domingo, 18 de agosto de 2013

Germán Fumero Alayón, el viejo vate chasnero

  Germán Fumero Alayón, en una fotografía cercana a 1930, con sus hijos Delfina y Germán Fumero Rodríguez
 
Germán Fumero Alayón (Vilaflor 1846-1936), el viejo vate chasnero, ha sido una de las personas más ilustres que ha dado este Sur, y que en Vilaflor lo fue todo a través de su longevidad: alcalde; juez municipal; secretario de varios ayuntamientos; asimismo ejerció de cartero rural, de sochantre, de maestro; además de escritor y gran animador de la vida cultural de su pueblo. 
Su hija Delfina Fumero Rodríguez recuerda su faceta de cartero rural y la labor de sochantre, de la que consta que la realizó en diversas parroquias del Sur. Antes le decían sochantre, porque eso cantaba en la Iglesia. Él era mayor ya, tocaba el órgano, que todavía el órgano existe, porque después lo restauraron.
Él tuvo muchos años el correo, en esta misma habitación tuvo el correo, le pagaban una miseria de ocho duros todos los meses. Aquí venía la gente a buscar las cartas y por fuera de la puerta tenía un buzón donde la gente si quería poner una carta la ponía en ese buzón, después él las recogía las sellaba y las mandaba a Granadilla.
Entre sus artículos se podrían resaltar: ¿Dicen que mataron al marqués? ... ¡Eso dicen!, publicado en 1932, en el que relata lo acontecido el 17 de agosto de 1840 cuando se cometió el asesinato de Alonso Fernando Chirino y del Hoyo Solorzano, séptimo Marqués de la Fuente de Las Palmas, coronel del Regimiento de Milicias de Abona.
Unos dos kilómetros antes de llegar a Vilaflor, en la Cruz de Juan Bello, se parapetaron bajo una higuera los que le dispararon a muerte. Zona que se conoce por la Hoya del Marqués y la Higuera del Marqués, ya desaparecida. Y narra Germán Fumero: Ya las sombras de la noche envolvían los matorrales, veredas y sitios en que se encontraban el marqués y su comitiva, que la componían los dos niños de que hablamos al principio, la madre de éstos y algunos servidores.
Súbitamente suena una descarga de fusilería. Cae el caballo, atravesado el pecho por proyectiles mortíferos y con su últimas palabras de ¡Salvad los niños!, cae también, a consecuencia de una segunda descarga mortalmente herido, el ilustre marqués.
Germán Fumero Alayón cantó en diversas ocasiones las bellezas de los parajes que circundaban su cuna, Vilaflor: por verdes pinos cubierto /salpicado de retamas,/ jaguarzos, jaras, poleos,/ tagasastes, granadillos,/ arrayanes y romeros/ y silvestres campanillas/ que elevan su copa al cielo/ y que con perenne aroma,/ hacen de aquel grato suelo/ un Edén, un paraíso,/ lugar de ninfas y genios;/ donde crecen a millares/ el castaño y el almendro,/ y ostentan su dulce fruto/ gentil melocotonero, / el arrogante peral/ y el corpulento ciruelo;/ y una primavera eterna/ siembra de flores el suelo.
La participación de Germán Fumero en la vida social de Vilaflor es amplísima. Se le sitúa en los encuentros literarios que se organizaban, en homenajes propios y ajenos; en cuyas informaciones se le cita con gran respeto.
Lo alaba el periodista Rafael Peña León, quien lo compara con el porte del pino. Allí, en Vilaflor, recio, como añoso pino,/ vive este poeta labrando las endechas./ Ha sacado a la vida máximas cosechas/ encarcelando su espíritu a lo divino.
Lo describe el poeta Emeterio Gutiérrez Albelo, quien impartía su magisterio en la escuela pública de Vilaflor: Con sus largas barbas de monje, sus ojillos vivaces, sus sarmentosas manos, que hacen aún caligráficos prodigios, su lucidez profunda, extraña en tan larga longevidad; sus amables maneras de gran señor, empapadas melancólicamente, a veces, en la recordación de pretéritos rosales: “-Ay, hijo. La vida es así…”
Don Germán, fregolinescamente, ha apurado a grandes sorbos una vida de folletín. Hoy vuelca en versos, por que él es poeta, el poeta de la localidad, sus añoranzas cantando el paisaje circundante y las anécdotas pueblerinas … Y su musa nos trae, a ratos, el fuerte aroma del de Hita, el “myo Archipreste”.
Y otro vecino ilustre de Vilaflor, Manuel Rodríguez Escalona, también vertió elogiosos párrafos:  Él es, en una palabra, el arbitro intelectual de los destinos de Vilaflor, el hombre que aquí todo lo tiene en sus manos y de quien puede decirse que en su pueblo no se resuelve jamás ningún asunto jurídico, social o eclesiástico sin que antes su intervención no se haga necesaria. ¿Y decidme ahora si un hombre como éste que aquí lo es todo puede ocaso morir en el corazón de sus convecinos aunque llegue un día en que se apague la llama de su existencia?.
De los diversos artículos que se publican después de su fallecimiento, entresacamos el de Félix Centeno: Era la institución local, don Germán Fumero. Había visto nacer a todos sus vecinos, había visto enterrar a los padres. Era don Germán Fumero hombre de luces y mundo, dotado sabiamente por la Naturaleza para suplir lo que otros ignoraban.
Al morir don Germán pierde Vilaflor espíritu y paisaje. Faltarán sus servicios impagables, luz para el que vive en oscuridad. Faltará también su figura proyectándose en sus callejuelas empinadas y con un fondo de pinos cuajados. Queda muy vacío Vilaflor y pierde Tenerife a un hijo humilde y modesto que en apacible lejanía, vecino del Teide altivo, cumplió la más alta función humana: servir a la Humanidad
Y aquí continúa el viejo poeta chasnero que tal como apuntaba Rodríguez Escalona, no ha abandonado el corazón de sus convecinos.


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