Cita del Sur 21. Vilaflor
por Emeterio Gutiérrez Albelo
En esta fotografía, de la
colección de Carmen Paz Gutiérrez Arienza, hija del poeta Emeterio Gutiérrez Albelo,
tomada a comienzos de década de 1930, se observa al poeta de espalda en la
aún empedrada Calle del Convento o Calle Juan Rodríguez López, en la actualidad
Avenida Hermano Pedro, a su llegada a La Puente, en dirección a las Cuatro
Esquinas.
Al fondo, se contemplan, los cipreses en los aledaños
de la Parroquia de San Pedro Apóstol y la Casa Inglesa.
Reseña sobre Vilaflor,
publicado en 1935, momentos en los que Emeterio Gutiérrez Albelo impartía su
magisterio en la escuela pública de Vilaflor. Al ascender por la carretera de Granadilla a Vilaflor, expresa: El paisaje es cambiante y distinto de la
tónica y el “leimotiv” de sequedad sureña. Va iniciándose el verdor vegetal de
una manera suave, van apareciendo, como heraldos, pregones o llanamente,
muestras, unos pinos. Al llegar a Las Mesas, se dilata el muestrario forestal.
Y desde aquí, aparece, tendida en lo alto Vilaflor. Dejándose abrazar,
apretadamente, ya, por el “stock” completo, “Oh pinos, oh, hermanos en tierra y
ambiente, etc.”
Vilaflor
Es un islote rodeado de pinos por todas partes. A 1.500
metros de altura. Su cerca de 2.000 vecinos, su iglesia, sus dos derruidos
conventos, sus dos hoteles, sus fuentes de agua finísima, algunas medicinales
como la de Agua Agria, su Pino Gordo –de tres metros de diámetro, sus doblados
almendros, sus opulentas higueras, sus vividos naranjos, sus hinchados nopales,
sus perales dulcísimos, sus pictóricos castaños –hay un paseo largo de estos,
en donde ha tomado su nombre- sus manzanos de oro, sus enanos ciruelos –como
los de la Huerta Grande- con sus frutos lívidos o dorados, a la altura de la
boca.
Y sobre todo, la delgadez de su aire y de sus aguas, su
clima seco, saludable, que la ha convertido en un sanatorio. Su traje de fiesta
de nevadas alburas, en el invierno; de oros, verdes y azules en el verano …
Un "trocito" de la vida de nuestro poeta
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