domingo, 14 de septiembre de 2014

El batallar de Pablo Trujillo Trujillo. Las Manchas, Santiago del Teide


 
  Pablo Trujillo Trujillo. Las Manchas, 2006
Tomás Trujillo Trujillo, más conocido por Pablo, nació “en el canto abajo de Las Manchas”, en Santiago del Teide, donde sus padres, José Trujillo Hernández y Constanza Trujillo Jiménez, compartían su vida entre la agricultura y la ganadería. Su primer llanto llegó acompasado del balar de las cabras, de la manada que cuidaban sus padres, entre Las Manchas y Los Baldíos, y de la que en su infancia ya las atendía, como todo hijo de cabrero.
Lo que le garantizaba un oficio del que se tenía buena estima. “Desde que tenía diez u once años ya ordeñaba las cabras, primeramente mi padre no quería que yo ordeñara pero dispués un día se metió en el corral y no vía, pego, cojo la cacharra, a ordeñar y cuando le aparezco con la cacharra leche, dice, pero muchacho. Dice, que se las trillaba, dice que les apretaba mucho y se las trillaba, pero yo nunca le trillé cabras.
Infancia en la que no conoció escuela, salvo la que le dio la naturaleza y el aprendizaje del diario quehacer. “En aquella época nada más que el ganado, sembraba, recogía, vivía de la agricultura. Y así pasábamos un tiempo como dios mandaba, en aquel tiempo de las miserias lo pasamos bastante bien porque teníamos gofio, cogíamos papas, fruta, almendra, de todo teníamos en la casa.” Y el gofio sobre todo de trigo, “cebada poca, gofio de trigo, cebada como para manchones pa los animales y esas cosas.” Y repartirse el trabajo entre el campo y el ganado, y tal como nos lo describe, con dos líneas basta para hacernos un resumen de la historia de esos años, la desventura de la Guerra Civil y la emigración. “Díamos yo y mi hermano Pedro, el que murió en la guerra y si no díamos yo y mi hermano José, el que embarcó pa Cuba, el más viejo se fue pa Cuba y no se ha sabido más dél. Mi padre tenía siempre los hijos que le ayudaban, o veces iba mi padre con uno, yo o mi hermano Pedro. La vida de antes era una historia.”
En esos años transitaba con el ganado buena parte de la geografía de Santiago del Teide. Su padre tenía corral en Las Manchas y en Los Baldios. “Y a veces en los veranos, en el que entra el mes de junio, las llevaba y sombriaba arriba donde dicen Las Calderas, unos corrales que tenía arriba, ordeñaba arriba.” Una manada que Pablo recuerda con añoranza, “tenía un rancho ganado que cuando bajaban por esos morros pabajo, eso daba regalo verlas, y él tenía cascabeles, jierros de a peseta, de todas clases.” Y alguna vez subir al monte pero con la precaución de evitar a los guardas. “Sí dían a veces a los montes áhi, pero poco tiempo, si dían como esta tarde ya por la mañana bajaban, pero la tapadera era Los Baldios. Dían a los montes y dispués al siguiente día antes que salieran los guardas se marchaban paquí pa Los Baldios.”
Después de la Guerra Civil, en la que también le tocó participar, de ese cuartel en el que estuvo siete años, fue y vino varias veces a Venezuela, “fui tres veces, pero día y venía, estaba un año, veinte meses, catorce.” Y entre medias de esas idas y venidas continuaba con las cabras, no una manada como la de su padre, que su número sobrepasaban las cien, pero si con las suficientes para hacer un buen queso. Este principal producto lo vendía su padre a un gangochero. “Había uno de Arguayo que lo compraba, le decían Cho Segundo el Chico. Lo llevaba pallá pa La Orotava, en las bestias, tenía dos mulas grandes, venía aquí cargaba el queso en las cajas y se día pa La Orotava a venderlo, se estaba dos días pallá vendiendo el queso.”
En la casa de su padre el queso era labor de su madre y cuando Pablo se casó, los hacía y los comercializaba su mujer, Rosa González Rodríguez, con quien se casó a los 21 años y con la que tuvo 7 hijos. Rosa González nació en Arasa cuando su madre, Josefa Rodríguez, se tuvo que ir de Las Manchas al producirse la erupción del Chinyero en noviembre de 1909. “Eran quesos pequeños de cuatro o cinco kilos. Eso se vendía aquí, aquí mismo en casa, a cada momento venía gente a comprar el queso.” Y siempre con la máxima limpieza en su elaboración, con la precaución de “no echar leche turbia al queso, de ninguna clase, el queso tiene que estar como la panadería, limpia.”
Pablo continúo el sendero de sus progenitores, dedicó su vida al campo. “Higueras, viñas, almendreros, todo eso tenía yo aquí. Trigo, cebada, lenteja, de todo eso sembraba, papas, algún saco de centeno.” Cuando podía compraba algún que otro trozo de terreno en el poder pastar su ganado y sembrar en secano, salvo un trozo de regadío “más nuevo que compré a uno de Erjos”. Así sembraba en Las Manchas, en la Era del Hoyo, en el Natero del Trigo, Bajo Las Manchas, en El Asiento o en El Calvario. Además de las quince o veinte cabras que poseía, solía tener algún cochino y algunas ovejas, “la señora mía y mi madre tenían siempre tres o cuatro ovejas en el goro, pero eso se acabó ya. La oveja aquí en goro, dos o tres ovejas en el goro, lujo, engordadas y cuando le parecía a uno se mataba y se comía, carneros igual dentro un goro, por sentirlas aunque sea velar, no porque de producto.”
Este viejo cabrero, este veterano agricultor de limpia mirada, fue narrando las peripecias de su ajetreada vida con pasión, con añoranza por esa manera por la que transcurrió. Atrás quedó su mirada, envuelta en nostalgia, “pero quien se acuerda ya de la vida de antes, de los nuevos, nadie”. Su desbordante sabiduría tanto hacía un alto para recordar los viejos caminos, como para contar las penurias que se pasaban con las cabras cuando venían mal dadas, por las cíclicas sequías o por las enfermedades que se presentaban inesperadamente. Que tanto relató los avatares diarios como se enfrasca en recordar lo que le contaba su padre, al que la erupción del Chinyero lo sorprendió en la misma montaña. Aferrado al terruño que lo vio nacer, sin entender las prisas actuales, “viviendo como pobres” pero con un ritmo y un respeto por la vida muy diferente al presente, miraba hacía atrás y la nostalgia envolvía la frase que condensa su existir, “yo ha batallado mucho, donde usté me ve aquí yo ha batallado mucho”.


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