, Domingo Domínguez Yanes, y con esos pocos años
ya participaba en la laboriosa búsqueda del sustento con la recolección de las
semillas de una planta rastrera, de las que obtener el gofio de vidrio.
Aquí llegó cuando Las
Galletas rondaba los cincuenta habitantes, desde entonces habitó una choza en el
mismo borde de la mar, frente al Bajío Grande, en El Varadero. Momentos
difíciles donde para obtener el agua se iba a un pozo en el Barranco de Las
Galletas, hasta que en los comienzos de los años cuarenta se puso un chorro de
agua en el extremo este de la actual Rambla Dionisio González.
Por sus recuerdos bullían
los lugares por donde su sudor dejó el rastro del trabajo, pero también de esos
instantes alegres, muchos de ellos relacionados con los festejos que se han
celebrado en este barrio de pescadores, desde esa primera fiesta, en agosto de
1932, en honor de San Casiano, San Claudio y la Virgen del Carmen; después que
se erigiera la Iglesia, gracias al esfuerzo de Casiano Alfonso Hernández.
Por los recuerdos de ‘doña Rosario’ brotan las imágenes de esos primeros años, cuando su
primera hija iba a cumplir el año, cuando para bendecir la Ermita, el 13 de agosto,
estuvo presente el Obispo Fray Albino González Menéndez de Reigada.
Antigua iglesia de Las Galletas. Década de 1960 |
Los pescadores participaban
activamente en la procesión marítima-terrestre, embarcaban los santos por el
Salón de la Playa y los sacaban por El Varadero; y regresaban a la Ermita por
la que hoy es la calle El Varadero. `De la Iglesia a la playa que no estaba
como ahora, que estaba una torre, una altura grandísima, muy alta, que pabajar
la Virgen abajo al mar les costaba, porque resbalaban, salían de la Ermita y la
bajaban al final del Bajo Chico y se sacaba por el Varadero, al salir del
Varadero se echaban unos fuegos, voladores, fiestas pobres. Del Varadero a la
Ermita y aquí otros fuegos’. En esos comienzos las imágenes se embarcaban en
diferentes barcos, ‘doña
Rosario’ nos cuenta que ese
primer año la imagen de San Casiano navegó en el San José, del pescador
Celestino Alayón Bethencourt; y a San Claudio, en el San Miguel, de su padre,
Domingo Domínguez.
Los bailes y parrandas se
realizaban en El Porís de Las Galletas; en la “Casa del Morro”, de Antonia
Reverón, que en esos años se encontraba residiendo en Los Cristianos y estaba
deshabitada; en otras casas particulares, como las de Federico Reverón o en la
de ‘seña Isabel Varista’, Isabel Morales; o a partir de los años cuarenta en
la conocida por la `Plaza del Centro’, un pequeño manchón de cemento construido por
los propios vecinos que ‘no tenía ni orillas sino ese pedacito de cemento,
áhi al medio, por eso le decían la Plaza del Centro’; situada en lo que en la
actualidad es la Rambla Dionisio González, y que en aquellos años se llegó a
conocer como `Rambla 13 de agosto´.
San Casiano en El Varadero. 2001 |
En estos primeros años de
la década de los treinta se festejaban el día 13 de agosto. Sus actos
religiosos solían estar a cargo del párroco de San Miguel de Abona. Eran
frecuentes las verbenas amenizadas por orquesta; dianas floreadas al amanecer
del día 13, que recorrían las principales calles del pueblo; durante el día se
llegaban a efectuar diversos deportes como la cucaña; regatas de botes a vela;
la natación, que se realizaba desde El Porís hasta unas boyas a la altura del
Salón de la Playa; sortijas en bicicletas,
al comienzo de la actual Rambla; o un partido de fútbol entre el equipo local,
el Villamar F.C., con algún que otro equipo del Sur de la Isla. Y para concluir
el día la procesión terrestre-marítima, rematada con vistosos fuegos
ratifícales, a cuyo fin se representaba una obra de teatro y después bailes
hasta que el cuerpo aguantara.
Alrededor de 1940 se hace
por primera vez la fiesta de San Antonio, ‘la fiesta chica’. Durante 3 o 4 años, se
celebraba el día siguiente al principal de San Casiano, es decir el 14 de
agosto. El promotor de esta conmemoración fue un joven con aptitudes
sacerdotales, Ricardo Díaz Alayón, natural de San Miguel de Abona y cuyo primer
destino como párroco lo fue, entre 1947 y 1953, en la Parroquia de San Antonio
Abad en Arona. Se trasladaba una imagen, en la actualidad desaparecida, desde
la Ermita de San Casiano hasta El Varadero, donde se resguardaba en una pequeña
oquedad. Esta imagen pertenecía, o la custodiaba, Isabel Morales, quien se la
cedió a María Alayón para estas fiestas. Acontecimiento que se recuperó en 1998,
cuando se adquirió una nueva imagen de San Antonio celebrándose el 13 de
agosto, según consta en el programa de este año, una procesión con las imágenes
de San Casiano y San Antonio hasta el lugar donde se trasladaba en sus inicios.
Ese día se bendijo una pequeña capilla, en el mismo lugar donde se resguardaba
la primitiva imagen, y donde permaneció el San Antonio hasta el 30 de agosto de
ese mismo año.
Capilla de San Antonio. 2003 |
Los pequeños ojos de ‘doña Rosario’ escudriñan permanentemente
el horizonte, por su mente brotan múltiples recuerdos de la vida cotidiana en
pos del sustento diario, de los avatares por los que transcurrían estos
festejos. Como el cambio de las fechas registradas a final de la década de los
cuarenta, cuando se trasladó el día de celebración, desde el 13 de agosto hasta
el fin de semana siguiente al día 15, festividad de la Virgen de Candelaria.
Este cambio estuvo motivado por el accidente de un camión de José Sierra, que
con numerosos peregrinos se trasladaba a celebrar dicha festividad. Su salida
de la carretera una vez pasado el barrio de Aldea, no revistió la gravedad que
pudo haber sido, pero si un gran revuelo en el pueblo. Por lo que a partir de
esa fecha, y para que su celebración fuera con posterioridad a la de
Candelaria, se conmemoró el domingo siguiente a este día 15.
Con ‘doña Rosario’, gracias a su paciencia y al amor que atesoraba en
sus recuerdos, hemos caminado por momentos pasados, momentos festivos por los
que ha transcurrido el barrio de pescadores de Las Galletas, sus gentes, en
esos primeros años de celebración de unos festejos que comenzaron con la
construcción de la Iglesia, en 1932. Con la imagen de ‘doña Rosario’, tristemente anclada en la memoria, todavía
admirada con nitidez en nuestra retina, donde se ancló, eternamente, la profundidad
de sus ojos. Ojos transparentes, acostumbrados a escudriñar el horizonte, a
emanar bondad mientras sus relatos fluían acompasados por sus frágiles manos,
que con tanto tesón aguantó los avatares de una difícil y longeva vida.
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