En Vilaflor se encuentra una extensa familia a los
que se les conoce por el apodo Marcial. Es una manera de diferenciar a los vecinos que portaban el mismo
nombre, añadiéndosele al suyo propio el de su progenitor, como ocurre con el
primero que se estima que lo porta, Francisco Dorta Herrera, Francisco
Marcial, por ser hijo de Marcial
Dorta y de Bárbara Herrera. Se desconoce si otros descendientes de este
matrimonio se les menciona por este sobrenombre.
En el Censo de Población de Vilaflor, a 31 de
diciembre de 1910, Francisco Dorta Herrera consta inscrito en El Calvario,
contando con 66 años de edad y de profesión labrador, natural de Buenavista, y con 50 años residiendo
en Vilaflor; casado con Carmen Tacoronte Fumero, vecina de Vilaflor, de 58 años
y de profesión su casa. En
esos momentos aún vivían en la vivienda familiar sus hijos: Benita, de 33 años
de edad, y Luis Dorta Tacoronte, de 23 años. Un tercer hijo, José Dorta
Tacoronte, ya residía con su familia en Santo Domingo, con 29 años y de
profesión propietario.
A su descendencia, hasta las generaciones
actuales, se les conoce por el apodo de Marcial. Benita Dorta Tacoronte, Benita Marcial, contrajo matrimonio con Graciliano Aponte Luis,
y residían en El Calvario. José Dorta Tacoronte, José Marcial, estaba casado con Silveria Quijada Rivero,
viviendo en Santo Domingo. Y Luis Dorta Tacoronte, Luis Marcial, con Amelia Fumero Lorenzo, habitando una
vivienda en El Chorrillo.
Esta familia ha estado vinculada a la agricultura
y a la ganadería. Francisco Marcial
cuidó una pequeña manada de cabras, con corral en El Calvario. José Marcial poseyó manada en Vilaflor, para después
trasladarse a Pino Redondo, Guía de Isora, y de regreso a su tierra dispuso de
otra manada, además de ejercer de guarda del Sanatorio, en Las Cañadas del
Teide, tal como apunta el cabrero Antonio García: Cuando José Marcial vino
de Pino Redondo compró todo esto del Traste y puso a Cho Manuel Palomillo a
cuidar las cabras. José compró unos camellos cuando se pegó hacer el Sanatorio
de las Cañadas, entonces áhi fue donde él cogió la amistad y cuando se terminó
el Sanatorio lo pusieron de guardián.
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Paula Martín Quijada, Pedro Aponte Martín y Benita Dorta |
Luis
Marcial, como recuerda su hijo Agustín Dorta Fumero, mi
padre siempre ha sido cabrero, tenía una manada de cabras que eran propias
nuestras. Con anterioridad al nacimiento de Agustín, en
1923, tenía corral en El Chorrillo y frecuentaba la Cueva de la Quintera, en el
Barranco de El Traste. En los años de la Guerra Civil se mantuvo unos dos años
sin manada, hasta que adquiere un grupo de cabras en San Miguel de Abona y
vuelve a cuidarlas en El Chorrillo, en ese tiempo las soltaba, le abría la
puerta y ellas mismas iban pa la cumbre. También anduvo en estos
menesteres en diversos pagos de Granadilla de Abona, estuvimos en Castro, en
San Isidro y en Los Salones en Casa Blanca, y allabajo en Las Cuevas, por
encima de Los Abrigos, que hay unas cuevas, allí teníamos corral y en Las
Monjas, vivíamos en Los Salones, en Casa Blanca. En
estos años subían a Galindo desde San Isidro, cuando era el tiempo de venir
con las cabras pa Galindo, si eso la llevábamos pabajo pa Castro, cuando había
hierba pa la costa nos íbamos pa la costa, cuando no, veníamos parriba. Según
su hijo, se mantuvo en el cuidado de la manada de cabras hasta la década de los
años cuarenta.
Documentación: BRITO, Marcos: Nombretes en el Sur de Tenerife. Llanoazur ediciones
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