Chorro de agua en Guía de Isora. Fotografía cedida por el Ayuntamiento de Guía de Isora |
La escasez de agua que
imperaba en este Sur, hasta que a partir de la mitad del siglo XX se comenzó a
instalar las conducciones de agua a las casas, obligaba a la población a
habitar zonas cercanas a fuentes, a barrancos. Se construían aljibes para
almacenarla en tiempos de insuficiencia; se abrían pozos; se recurría al
aprovechamiento de las aguas de lluvias, a las escorrentías de los barrancos
para dar de beber al ganado y para el lavado de la ropa. Y en los días de
máxima penuria se acudía a extraerla de los eres: una poceta en el cauce del
barranco que las escorrentías la han llenado de arena fina y agua; la arena
retiene el agua, evita su rápida evaporación; para obtenerla bastaba con escarbar
un hoyo y esperar que el agua se clarificase antes de recogerla.
Con anterioridad a la
instalación de la conducción de agua potable a las casas, esta carestía se
palió con la disposición de chorros públicos. Fue uno de los recursos para
surtir de agua potable a los habitantes de muchos de nuestros pueblos. Se
transportaba el agua, hasta los denominados chorros, por medio de atarjeas de
todo tipo: horadadas al propio terreno, de cantos o de tea; hasta que con
posterioridad se utilizaron cañerías. A estos distribuidores de agua se
acercaban sus vecinos con recipientes de todo tipo, sobre todo reciclados de
latas de aceite y barricas de aceituna. Distribuidores de agua, que salvo
excepciones eran gratuitos, se instalaron en casi todos los pueblos de nuestras
islas. Como los que nos muestran las imágenes que acompañan este artículo,
ubicados en Guía de Isora, Los Cristianos y Las Galletas. El de Guía de Isora
estaba situado en la Calle de Abajo, en su trasera se encontraba la Huerta del
Cura, en la actualidad Parque Obispo Pérez Cáceres. La fecha de esta imagen la
podemos aproximar por la edad de dos de los niños que se encuentran en ella,
José y Pedro Antonio Hernández González, de alrededor del año 1940.
Chorro de agua en Los Cristianos |
Los primeros que se
construyeron en Los Cristianos lo fueron por el ejército a comienzos de la
década de los años cuarenta. Estaban situados en la Avenida de Suecia, delante
de la casa de José Domínguez “José Pepe”; en el comienzo del barrio de El
Cabezo, a la altura de la casa de Leandra Valentín; y en la Plaza Virgen del
Carmen, en primer lugar se instaló en la esquina de la plaza, frente a donde se
encontraba la Cooperativa Agrícola Río y con posterioridad se construyó el
Edificio Gavota; y luego se trasladó a la parte alta de la plaza.
Era agua racionada, en el
chorro situado por fuera de la plaza se repartía una lata por casa y día, en
este lugar llegaron a estar soldados de guardia. Cuando pasó a la parte alta de
la plaza la suministraba el Ayuntamiento, que al principio cobraba a una perra
gorda por lata, con una capacidad de 15 a 20 litros. Después la Corporación
colocó las situadas en la Avenida de Suecia, tal como nos muestra una
fotografía de finales de los años cincuenta, y la entrada de El Cabezo, y pasó
a ser gratuita.
En Las Galletas existió uno
de estos chorros de agua, situado en el extremo este de la actual Rambla
Dionisio González. En la imagen se aprecia al pescador Domingo Domínguez Yanes,
quien era en los primeros años de su instalación el responsable de cobrar la
perra que costaba el cacharro de 20 litros, o los 15 céntimos por los de 30
litros. También se reconoce a Antonia Domínguez, con la lata sobre su cabeza.
Los cacharros que se aprecian en las imágenes solían ser latas de aceite y el
primer uso que se le había dada a las barricas era el de transportar aceitunas.
Lavado en la atarjea. Guía
de Isora
|
Para lavar se utilizaba el
agua salobre de los pozos, en baños de cinc o en la pila de cantos recubiertos
por arena y cal. A lavar, se iba a los lavaderos construidos en las atarjeas de
riego; o cuando corría el agua por los múltiples barrancos que configuran
nuestra geografía. La escasez de agua obligaba a la población a lavar en
barrancos, aprovechando las escorrentías ocasionales. A lavar se iba con toda
la ropa de la casa, que no era mucha. En muchos casos se llevaba la comida,
unas pelotas de gofio, algo de pan, de queso y hasta pescado salado se llevaba
cuando se iba a Las Mesas de Guaza, desde Los Cristianos, para aprovechar los
días de riego de los tomates allí sembrados. Y allí calentar la comida y
arrugar papas mientras lavaban y esperaban que se secara la ropa. A lavar se
iba, en muchos casos, con todo la chiquillería de la casa; y allí esperaban,
entre juegos a que se secara, incluso, la muda que habían llevado puesta.
A lavar se iba a las
atarjeas de las fincas en las que se trabajase, sobre todo desde que se
estableció el cultivo del tomate en el Sur de la isla. El comienzo de este
cultivo se produjo a finales del siglo XIX, implantado por Fyffes en Hoya
Grande, en Adeje. En muchos de los demás municipios del Sur se sembró a
comienzos del siglo XX, como así queda reflejado en el folleto de la sección de
Canarias realizado con motivo de la exposición Universal de Bruselas de 1910,
se recoge una lista de los principales productores y exportadores de tomates.
Los domiciliados en Arona eran: Guadalupe Alfonso Gorrín y Aquilino Domínguez.
Los residentes en San Miguel, y todos ellos con propiedades en el Municipio de
Arona, eran: Casiano Alfonso, Luciano Alfonso, Antonio Alfonso Gorrín, Tomás
Bello y Herederos de Serapio Feo. En Guía de Isora: Alfonso Jordan y Compañía.
Cartaya Hermanos y Francisco González. En Adeje: Fyffes Ltd., con domicilio en
Santa Cruz, y Curbelo y Compañía.
En Arico: Álvaro Delgado. Juan Delgado. Antonio García Izquierdo. Francisco
Hernández. Francisco Rodríguez Pomar. Granadilla: José Pomar García. Juan Reyes
Martín.
Chorro de agua. Las Galletas |
Las atarjeas de muchas de
esas propiedades propiciaron el lavado de ropa, como es en el caso de esta
fotografía obtenida, alrededor de 1960, en la finca de Agua Dulce en Guía de
Isora. En ella se observa a dos mujeres, con la vestimenta usada en las labores
del campo, aprovechando el riego de las huertas de tomates para el lavado.
También se aprecia, a su derecha, el tendido de esta ropa sobre las piedras.
Agua escasa, obtenida a
través de optimizar los recursos disponibles. Se acudía a los barrancos, a sus
escorrentías, a los eres; se recurría a las atarjeas para lavar la ropa y dar
de beber a los animales. Se iba al chorro, con tiempo y paciencia, a hacer cola
antes de colocar la lata bajo el lento goteo. Se aprovechada hasta la última
gota que caía sobre una tierra con ansias de humedad.
Bibliografía: BRITO, Marcos: Los
Cristianos 1900-1970. Vida cotidiana y fiestas populares. Y Paisaje en las Bandas
del Sur [Tenerife 1890-1960]. Llanoazur ediciones
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