Macaria Ibáñez y Paulino Suances, en 1939 |
Paulino
Suances Romín fue el cartero que inició esta labor en Las Galletas. De cómo
llegó a estas tierras desde su Palencia natal y de cómo se adaptó a este lugar
lo extrae del cofre de la memoria su hija Aurora Suances Ibáñez. Cuenta que
todo comenzó por un accidente que tuvo su padre y le aconsejaron que se
trasladara a vivir a un lugar con mejores condiciones climáticas, y decidieron
trasladarse a las Islas Canarias. Él vino a San Miguel, por aquel tiempo
hacía falta un cartero y empezó de cartero aquí. A San Miguel vino a una
aventura, en aquel tiempo la gente de San Miguel lo recogió muy bien, entonces
hacía falta cartero, que había cuatro vecinos aquí nada más e iba en bicicleta
a San Miguel. Y en Las Galletas se
asentó, con su esposa Macaria Ibáñez Prado y con sus hijos Víctor, que contaba
con unos nueve años, y Aurora, con cinco, y que nació en 1928. Por un año
vino mi padre, pa irse al año y entonces fue cuando estalló el movimiento.
A este barrio pesquero de Arona llegaron a comienzos de la década de los
años treinta, cuando su población rondaba los cien habitantes, que vivían en
una veintena de viviendas e igual número de chozas, humildes moradas de piedra
y barro y con techos de torta que eran habitadas por los pescadores; como
recuerda Aurora, eran cuatro casitas de piedra y nada más. Nosotros vivimos,
que le decían arriba en El Morro, esa casa era de Agustín Reyes de San Miguel.
Eran tres cuartitos, uno la cocina y el dormir y otra salita allí. De toda esa
gente me acuerdo yo y mire los años que hay que han muerto ya los pobres,
montón dellos, cuatro vecinos se puede decir, no se si llegaban a quince
casitas, y después estaban los de la playa que eran de San Miguel, la hilerita
esa.
La adaptación al pueblo y a sus gentes fue inmediata. Paulino Suances
impartió clases a los hijos de los pescadores. En un cuarto de su humilde
vivienda, en horario de tarde, a los cuatro pescadores que había y a
nosotros después. Labor que continuó
su hijo Víctor Suances Ibáñez, hasta que a mediados de los años cincuenta se
creó la escuela pública de Las Galletas.
Paulino Suances y con posterioridad su hijo Víctor se hicieron cargo del
correo y de la estación de teléfonos. En sus inicios estuvo ubicada en la
actual calle San Claudio, luego se trasladó a la calle María del Carmen García
y después a otro local de la de San Claudio, hasta pocos meses después del
fallecimiento de Víctor Suances, en noviembre de 1979. Fecha en la que esta
familia deja de prestar ese servicio, y cuyas oficinas se trasladaron a Ten
Bel. Que padre e hijo ejercieron de carteros lo corrobora también las
anotaciones que se recogen en los censos de población de Arona, como en las de
1955 donde consta Paulino Suances como cartero, y su esposa Macaria Ibáñez, con
residencia en Arona desde hacía 23 años. Asimismo se anota a Víctor Suances
Ibáñez, nacido en Palencia en 1923, con profesión cartero, y con residencia en
Arona desde hace 23 años, y casado con Rosa Abreu Chinea, de procedencia gomera
y que habita en Arona desde hacía 5 años.
Paulino Suances hacía el reparto a pie y en bicicleta, y en algunos
tramos de su recorrido con la guagua de Transportes de Adeje, que pasaba por
Aldea e iba a San Miguel de Abona. Y no sólo se encargaba de traer la correspondencia
para los vecinos de Las Galletas, sino que además su cometido se alargaba por
los pagos diseminados que existían. En aquel tiempo lo repartía al Faro, a
los Guazas, que entonces en ese tiempo se sembraba mucho y ya repartía por
Guaza y por toda esa zona y volvía a Las Galletas y al otro día volvía a hacer
el mismo recorrido. Incluso le costó
un accidente en uno de estos trayectos que iba en bicicleta, al ser atropellado
por un vehículo en las cercanías de la Casa del Caminero de Aldea Blanca, en una
curva que desde entonces se conoce como la “Curva de don Paulino”, y que
no le permitió realizar su labor y
en ese tiempo de convalecencia lo realizaba su hija Aurora; yo estuve
haciendo el correo seis meses, yendo a San Miguel, yo era jovencita.
No fue una vida fácil la que les toco vivir, adaptarse a un nuevo lugar,
que además no contaba con unas mínimas condiciones. Para lavar iba con mi
madre, en aquellos años, íbamos a Las Mesas, a Guaza, y veces nos cortaban el
agua, no nos dejaban lavar, dejábamos la ropa allí pal otro día ir otra vez, a
Los Bebederos, a Aldea. Para beber tenía que ir por el agua a pozo en Los
Pozos, hasta que pusieron la fuentita áhi, cuando vinieron los militares, y
haciendo cola, porque éramos pocos vecinos pero no echaba casi nada de agua,
aquí se pasó mucho en aquellos tiempos. Mi madre pasó mucho aquí y ella estuvo
yendo, ella también a buscar el correo, e iba con las pescadoras de aquí el día
que cogían pescado e iban a vender a San Miguel.
Aurora Suances, Tomás Torres y tres de sus hijas |
Las dificultades por la que pasó este cartero-peatón de San Miguel-Las
Galletas, y además encargado de la estación telefónica, lo denota una instancia
que presentó en el Ayuntamiento de Arona con fecha 20 de abril de 1949. En ella
explica su malestar por no haberse abonado el alquiler de un nuevo local donde
se emplazó la estación telefónica en Las Galletas, como así se lo exigía la
compañía telefónica para no suprimir el servicio. Este local lo alquiló Paulino
Suances, abonándolo de su bolsillo desde el primero de enero de 1948, al precio
de 25 pesetas mensuales, cantidad, que según este escrito, se había
comprometido satisfacer el Ayuntamiento y que no había efectuado, después de
haber transcurrido más de un año.
Pero las dificultades se fueron superando por esta familia que llegó a
Las Galletas desconociendo el lugar y sus costumbres, pero adaptándose con
tanto arraigo que desde su llegada han formado parte de la historia de este
pueblo de pescadores. Sus dos hijos se criaron en su orilla, haciendo suyos las
costumbres y los trabajos que en esos años eran los predominantes en esta
franja costera. Víctor con el correo y la centralita telefónica; y Aurora con
labores en la agricultura, como en los tomates, en los que empezó con quince
o dieciséis años ya fui a trabajar a Los Bebederos, en los tomates, en aquel
tiempo era tomates nada más, no había tanta platanera como hay hoy, en los
tomates todo el día de dios trabajando.
Hasta que se casa, a la edad de 23 años, con el camionero Tomás Torres Martín,
natural de Aldea Blanca y fallecido en 1984, con quien se encuentra en la
fotografía que acompaña este comentario, junto a tres de sus hijas.
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