miércoles, 18 de marzo de 2015

19 de marzo de 1923. Huracán en Granadilla de Abona


19 de marzo de 1923. Huracán en Granadilla de Abona

En los momentos de esta noticia la población del Sur de Tenerife, se desenvolvía entre la subsistencia y la escasez. Su sustento se arrancaba principalmente a la tierra y a la ganadería. Las dificultades agrícolas eran innumerables, la casi nula presencia de regadío; baja productividad, en muchos casos ligada a la ocupación de tierras marginales de baja calidad; campo descapitalizado; dificultades de mercado; en suma un frágil equilibrio, muy dependiente de la naturaleza y con escasa operatividad para hacer frente a las consecuencias negativas que se producían. Equilibrio roto con frecuencia, como el producido por este huracán acaecido el 19 de marzo de 1923 en Granadilla de Abona.

lunes, 16 de marzo de 2015

Cita del Sur 5. El Sombrerito, Vilaflor, con relato de Manuel Rodríguez Escalona

 
Cita del Sur 5. El Sombrerito, con relato de Manuel Rodríguez Escalona

El Sombrero, en Vilaflor, y el bello relato de exaltación a este paisaje en el que se afincó el cubano Manuel Rodríguez Escalona: “Desde el sitio donde tengo mi mesa de escribir, todo lo domino con la vista. El panorama, espléndido y magnífico, surge ante mis ojos con deslumbradora belleza.
El Sombrerito, con la majestad imponente de las cosas inmóviles, se destaca entre el verde marco de una cordillera de elevadas montañas, y a un lado, el mar extiende su planicie impresionante que se irisa a la luz del sol mañanero.
El espectáculo tiene algo de grandioso en esta clara mañana de mayo, bajo el infinito azul del cielo, que se pierde hasta el infinito azul del mar.
La atmósfera es pura, transparente como una verdad.
El oxígeno de Vilaflor, se apresta a dar vida en esta hora en que instintivamente absorbo su afrodisia hasta la médula.
El paisaje todo, tiene en este instante una quietud profunda, definitiva.”

Fotografía: El Sombrerito. Vilaflor, septiembre de 2012

domingo, 15 de marzo de 2015

Camello de Antonio Delgado, Valle de San Lorenzo

Camello de Antonio Delgado, Valle de San Lorenzo


El Valle de San Lorenzo fue el lugar con mayor número de camellos en el Municipio de Arona. Se utilizaba para arar, para trillar, para el transporte, de todo lo transportable: jable, pinocho, ataos de tomates, cantos, papas, arena, piedras, plátanos; grandes y menudos; carga y transporte.
De la existencia, en el Municipio de Arona, de los camellos hay constancia desde el siglo XVII, pero no es hasta el siglo XX cuando su cifra es significativa, sobre todo en las décadas de los cuarenta y cincuenta cuando están registrados su mayor número, rondando los cien ejemplares, decayendo a partir de los sesenta. A modo de ejemplo desglosamos por barrios los 99 que se recogen con fecha 31 de diciembre de 1945. Un dromedario, que sería su verdadera denominación, había en cada uno de los barrios siguientes: La Sabinita, Guaza, Montaña Fría, Mojonito, Chayofa, Topo, y Cruz Alta. Dos, en Túnez y Vento. Con tres, Altavista y Las Madrigueras. Con seis, Hondura y Cabo Blanco. Con siete, Los Cristianos. Con ocho, Arona casco. Con catorce, Buzanada. Y el resto, cuarenta y uno, estaban censados en el Valle de San Lorenzo.
La drástica disminución de camellos en el Municipio de Arona, queda reflejada en el censo de 1961, donde 19 de los 33 censados, lo están en el Valle de San Lorenzo, entre los que se encontraba uno de propiedad de Antonio Delgado Hernández, a quien se le puede contemplar, a la derecha de esta fotografía obtenida en la década de 1950, en La Cabezada, con un grupo de vecinos, entre los que se encuentran: Modesto Pérez, Herminia Hernández, Mª Luisa García, Rufina González y sobre el dromedario el niño Juan Delgado Pérez.

Documentación: BRITO, Marcos: Valle de San Lorenzo. Imagen y memoria. Llanoazur ediciones

sábado, 14 de marzo de 2015

Cita del Sur 4. El ocre y el camello del Sur, por Luis Álvarez Cruz

 
Cita del Sur 4. El ocre y el camello del Sur, por Luis Álvarez Cruz

El ocre, atado a la sequedad, extraído del alma del Sur, plasmado en los cambiantes reflejos de la toba. Este ocre que el periodista Luis Álvarez Cruz (1904-1971) asemeja al de los camellos, en diversos artículos publicados en la década de 1950. Su color – el color del Sur- es el mismo de los camellos. Pero acaso aquí radique el símbolo más exacto de estas tierras ya en gran parte incorporadas plenamente al quehacer agrícola insular. Porque el camello es así: áspero y resistente, sobrio y útil. Las tierras del Sur de la isla –su propia historia lo ha demostrado- son ásperas y resistentes, sobrias y fecundas. Hay en ellas un sentido profundo de la vida que acaso no se advierta de primera intención, pero que surge a poco que uno se detenga ante ellas.
Conceptos entre camello y Sur, recurrentes, y que Luis Álvarez Cruz vuelca en diversas ocasiones. El símbolo de las tierras del Sur de la isla. Unamunescamente considerado, el camello es algo así como un esqueleto de animal. También el Sur de la isla era hace años, en gran parte, un esqueleto de isla. Era un buen símbolo sin duda. Tenía el color ocre de la tierra y como ésta se alimentaba de ensueños, de figuraciones, de espejismos, de entelequias.
O el camello cual alma andante de la tierra. El camello es el alma andante de esta tierra inmóvil. Su pelanbrera tiene el matiz amarillento del paisaje. Como éste, se alimenta de entelequias. El paisaje del Sur se alimenta de la idea del agua. El camello se alimenta de la entelequia de la hierba.

Fotografía: Imagen tomada alrededor de 1930, al fondo se observan algunas viviendas de Arico el Nuevo.
  
Documentación: BRITO, Marcos: Paisaje en las Bandas del Sur [Tenerife 1890-1960]. Llanoazur ediciones

viernes, 13 de marzo de 2015

Adorsinda Melo Aponte o el prestigio de los dulces

Adorsinda Melo Aponte


Adorsinda Melo Aponte nació en el aronero barrio de La Sabinita, pero pasó buena parte de su vida en Vilaflor, en El Hoyo, donde vivía con sus padres, Juan Melo Fumero y Petra Aponte Martín. También lo hizo en La Suerte, cuando se casó con Juan Tacoronte Hernández, y después otra vez en El Hoyo, lugar donde nació su hija María Tacoronte Melo, quien recuerda alguno de los momentos por los que transitó la vida de su madre, prestigiosa dulcera que recorrió buena parte del Sur de la Isla endulzando el paladar de sus gentes. En el Padrón Municipal de Vilaflor, para el año de 1940, Adorsinda Melo Aponte, que nace en 1883, en Arona, se encuentra inscrita en El Hoyo y de profesión sus labores; casada con Juan Tacoronte Hernández, se anota que nació en 1882, en Caracas, de profesión obrero y con 45 años residiendo en Vilaflor; y con los hijos: José, Antonio, Nicolás y María Tacoronte Melo; con fecha de nacimiento entre el año de 1918 y el de 1933.
Adorsinda Melo comenzó su labor de dulcera en El Hoyo, caserío de Vilaflor, tal como relata María Tacoronte. Yo no se con quien los aprendió, yo no se si fue que le nació a ella, si es que ella iba a Vilaflor y aprendió algo en Vilaflor, eso no supe yo nunca, yo cuando nací, desde que yo nací que tuve uso de razón que con tres años pelaba las papas en casa, vi dulces en la casa. De allí partía, cargaba los cajones de madera sobre un camello y se trasladaba a las fiestas de los pueblos. En muchos de los que se encuentran entre Granadilla de Abona y Adeje, esperaban impacientes los dulces de Adorsinda.
Y en cada pueblo, en cada fiesta, desplegaba su puesto. Los cajones estaban tapados, se llevaba una mesa y se abría la mesa, se ponía su mantel y sacaba de los cajones, y los cajones estaban allí todos tapados, que servían de asiento porque eran cajones fuertes. Y muchas veces sabanas por si hacía mucho sol, se ponía una sabana con cuatro estacones y se ponía una sabana como un toldo pa atajar el sol y si había algún sereno.
Cuando, sobre todo en verano, se trasladaba a los festejos, se producía un ajetreo continuo en su casa de El Hoyo. Era empatar una semana con otra, siempre con los dulces, empatar porque cada vez que había una fiesta había que salir, usté ve que Las Galletas es muy cerca al Valle, después era Charco del Pino, después San Antonio en Granadilla, después también San Miguel. Y a todos estos lugares se trasladaba Adorsinda, con la ayuda del camello y de su marido, transportando cajas repletas de dulces, colmadas de felicidad, del gozo al saborear las tortas chasneras con su blanquecino almíbar; los rosquetes rezumando aromas a vino y aceite; las piñas extrayendo el máximo gustillo a la almendra chasnera; los matrimonios, la más sublime combinación de almendra, azúcar y yema de huevo; o los mantecados que esparcían en el ambiente sus esencias a canela y limón. Por solo citar algunos de los que Adorsinda extendía sobre una blanca sabana, en su humilde puesto que no podía faltar en los festejos cercanos, presente imprescindible que se le llevaba al que no había podido ir a la fiesta de su santo predilecto.
Y allí iba también María, a la que su madre tenía que llevar consigo desde corta edad y que con posterioridad se convirtió en otra dulcera de reconocido prestigio. Desde que yo nací mi madre iba a la fiesta, porque una vez me llevó de veinte días a la fiesta de San Lorenzo, porque resulta que tenía unos dulces hechos pa que una tía mía fuera, la madre de Manolo el de Los Cristianos, mi tía Dolores, y entonces se le murió la suegra y no podía ir, entonces tuvo ella que ir, ¿dejaba esos dulces sin vender?, y me llevó con veinte días. Siempre recuerdo que me decía, con veinte días te llevé, no saliste muy parrandera y te quise parrandiar con veinte días.

Adorsinda Melo Aponte y Juan Tacoronte Hernández
 
Y de esta forma, entre el buen hacer de su madre, se crió María. Primero, cuando apenas despunta del suelo, ayudando a limpiar las milanas o todo ese quehacer de la casa, luego se fue introduciendo en ese mágico mundo de la dulcería. Mi madre primero era pa las fiestas nada más, pero ya después qué porqué no hacía dulces pa las tiendas, qué porqué no repartía, pues entonces ya empezamos a hacer pa las tiendas, entonces ya el reparto era más largo, primero ella era menos, pero ya después cuando yo salía, el reparto se alargó, era toda la zona que pertenece a Arona, Adeje, San Miguel, Granadilla.
En 1958, cuando María se casó con Ramón Beltrán Hernández, todavía se iba a las fiestas. En ese año, María y Ramón alquilaron una casa en la calle Duque la Torre, en Arona, y abrieron una dulcería. Ramón tenía la carpintería en los salones de la calle, después había otro salón, yo lo partí, hice sala, hice dormitorio y después pa dentro había dos dormitorios más y después tenía dos sótanos que era donde teníamos la dulcería. En el cincuenta y ocho hicimos el horno, a últimos del cincuenta y ocho, a los ocho meses de casada yo vino a Arona, se hizo el horno y ya a primeros de año ya estaba allí instalada haciendo dulces.
Y aquí continuó Adorsinda, ayudando a su hija en el horno de la casa en Duque de la Torre y en el que con posterioridad construyó María en su nueva vivienda de la calle José Antonio Tavío, donde reside desde 1970. Entre estos dos hornos de leña pasó María varias décadas, llevando alegrías a muchas bocas, a muchos hogares, “entraba la gente conocida que quería dulces y los mismos que uno le repartía por ahí que venían a Arona y querían, ellos mismos se servían, y si no empezábamos desde el jueves, viernes y sábado repartíamos.” Y ahí continuó hasta que se encadenaron las desgracias con la muerte de su marido y de sus padres, y dejó la elaboración de los dulces a comienzos de los años ochenta.
En todos estos lugares, estas dos mujeres confeccionaron sus dulces, siempre el horno de leña remataba el buen hacer de sus manos, ese que dan los años y la pasión por lo que se hace. Con la misma paciencia que elaboraban estos manjares, María ha ido desentrañando su sabiduría en preparar los ingredientes, en combinarlos con maestría, en conocer ese punto exacto que se necesita para introducirlo al horno, en encontrar ese justo calor, si el horno es flojo la torta sube y vuelve, y baja, sin embargo si el horno está un poquito fuerte la torta sube y se queda subida. Madre e hija han dejado su huella en la confección de estos dulces chasneros, amasados con el cariño que se trasmite de una generación a otra, con ese que le da el punto de diferencia a las cosas bien hechas.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Cita del Sur 3. Las Galletas por Emeterio Gutiérrez Albelo


Cita del Sur 3. Las Galletas por Emeterio Gutiérrez Albelo

Desde El Bajío de Las Galletas se tomó esta imagen, en la década de 1960. Primera línea de playa con alineación de casas, casi cuadradas, como tan bellamente lo rememora el poeta Emeterio Gutiérrez Albelo, con una cita de 1935, momentos en los que impartía su magisterio en la escuela pública de Vilaflor: … donde hemos sentido, como nunca, esa sensación de intimidad soledosa y silente, ese traje espiritual, ese aupamiento místico... (la playa, con sus cúbicas edificaciones de 10 a 10 metros clavadas, con sus calles de 10 metros de ancho -capricho inteligente del concesionario gratuito de estas parcelas-, parece un caserío de muñecas. Muñecas que, en el verano, llenan estos pasajes de un alegre, policromo tumulto.)

Documentación: BRITO, Marcos: Paisaje en las Bandas del Sur [Tenerife 1890-1960]. Llanoazur ediciones

martes, 10 de marzo de 2015

Cita del Sur 1. Autor: Manuel Castañeda González

 

Cita del Sur 1. Autor: Manuel Castañeda González




Los elogios y parabienes sobre esta tierra, aún desconocida, han llegado de personas que se prendaron de su sequedad, como expresaba el escritor Manuel Castañeda González (1921-2001), en un artículo publicado en 1944. Poeta natural de Santa Cruz de La Palma, pero residió desde niño en Santa Cruz de Tenerife.
Nada más grato para el alma sedienta de emociones que enfrascarse en la contemplación de este árido paisaje del Sur, en la que la soledad y el silencio se dan cita.
Estas pardas y abruptas cordilleras que se desperezan bajo el tormento del sol en una loca sucesión de quebradas líneas, presentan una característica completamente opuesta a estas otras montañas que a cada instante contemplamos. 

Fotografía: acondicionamiento de conducción de agua desde Vera de Erques a Agua Dulce. Guía de Isora, década de 1950