martes, 13 de agosto de 2013

Celestina Alayón y Esteban García, en la memoria

 

 
Esteban García y Celestina Alayón, 31 de julio de 1954

Celestina Alayón Valentín y Esteban García García ahondan sus raíces en ese entonces desconocido Sur de los años treinta. Celestina nació en 1933 en Los Cristianos y Esteban en el Valle de San Lorenzo, tres años antes. Su vida y sus recuerdos tocan todos los palos de la vida; Esteban comenzó su andadura apegado a la tierra, en diversas tareas entre las que cabe resaltar la de conductor; Celestina en las cercanías de la mar, ayudando a su madre con la cantina o la pensión. Unieron sus vidas en 1954, y desde aquellas años de austeridad continuaron remando juntos. 

Esteban García y Celestina Alayón, 2006

Con los recuerdos de Celestina se atrapa las vicisitudes por la que pasaron sus padres antes de construir su casa al lado de la mar, en Los Cristianos. Para  poder edificar su vivienda, Leandra Valentín Hernández, Cha Leandra, y Eladio Alayón Gómez tuvieron que emigrar a Cuba y Argentina. En el regreso del primer viaje, a Cuba, falleció su primera hija, le pusieron el nombre de Marina, me dijo mi madre, paz descanse, porque eran los barcos de vapor, de carbón, y estaban mucho pa llegar a tierra y mi madre venía en estado de siete meses, que no se cómo la dejaron venir y dio a luz en el barco y después el capitán del barco la bautizó y después dice que paró el barco y pusieron como una reja de hierro y después la tiraron al mar. Con el dinero que trajeron lograron adquirir el terreno donde fabricar la casa. Vinieron primero y compraron la casa de medio palante, que se la compraron a don Aquilino, al tío de doña María Amalia. Que dicen que fueron a La Caldera, que estaba él y en un sombrero llevaron los duros de plata. Entonces compraron pero no tenían para hacerla, entonces fueron para la Argentina, estuvo mi padre trabajando en un ingenio pa moler carne, entonces vinieron otra vez pacá, hicieron la casa, mi hermana María Luisa nació allá en Argentina.
Lo que nos sitúa en la época y nos aproxima a estos viajes son los datos que se inscriben en el Censo de población de Arona, con referencia al 31 de diciembre de 1920. Eladio Alayón Gómez estaba inscrito como pescador y con 40 años; Leandra Valentín Hernández, de 31 años; y sus hijas María Luisa Alayón Valentín, de 11 años, nacida en Argentina y residiendo en Arona desde hacía 9 años; y Carmen Alayón Valentín, que contaba con 5 años y que como el resto de hermanos de Celestina nació en Los Cristianos.
Yo no era nacida cuando la tenía, que era cantina primero. En esta casa de Cha Leandra se hacía de todo un poco, cantina, bailes, comedor y pensión. Arriba en el cuarto alto que decíamos tenía tres habitaciones, tenía las camas pa la gente que venía. Cuando venían los correos que traían la carga, venía el padre de Marrero y toda esa gente pa descargar en lanchas, que venían de la costa y traían el pescado salado, y después de Santa Cruz la loza, las lonas y todo lo que traían pa las ventas, lo descargaban en el salón de don José Antonio Tavío. Cuando venían mi madre les hacía de comer a todos ellos.
También preparó muchas comidas, en la década de los años cuarenta y cincuenta, para los oficiales de la tropa que pasaba largas temporadas en la zona. Atrás en el patio, por la parte de atrás tenía mi madre una cocina grande también, eso fue que se lo alquilaron  cuando vivieron los soldados pa Los Cristianos. Y después cuando le iban a pagar mi madre decía que no, que con dinero no, que le pagaran con comida. Y allí detrás pegada a la casa de Abelardito había un salón que decía todo por la patria, que era de artillería, allí tenían la intendencia. Y esta pequeña cantina, y de la pensión, siguió de la mano de Celestina y de Esteban unos años después de su boda, celebrada en la Ermita de Nuestra Señora del Carmen el 31 de julio de 1954.
Al vecino del Valle de San Lorenzo, Esteban García Valentín, Esteban el Kilo, se le nombra por este apodo por su corpulencia. Nombrete que hereda su nieto Esteban García García, Esteban el Kilo, quien pasó su infancia en el Valle de San Lorenzo, se trasladó en su juventud a vivir a Santa Cruz de Tenerife con sus padres, Antonio García Torres e Isabel García Morales, hasta la muerte de su madre. Su padre emigra a Venezuela y él regresa al Valle de San Lorenzo con sus abuelos, Isabel Morales y Esteban García, quien pasó muchos años de marinero en los barcos de cabotaje. Obtuvo el carné de conducir y se dedicó a trabajar de conductor con Hernán Cortés, a recoger tomates en la finca y traerlos para el salón, con Acaymo Abreu y con Gumersindo Robayna.
Las singularidades de su boda en un ejemplo de cómo se celebraban en esa década de austeridad. A la iglesia se trasladaron a pie, desde su casa de El Cabezo, venimos caminando del Cabezo aquí, parecía una procesión, todos detrás. Su vestimenta fue sencilla, pensando en su posterior utilización, Esteban con un traje oscuro y Celestina vestida de azul, con falda y chaqueta y blusa blanca, azul marino, igual quél, y velo blanco. Al banquete asistieron más personas de las que era habitual en estas celebraciones, pasando de las cien personas, era una ventaja contar con la maestría de Cha Leandra y con el salón y el patio de su casa, además de un horno donde elaborar el pan y los dulces. Allí se comió y se bebió hasta ir al baile, bizcochones, rosquetes, sopa, chocolate, caldo de gallina, papas arrugadas, pescado frito y también habían potas, potas compuestas. Y el baile, amenizado por una orquesta de Fasnia, en el local de Manolo Miranda, hasta el amanecer.
Después se trasladaron a vivir a El Salonito, en el Valle de San Lorenzo, hasta que retornaron a Los Cristianos, a la vivienda de los padres de Celestina. Allí nació mi Cori y mi Isabel, también en el cuarto del medio. A Esteban, como a los padres de Celestina, como a su padre, también le tocó emigrar para buscar el sustento de los suyos. Fue a Venezuela en 1959, y como apunta Celestina, mi Isabel tenía dos años y medio cuando se fue, y llegaste en el sesenta y uno, a primeros de año. Regresó con la intención de volverse con la familia pero se hicieron cargo del pequeño negocio de los padres de Celestina, y con eso y otros trabajos de conductor fueron saliendo adelante. Y allí siguieron hasta comienzos de los años ochenta cuando se trasladaron a la actual Pensión Corisa, el nombre de mis dos hijas, Cori y Isabel. Y aquí continuaron bregando, recordando la riqueza de sus memorias, esas que han atesorado en el transcurrir de la intensidad de sus vidas. Y aquí permanecerán, impregnando con la evocación de sus sonrisas, de su gran humor, el transcurrir de nuestras vidas.

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