Dibujo
de la Parroquia de Vilaflor de Chasna, y relato, de Manuel Rodríguez Escalona. 1926
El
cubano Manuel Rodríguez Escalona llegó a Vilaflor de Chasna a comienzos de la
década de 1920, donde se casó con la vecina de Vilaflor Antonia Camacho
Delgado. Aquí llegó en busca de mejorar su salud y aquí se estableció
definitivamente. A pocos años de su estancia en Vilaflor ya dejaba constancia
de su adoración por su pueblo de acogida:
Quiero seguir
trepando por estos cerros, saltando por estos riscos escarpados, descender por
estos barrancos profundos, caminar por estas callejuelas imposibles. Quiero
seguir cruzando la vieja plaza y que cada día me despierten los tañidos alegres
y vibrantes de estas campanas de un color ceniciento y herrumbroso.
Sentarme bajo la sombra de estos eucaliptos saludables leyendo un libro de Marden o de Leadbeater, y en las mañanas luminosas embriagarme con el aroma de que exhalan los almendros, los nogales y los ciruelos en flor. Mirar desde uno de estos picachos la faja azul del mar y su horizonte diáfano y lejano. Extasiarme en la contemplación de una puesta de sol en una de esas tardes de invierno, cuando el astro rey agoniza entres las sombras y los resplandores da un crepúsculo rosa, malva o violeta. Unir mi destino a la mujer que amo, flamante y hermosa como una flor de la selva.
Sentarme bajo la sombra de estos eucaliptos saludables leyendo un libro de Marden o de Leadbeater, y en las mañanas luminosas embriagarme con el aroma de que exhalan los almendros, los nogales y los ciruelos en flor. Mirar desde uno de estos picachos la faja azul del mar y su horizonte diáfano y lejano. Extasiarme en la contemplación de una puesta de sol en una de esas tardes de invierno, cuando el astro rey agoniza entres las sombras y los resplandores da un crepúsculo rosa, malva o violeta. Unir mi destino a la mujer que amo, flamante y hermosa como una flor de la selva.
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