Agradecer a la Comisión de las FIESTAS PATRONALES.
VILAFLOR DE CHASNA 2017, la invitación para la lectura del pregón de ayer, viernes
11 de agosto de 2017.
Me decanté por ahondar en
algunos pormenores de la vida cotidiana, esos pequeños suspiros que van
configurando el porqué y el cómo de las vivencias pasadas.
De
cómo Vilaflor de Chasna se asomaba al siglo XX con poco más de 1.000
habitantes, con escasos comercios que provean a sus habitantes, con deficiente
educación, y con un absoluto aislamiento, a pesar de los años que se venía
solicitando la ejecución de vías de comunicación. Los viajeros que se
adentraban por estas tierras tenían que hacerlo a pie o a lomos de animales por
las cumbres de Las Cañadas o por barco a través de El Médano o Los Abrigos y
alcanzar Vilaflor por veredas casi intransitables. Ya que no fue hasta 1928 cuando
se termina la construcción de la carretera de Granadilla de Abona a Vilaflor, por
esos momentos los habitantes ya superaban los 1.500, y habría que esperar a la
década de 1940 para la apertura de la pista de La Orotava a Vilaflor.
Un
pueblo que subsistía entre la agricultura y la ganadería, además de los
aprovechamientos de la cumbre, del monte, que sustentó a buena parte de la
población del Municipio de Vilaflor. Recursos imprescindibles para el transitar
en la vida cotidiana de los vecinos de este rincón anclado a la memoria del Sur
de Tenerife. Y que en años de sequía y malas cosechas había que recurrir, aún
más, a la recogida de leñas, retamas verdes para alimentar el ganado, al
pastoreo o al carboneo.
Y
aún en ese aislamiento, el pueblo se aferró al turismo de salud. Las
condiciones climáticas que ofrecía Vilaflor contribuyó al aumento de la colonia
veraniega. Fueron dos las casas de huéspedes o pensiones que se establecieron
en 1899. La de Benjamín Cano Pérez, que se encontraba inscrito en la Calle San
Agustín, asimismo conocida por la Calle Convento, que también recibió la
denominación del doctor Juan Rodríguez López, es decir la actual Avenida
Hermano Pedro.
La
segunda fonda fue abierta por José García Amador en la vivienda de Domingo
Machado, hoy desaparecida, que se ubicaba al Norte de la Parroquia de San Pedro
Apóstol. Y es José García Amador quien construye el primer hotel en el Sur de
Tenerife, el Hotel San Roque, que se abriría en 1916.
Acompañé
esta lectura del pregón con citas de algunas personas que con sus escritos
dieron a conocer a Vilaflor, a ese olvidado Sur.
Como
Manuel Rodríguez Escalona, cubano que llegó en busca de mejorar su salud y aquí
se estableció definitivamente, contrayendo matrimonio con la vecina Antonia
Camacho Delgado. A los pocos años de su estancia ya comentaba: sentirse aquí como en mi propia casa. Y
aquí quería continuar el resto de sus días: seguir
trepando por estos cerros, saltando por estos riscos escarpados, descender por
estos barrancos profundos, caminar por estas callejuelas imposibles. Quiero
seguir cruzando la vieja plaza y que cada día me despierten los tañidos alegres
y vibrantes de estas campanas de un color ceniciento y herrumbroso.
El
poeta Emeterio Gutiérrez Albelo, quien difundió elogios y parabienes sobre esta
tierra, en aquellos momentos en los que impartía su magisterio en la escuela
pública de Vilaflor, en aquellos momentos en que escribía de la delgadez de su aire y de sus aguas, su clima seco, saludable, que
la ha convertido en un sanatorio. Su traje de fiesta de nevadas alburas, en el
invierno; de oros, verdes y azules en el verano. En esos momentos en que escribió
en Vilaflor su primer libro publicado, en 1930, Campanario de la Primavera.
También
se aportaron apuntes de los festejos de estas décadas, de las que también se
han hecho mención en este blog.
En
estos años, de mediados de la década de 1920, se contaba con el Hotel de San
Roque. Un molino de gofio y una fábrica de gaseosa poseía José Miranda; la
barbería de Jerónimo Cano; la carpintería de Emeterio Martín; la zapatería de
Rafael Fumero; y unas cuantas tiendas como las de Roberto Díaz, José García
Marrero, también con panadería, Fulgencio Hernández, Virgilio Martín o la de
Fernando Pérez. De este último, que disponía de tienda en la Calle Convento, se
ha podido conocer el precio de algunos productos: Un almud de habas, 3 pesetas.
Media barra de jabón, 0.90. Lonas, 2,75. Un pan, 0,30. Carburo, 0,40. 4
canutillos de hilo, 0,40. O Medio de vino, 0,40.
No
podía dejar de hacer mención a Germán Fumero Alayón, el viejo vate chasnero, que ha sido una de las personas más
ilustres que ha dado este Sur, y que en Vilaflor lo fue todo a través de su
longevidad: alcalde; juez municipal; secretario. Asimismo ejerció de cartero
rural, de sochantre, de maestro; además de escritor y gran animador de la vida
cultural de su pueblo. Y que tan bien reflejó los bellos parajes que
circundaban su cuna: por verdes pino
cubierto/salpicado de retamas,/ jaguarzos, jaras, poleos,/ tagasastes,
granadillos,/ arrayanes y romeros/ y silvestres campanillas/ que elevan su copa
al cielo/ y que con perenne aroma,/ hacen de aquel grato suelo/ un Edén, un
paraíso,/ lugar de ninfas y genios;/ donde crecen a millares/ el castaño y el
almendro,/ y ostentan su dulce fruto/ gentil melocotonero,/ el arrogante peral/
y el corpulento ciruelo;/ y una primavera eterna/ siembra de flores el suelo.
Asimismo
no se podía dejar pasar este momento para recordar algunos apuntes del cultivo
de la parra, en este Homenaje al Vino Chasnero. Pedro Soler declaraba en un
memorial, en 1531, que había poblado Chasna,
y puesto muchos parrales y hecho un molino de moler pan y sacado aguas con
mucho trabajo … y hago un camino para
carretas desde la hacienda hasta el mar. Y en esa década de 1530, es la
viticultura la principal actividad agraria en las tierras de regadío de la
hacienda de Chasna.
Y
de esa mar llega este playero, asimismo chasnero, bordeando esos trozos del
camino real que aún quedan, de la Playa de Los Cristianos, también antaño
conocida por Playa del Vino, por ser
el lugar por donde se embarcaban los vinos de las tierras altas.
Sobre
el vino chasnero se podría apuntar algunas citas, como la del maestro del
periodismo Víctor Zurita Soler, que en 1949 publicó el acompañamiento de unas vituallas con el blanco chasnero que pude
agenciarme a mi paso por Vilaflor, conseguimos que renaciera nuestro atenuado
optimismo y acometimos con mayores bríos el examen de los temas más intrincados
y profundos.
Añadir
a estas notas entresacadas del pregón, lecturas finales, como es el privilegio
de poder contemplar la mar desde esta altura, sentir el calor del acogimiento
con el que abraza Vilaflor, su paisaje, su gente, para lo que hay que
trasladarse más allá de su espacio físico, porque ser chasnero representa un
modo de vida, una manera de ser.
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