sábado, 8 de marzo de 2014

En el carnaval de antaño con Filomena Méndez Reverón

  Filomena Méndez Reverón, 2007
 
Viejas costumbres carnavaleras que conoceremos a través de las vivencias de una vecina de San Miguel de Abona, Filomena Méndez Reverón, quien nació en El Hoyo en 1921. Filo, como cariñosamente se le conoce, no se benefició de una vida fácil, apenas fue a la escuela, pero su natural inteligencia e intuición la llevó a realizar múltiples trabajos y a montar una carnicería junto con su marido, José Miguel González González, quien se encargaba de buscar los animales y sacrificarlos. Así se mantuvieron unos treinta años en la Calle del Calvario en Granadilla, llevando las cuentas con la cabeza y con los dedos, tun tun, pin pan, como el que toca el piano.
Filo atesoró hasta sus últimos días un gran humor, esa alegría que la acompañó a lo largo de su vida. Recuerda con cariño esos bullicios de antaño, antiguamente eran unos carnavales muy buenos, muy alegres y muy nobles y muy familiar, todos en parranda, entonces nos ajuntábamos todos los chicos y las chicas.
Así rememora esos paseos entre la Parroquia de San Miguel Arcángel y El Pino, esas costumbres de visitar las casas en las que siempre, por muy modestos que fuesen sus moradores, había disponible algún alimento con el brindar esa visita, pero además nos lo condimenta con ese lujo de detalles que sólo se puede aportar amando lo que se hace. Tocábamos en las casas, y en las casas tenían sus bandejas con chochos, fruta pasada y las rebanadas. La rebanada eran muy dadas aquí en San Miguel, que se hacen con pan viejo, finito, se mojan en leche o vino, con azúcar, se bate el huevo, se pasan y después se fríen. Y la chuchanga también, la chuchanga era con agua o leche, el que tenía leche y el que no con agua, harina, azúcar y huevo, después se cogía con la cuchara y se iba poniendo en la sartén. Entonces ponían aquella bandeja de chuchangas, le ponían su azúcar por arriba y la ponían en la mesa pa que todo el que entrara lo comiera. Tenían muchas cosas en las casas, el anís, daban una copita de anís a la mascarita o al que entrara, el vasito de vino también, pero en las casas siempre tenían que comer.
Su riqueza expresiva también la vuelca al describir diversos momentos del antiguo carnaval de San Miguel de Abona, siempre tiene recuerdos cariñosos para su padre, Domingo Méndez Reverón, un buen parrandero, o de algunos de esos peculiares personajes que hacían notar su gracia en estos días festivos, como Antonio Reyes y su vestimenta de moro. Se vestía de moro, unos dientes de papas y se tiznaba toda la cara y después como era tan alto, yo venía corriendo, corriendo a mi casa, temblando, cuando veía aquella máscara y todos los niños igual, no se vían niños cuando él salía de moro, y después se murió él y después el hijo cogió el cargo de vestirse de moro, pero también yo me escondía cuando el hijo.
O a el vecino de Las Zocas, Juan Marrero, que se disfrazaba de marchanta, de esa mujer que traía el pescado de la costa a las medianías, de vendedora de pescado. Se vestía de mujer todos los años, se vestía de mujer con su pañuelo negro amarrado, sus aretes, pintado, su traje, y después cogía unas pencas de los pencones, chiquitas, redonditas, las barría muy barridas, las ponía en una cesta con su mantel, las tapaba, se las echaba a la cabeza con su rueda, hacía su rueda, y venía puerta por puerta. Entraba cas del cura: señor cura, desde que mi mirado echó el barco a tierra me acordé de usté, de guardarle un pescadito. Y no quería fruta ni nada, sino perras, y llenaba en bolsillo con sus perras. Después iba cas doña Juana Bello: ay doña Juana, desde que mi marido echó el barco a tierra, este pejito pa doña Juana. La pencas las barría y las iba entregando por las casas que visitaba.
Filomena anduvo en su juventud en bastantes carnavales, cuando había que hacerse cada cual su propia vestimenta. Se usaban unas colchas de cretones que era muy ramiada, mira tú si había una colchita no había más, pues se cogía la colcha y se hacía un muño, así, y se lo ponía uno en la cabeza y esto empinado en el alto y nosotras metías en la colcha o en la sabana, sabanas blancas, esos eran los vestuarios, los trajes que usaban las abuelas. O esa careta de trapo, le hacías dos agujeros al trapo y unas tiras patrás y una boca abierta y esa era la careta, y si no de cartón, hacían la careta también. Pero también una vez casada, como recuerda cuando lo festejó en compañía de una vecina, ya que su marido no era tan parrandera como ella. Nos vestimos con un traje pequeñito, una media pantalón, mis trenzas de estambres y mis sogas, las dos brincando. Pero mi marido no me estorbaba nada
  Filomena Méndez recreando a Colombo
Y después llegaron los años en que su humor se desparramaba por cualquier actividad que se organizara en el colectivo de la Tercera Edad de San Miguel de Abona. Y como en cualquier fiesta que se preciara no podía falta Filo, allí estaba en los carnavales, cada año con una locura distinta, con una riqueza de atuendos que iban desde la representación solemne de un Obispo hasta el la firmeza del detective Colombo, tal como se recoge en la fotografía que acompaña este comentario.
O ese año que interpretó a una maga, qué mejor representación de humor y de regocijo podía buscar. Sí sabría muy bien Filo como sacarle punta al personaje, y bien que se la extrajo. Con una apropiada vestimenta, sin faltar detalle como su sereta con papas, el introducirse en una huerta para ir con las medias llenas de hierbajos o estar toda la noche dándoles vueltas a la cabeza para componer un poema con el que rematar su intervención.
Su narración fluye con la misma vitalidad con la que ejecutaba sus representaciones. Me puse unas medias blancas y unas medias de patente y me metí áhi a las huertas, que entonces no había casas, que las huertas estaban llenas de amorsecos, y me llené toda de amorsecos y fui allabajo a la Tercera yo sola, y mi cesto lleno de papas, un cesto macho, que le decían un cesto macho. En este caso se preparó concienzudamente, al llevar en su pecho un ratón de plástico que sacaba al acabar de recitar: Esta mañana me levanté muy tempranito/ y yo al campo me marché/ a hurgar estas papitas,/ no tenía que comer./ Ay mi marido estará diciendo/ ¿dónde estará esta mujer?/ Ay mi niño si supieras/ lo que por mis piernas subió/ este ratón tan peludo/ que en mis pechos se posó.

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