El
pequeño muelle-embarcadero de Los Cristianos, construido entre 1933 y 1934, era
una necesidad que se venía demandando desde finales del siglo XIX. Este
transito del siglo diecinueve al veinte transcurrió, en este Sur, con grandes
penurias para los trabajadores de la zona que reclamaban la ejecución de obras
públicas con las que mitigar el hambre. Su construcción de planteó en diversos
momentos del comienzo del siglo XX, pero no fue hasta la década de los años
treinta cuando se ejecutó. Amplias razones lo justificaba, sobre todo el
tráfico marítimo que existía en esos años, como ejemplo se puede citar el año
de 1931 donde consta que operaron en la bahía 286 vapores y 80 veleros.
El
primer proyecto lo redactó el ingeniero José Luis de Orduña, fue devuelto, con
fecha 27 de julio de 1929, a la Jefatura de Obras Públicas de Santa Cruz de
Tenerife para una nueva redacción, llevada a cabo por el ingeniero José Ochoa y
Benjumea. En esta se aportan diversas observaciones al primitivo proyecto,
entre otras la posibilidad de modificar su trazado y el aumento del ancho para
la mayor facilidad de la carga y descarga. Pero las verdaderas reformas a este
proyecto, ejecutadas por el ingeniero Juan José Luque Argenti, se realizan una
vez que están comenzadas las obras.
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Muelle de Los Cristianos. 1933
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En
la memoria del proyecto de 1928, el ingeniero José Luis de Orduña justifica la
necesidad de este muelle: “Por el puerto
de Los Cristianos se hace todo el tráfico correspondiente al término municipal
de Arona, de mucha importancia agrícola y zona de un gran porvenir, por el
incremento que los cultivos están tomando actualmente. Los principales de estos
son el tomate, la patata y cebollino, ampliándose también al cultivo del
plátano, aprovechando el aumento de los caudales de agua y el mayor rendimiento
de estos productos.”
“Tiene establecido servicio de cabotaje entre
Santa Cruz de Tenerife y Los Cristianos, varias Compañías de vapores, además de
los veleros que lo visitan, encontrándose, casi diariamente, más de un buque
haciendo operaciones, especialmente en la época de exportación de frutos.”
Las obras se iniciaron el 3 de abril de 1933, “con
doce obreros, prometiendo el encargado de la obra ocupar mayor número de
obreros en esta semana.” Se comenzaron a ejecutar por el denominado
camino de servicios, situado al final
de la carretera de Arona a su puerto, desarrollándose por el litoral en una
longitud de 182,10 metros, dando tiempo a redactar el proyecto
definitivo. La primera modificación fue el corregir la orientación con la cual
se gana en profundidad y se preveía una futura ampliación. En la redacción de
la memoria reformada se ilustra con claridad sus motivos. “La impresión que, tanto sobre el terreno como en los planos, produce
la disposición de las obras es tan desastrosa que solamente en un error
material, por añadidura grosero, podría
verse la explicación de proyectar un muelle sin otra función que limitar a muy reducido número de metros cuadrados las
numerosas hectáreas que con un pequeño giro de la orientación prevista estarían
perfectamente abrigadas en la bahía natural magnifica en que aquel ha sido
ubicado, giro que, además, posibilitaría con ulteriores y no costosos
ampliaciones aumentar adecuadamente la eficiencia de lo construido.
Reconocida,
por tanto, la necesidad de corregir la orientación del muelle, hemos graduado
su giro de modo que en la nueva disposición de la obra ésta, no sólo se
desarrolle en profundidades siempre crecientes, sino que las sucesivas que vaya
atravesando aumenten con la rapidez a que ha de ser proporcional la economía de
lo que importan las futuras prolongaciones que, hasta que pueda presentar
longitud de atraque con el suficiente calado para servir a los mayores barcos
de cabotaje interinsulares -60 metros de eslora y 4,60 de puntal-, habrán de
ser necesarias. El resultado ha sido el rumbo que aparece en el plano, con el
que puede comprobarse que aumentando el ángulo de las alineaciones con su
vértice en el arranque en 33,50 metros se encuentran ininterrumpidamente profundidades,
cada vez mayores, que a los 91,99 metros del origen son de 2 y que 80 más
adentro proporcionan una sonda de 5,50 metros.”
Otras
de las variantes del proyecto fue el aumento de su longitud hasta 91,99 metros
entre el arranque de la obra y la arista exterior del parapeto del muro de
cierre, con diferencia de más de 20 sobre lo previsto en el proyecto vigente.
En la memoria de liquidación se apunta que el muelle se compone de una
alineación recta de 59 metros de longitud y una zona de enlace con el camino de
servicio. Y que su aumento lo fue en 19 metros de longitud del muelle y se
aumentó la altura del pretil del muro de defensa en un metro. El ancho fue de
13 metros, y el proyecto quedó aprobado el 30 de noviembre de 1933 con un
presupuesto final de 378.813,97 ptas.
Tanto
la zona de enlace con el camino de servicios y el muelle se remató con
adoquines. Como curiosidad podemos apuntar que el metro cúbico de los sillares
de basalto, tanto para la coronación, para las aristas o como para la escalera
se pagaba a 140,68 ptas. Y que los 1.446,81 metros cuadrados de adoquines
necesarios para la pavimentación del muelle, más los 1.668,75 del camino de
servicio, tuvieron un costo de 23,58 ptas. el metro cuadrado. Los dos “norays de fundición de 250 kilos cada uno, a
1,00 peseta el kilo”. Y los dos faroles a igual precio pero con un peso de
300 kilos cada uno.
Las
obras se reciben finalmente el 20 de febrero de 1936 y se aprueba su recepción
definitiva el 7 de marzo de este mismo año. Ya antes de esta admisión, desde el
mismo momento de su finalización ya se demandaba su ampliación. Se insiste por
diversas personalidades del sur de Tenerife, a comienzos de 1941, en la
necesidad de su incremento y mejora, que no se llegó a realizarse hasta comienzos
de la década de los años setenta.
Su
construcción fue el inicio del olvido de una larga lista de pequeños topónimos.
La costa se ha ido transformando, de charcos y pequeños entrantes y salientes
se pasó a playa y muelle, más tarde muelle y paseo, con la consiguiente
desaparición de un amplísimo número de nombres que se desgranaban por toda la
costa. El Charco del Cabezo, Charco de María Prima, situado en el frente de la
casa de María García `María Prima`, contando en sus cercanías con un viejo atracadero, “allí
estaba las piedras de un atracadero cogidas con cal. Charco de
las Piedras”. Y sobre todo los dos
varaderos, el “Varadero de acá, en la Playa de acá” y el “Varadero de allá, en
la Playa de allá”.
Documentación:
BRITO, Marcos: Los Cristianos 1900-1970.
Vida cotidiana y fiestas populares. Y Paisaje
en las Bandas del Sur [Tenerife 1890-1960. Llanoazur ediciones
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Muro de defensa. Segunda mitad década 1930
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