Filomena Méndez Reverón, 2007 |
Viejas costumbres carnavaleras que conoceremos a
través de las vivencias de una vecina de San Miguel de Abona, Filomena Méndez
Reverón, quien nació en El Hoyo en 1921. Filo, como cariñosamente se le conoce, no se benefició de
una vida fácil, apenas fue a la escuela, pero su natural inteligencia e
intuición la llevó a realizar múltiples trabajos y a montar una carnicería
junto con su marido, José Miguel González González, quien se encargaba de
buscar los animales y sacrificarlos. Así se mantuvieron unos treinta años en la
Calle del Calvario en Granadilla, llevando las cuentas con la cabeza y con
los dedos, tun tun, pin pan, como el que toca el piano.
Filo
atesoró hasta sus últimos días un gran humor, esa alegría que la acompañó a lo
largo de su vida. Recuerda con cariño esos bullicios de antaño, antiguamente
eran unos carnavales muy buenos, muy alegres y muy nobles y muy familiar, todos
en parranda, entonces nos ajuntábamos todos los chicos y las chicas.
Así rememora esos paseos entre la Parroquia de San
Miguel Arcángel y El Pino, esas costumbres de visitar las casas en las que
siempre, por muy modestos que fuesen sus moradores, había disponible algún
alimento con el brindar esa visita, pero además nos lo condimenta con ese lujo
de detalles que sólo se puede aportar amando lo que se hace. Tocábamos en
las casas, y en las casas tenían sus bandejas con chochos, fruta pasada y las
rebanadas. La rebanada eran muy dadas aquí en San Miguel, que se hacen con pan
viejo, finito, se mojan en leche o vino, con azúcar, se bate el huevo, se pasan
y después se fríen. Y la chuchanga también, la chuchanga era con agua o leche,
el que tenía leche y el que no con agua, harina, azúcar y huevo, después se
cogía con la cuchara y se iba poniendo en la sartén. Entonces ponían aquella
bandeja de chuchangas, le ponían su azúcar por arriba y la ponían en la mesa pa
que todo el que entrara lo comiera. Tenían muchas cosas en las casas, el anís,
daban una copita de anís a la mascarita o al que entrara, el vasito de vino
también, pero en las casas siempre tenían que comer.
Su riqueza expresiva también la vuelca al describir
diversos momentos del antiguo carnaval de San Miguel de Abona, siempre tiene
recuerdos cariñosos para su padre, Domingo Méndez Reverón, un buen parrandero,
o de algunos de esos peculiares personajes que hacían notar su gracia en estos
días festivos, como Antonio Reyes y su vestimenta de moro. Se vestía de
moro, unos dientes de papas y se tiznaba toda la cara y después como era tan
alto, yo venía corriendo, corriendo a mi casa, temblando, cuando veía aquella
máscara y todos los niños igual, no se vían niños cuando él salía de moro, y
después se murió él y después el hijo cogió el cargo de vestirse de moro, pero
también yo me escondía cuando el hijo.
O a el vecino de Las Zocas, Juan Marrero, que se
disfrazaba de marchanta, de esa mujer que traía el pescado de la costa a las
medianías, de vendedora de pescado. Se vestía de mujer todos los años, se
vestía de mujer con su pañuelo negro amarrado, sus aretes, pintado, su traje, y
después cogía unas pencas de los pencones, chiquitas, redonditas, las barría
muy barridas, las ponía en una cesta con su mantel, las tapaba, se las echaba a
la cabeza con su rueda, hacía su rueda, y venía puerta por puerta. Entraba cas
del cura: señor cura, desde que mi mirado echó el barco a tierra me acordé de
usté, de guardarle un pescadito. Y no quería fruta ni nada, sino perras, y
llenaba en bolsillo con sus perras. Después iba cas doña Juana Bello: ay doña
Juana, desde que mi marido echó el barco a tierra, este pejito pa doña Juana. La pencas las barría y las iba entregando por las
casas que visitaba.
Filomena anduvo en su juventud en bastantes
carnavales, cuando había que hacerse cada cual su propia vestimenta. Se
usaban unas colchas de cretones que era muy ramiada, mira tú si había una
colchita no había más, pues se cogía la colcha y se hacía un muño, así, y se lo
ponía uno en la cabeza y esto empinado en el alto y nosotras metías en la
colcha o en la sabana, sabanas blancas, esos eran los vestuarios, los trajes
que usaban las abuelas. O esa careta
de trapo, le hacías dos agujeros al trapo y unas tiras patrás y una boca
abierta y esa era la careta, y si no de cartón, hacían la careta también. Pero también una vez casada, como recuerda cuando
lo festejó en compañía de una vecina, ya que su marido no era tan parrandera
como ella. Nos vestimos con un traje pequeñito, una media pantalón, mis
trenzas de estambres y mis sogas, las dos brincando. Pero mi marido no me
estorbaba nada.
Filomena Méndez recreando a Colombo |
Y después llegaron los años en que su humor se
desparramaba por cualquier actividad que se organizara en el colectivo de la
Tercera Edad de San Miguel de Abona. Y como en cualquier fiesta que se preciara
no podía falta Filo, allí estaba
en los carnavales, cada año con una locura distinta, con una riqueza de
atuendos que iban desde la representación solemne de un Obispo hasta el la
firmeza del detective Colombo, tal como se recoge en la fotografía que acompaña
este comentario.
O ese año que interpretó a una maga, qué mejor
representación de humor y de regocijo podía buscar. Sí sabría muy bien Filo como sacarle punta al personaje, y bien que se la
extrajo. Con una apropiada vestimenta, sin faltar detalle como su sereta con
papas, el introducirse en una huerta para ir con las medias llenas de hierbajos
o estar toda la noche dándoles vueltas a la cabeza para componer un poema con
el que rematar su intervención.
Su narración fluye con la misma vitalidad con la que
ejecutaba sus representaciones. Me puse unas medias blancas y unas medias de
patente y me metí áhi a las huertas, que entonces no había casas, que las
huertas estaban llenas de amorsecos, y me llené toda de amorsecos y fui
allabajo a la Tercera yo sola, y mi cesto lleno de papas, un cesto macho, que
le decían un cesto macho. En este
caso se preparó concienzudamente, al llevar en su pecho un ratón de plástico
que sacaba al acabar de recitar: Esta mañana me levanté muy tempranito/ y yo
al campo me marché/ a hurgar estas papitas,/ no tenía que comer./ Ay mi marido
estará diciendo/ ¿dónde estará esta mujer?/ Ay mi niño si supieras/ lo que por
mis piernas subió/ este ratón tan peludo/ que en mis pechos se posó.
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