sábado, 8 de octubre de 2016

Socarronería sureña: Un caballo “señaló” el trayecto de la `carretera vieja´ del Sur




  La carretera vieja. Imagen que se podría situar, en la década de 1930, en el Municipio de Arico



















La carretera vieja del Sur de Tenerife, la Comarcal C-822, la actual TF-28, se inició en Santa Cruz de Tenerife en 1864 y no comienza a verse por Granadilla de Abona hasta la década de los años treinta del siglo XX. Y no enlaza con Guía de Isora, a través de Tejina de Guía, hasta la segunda mitad de los años setenta.
Son más de mil curvas en 104 kilómetros, hasta Los Cristianos, muchas de las cuales su radio era tan pequeño que dificultaba el transito de dos vehículos a la vez.
En 1935 el periodista Juan Pérez Delgado realiza un viaje desde Santa Cruz de Tenerife a este Sur, y deja un ocurrente comentario:
Siempre nos había parecido un poco descabellado el trazado de esta carretera, y ahora, cuando hemos dado muestras del cansancio que nos ha producido el viaje, un anciano campesino, con la sorna peculiar de estas gentes, nos ha ofrecido una graciosa explicación.
-¿Muchas curvas en la carretera?- nos pregunta.
-Muchísimas, y, a nuestro juicio, innecesarias en su mayor parte-, respondemos.
-Lo mismo opino yo, cada vez que la cruzo.
-¿Y a qué las atribuye?
-Mire, yo tengo mi idea. Creo que todo depende de la forma en que se realizó el trazado.
-Opina usted entonces que en otro tiempo se trazaban las carreteras de distinto modo que ahora.
-Esa por lo menos, si señor. En mi creencia, cuando la carretera del Sur, de La Cuesta para acá, fue trazada, los ingenieros tenían pocas ganas de trabajar. A lo mejor encargaron a cualquier capataz que la hiciera a su gusto. Y el capataz, para no incurrir en responsabilidades, buscó un caballo, le amarró al rabo un recipiente lleno de cal y le propinó sus latigazos. El animal emprendió el galope con rumbo al Sur y, como es de suponer, al derramarse la cal fue marcando un sendero a todo lo largo de aquellas laderas. Así quedó señalado el trayecto que había de seguir la vía.


jueves, 6 de octubre de 2016

Carmela Herrera Vargas, entre la venta de pescado y la fonda, en Alcalá

Carmela Herrera Vargas

Carmela Herrera Vargas fue una emprendedora mujer en Alcalá, dedicó una buena parte de su vida a la venta de pescado, con la cesta a la cabeza y a pie, recorriendo el Municipio de Guía de Isora y en ocasiones cruzando la cumbre y trasladándose a Icod o Garachico. Y además dispuso de la primera fonda que se instaló en Alcalá, en la Plaza del Llano.
Sobre Carmela Herrera Vargas (Alcalá septiembre 1908- enero 2001), hija del pescador José Herrera Hernández, El Canario, y de la pescadora Crisanta Vargas Álvarez, casada con el pescador José Acosta Herrera, los recuerdos llegan de la mano de su hija Australia Acosta Herrera y de la publicación de Chucho Dorta, El Viejo oasis de Alcalá, editado en 1988.
Como anota Australia, muchas veces se trasladaba a Chirche para vender el pescado, ella era mucho de ir a Chirche, tenía muchas amistades. Abandonó esta labor cuando instaló, en los alrededores de 1940, una venta y pensión en la Plaza del Llano, la que mantuvo hasta finales de la década de 1960.
Carmela Herrera Vargas frecuentaba el municipio de Guía de Isora, pero en ocasiones tenía que trasladarse a la Banda Norte, como en la vez que fue a Garachico, ya que no lograba venderlo en sus puntos habituales, tal como narra su hija Australia Acosta. Mi madre fue como una aventura, ella siempre lo contaba. De aquí subió a Guía, no vendieron el pescado y entonces pensaron, pues vamos a ir hasta Arguayo, no lo vendieron. ¿Y ahora que hacemos? Cómo nos vamos con este pescado para Alcalá. Fue con María Olea, una señora de La Palma que vivía en Alcalá y Carmela se encontraba embarazada de su hija Lourdes, Lula, quien nació en 1942. Pasaron por San José de los Llanos hasta Icod, donde se encontraron con dificultades para venderlo ya que días antes hubo una denuncia por venta de pescado en mal estado y se desplazaron hasta Garachico.         
Esclarecedor de la vida cotidiana por la que transitó su vida es lo recopilado por Chucho Dorta, y que relata los comentarios de Carmela Herrera Vargas. Íbamos a lavar p´alla, pa Los Gigantes, a buscar agua pa Teno, a esos riscos grandes que tú ves allí; ahí íbamos a lavar y estábamos todo ese día lavando, porque eso casi todo es de agua dulce, y también íbamos a Masca, bajando por el barranco. Yo llegué a ir caminando de aquí a Masca, de aquí a Garachico; nos quedábamos por allí y al otro día veníamos. Te voy a contar: una vez fuimos a Garachico yo y otra señora que vivía aquí; yo estaba en estado, fuimos de aquí a Tamaimo, cogimos la guagua y nos dejó en Ruigómez; allí empezamos a vender, nadie quería pescado; primero nos quedamos en Erjos, de Erjos a Ruigómez, después de Ruigómez al Tanque, y del Tanque a La Culata, y yo no sé si tú sabes de que hay tres cruces; allí encontramos a seña Agustina, la madre de los de la guagua, y nos dijo: “Mira a Icod no se metan porque en Icod están los guardas acechando porque allí fue una señora a vender pescado y dice que estaba mal”; pues entonces yo miraba a mi amiga y a ella no le faltaba sino llorar, pero yo; entonces dice seña Agustina: “Pues vayan a otro sitio”; entonces al llegar a las tres cruces aquellas nos somamos y vimos Garachico, que ya tú ves que se ve como si fuera allí mismo; porque la verdad, entonces digo, pues mira María, no nos vamos a meter en Icod, vamos a quedarnos aquí. Y después de pensarlo decidimos ir a Garachico; y pa bajar toda aquella ladera yo iba en estado, de una de mis hijas era, pero no me acuerdo de cual; entonces María, con salemas saladas, y yo, con pescado fresco, a pesar de que estaba en estado yo no sé porqué siempre he tenido un temperamento de no sé qué manera, bajamos; y miraba p´atrás y veía a María; y cuando bajábamos aquellas laderas le decía ¡olé! ¡olé!: la cesta aquí atrás y ella se ponía: ¡Ay mi jija! ¡Ay Carmela!, ¡por Dios, no te rías! Y yo le contestaba: Pero María, entonces vamos a llorar, mujer. Bueno. Llegamos a Garachico.

Carmela Herrera Vargas

La pensión que regentó Carmen Herrera Vargas, además de llevar una tienda y casa de comidas, se encontraba ubicada en una esquina de la plaza del Llano. Tal como recuerda su hija, Australia Acosta Herrera, la pensión se abrió a comienzo de la década de 1940 y se mantuvo abierta hasta finales de los años sesenta, pero mantuvo su casa abierta para algunos de sus antiguos clientes.
En una entrevista de Chucho Dorta a Carmela Herrera, aporta algunos datos sobre esta pensión, que disponía de una pequeña casa separada de la vivienda principal. Como usted ya sabrá, esta casa fue la primera pensión de Alcalá; aparte tenía un cuartito, a 100 metros, que lo llamaba el Mencey; resulta que allí iban a quedarse los del Puerto de la Cruz cuando venían a comprar pescado, la casa era de azotea, la primera que por aquí se fabricó y como era de viga, la cascarilla le caía en la cara a los que estaban acostados; entonces, los que acudían con frecuencia a quedarse me dijeron: ¿Porqué no arregla usted el cuarto o si quiere nosotros mismos se lo arreglamos? De modo que les di permiso y enseguidita trajeron la estera del Puerto de la Cruz y un yesista, buen conocedor de la materia, le puso al cuartito la estera y el yeso. Una vez terminado, cuando fui a verlo, quedó tan bien que exclamé: Jesús, ni el Mencey. Y el Mensey quedó bautizado, al igual que el gran hotel de Santa Cruz.
Asimismo recuerda las personas que pernoctaron en su modesta pensión. Pasaron personajes importantes de la isla como don Vicente Miranda, don Alonso Ascanio, los Reyes y los Herreros, que como usted sabrá provienen de La Orotava; de Santa Cruz, don Vicente Bonnet… También venían grandes personajes del extranjero, como el cónsul de Venezuela Roberto Vivas y el príncipe Bernardo de Holanda; si las paredes hablaran.
Mujer trabajadora, que compaginó sus labores domesticas con la venta de pescado, por esas duras veredas de tierra y sudor, y con la tienda y fonda que emplazó en Alcalá. Se le recuerda su fortaleza, su buena mano en la cocina y su gran humor, como lo denotan sus comentarios, como cuando se trasladaban a pescar y vender esa pesca a La Rajita, en La Gomera, después de su boda en 1928, y comentaba, según Australia, que ella fue a pasar la luna de miel a La Gomera.


Documentación: BRITO; Marcos: Pescadoras, marchantas o barqueras. Vendedoras de pescado en el Sur de Tenerife. Llanoazur ediciones

lunes, 3 de octubre de 2016

Acantilado de los Gigantes. Década de 1960

Acantilado de los Gigantes. Década de 1960







Zona de bajíos y de bancales de tomates, de topónimos, que como toda la costa de Sur, van cayendo en el olvido: Las Bajas, La Punta, Argel o los Acantilados de Teno que dan paso, en la década de 1960, a los Acantilados de los Gigantes. La urbanización de este litoral del Municipio de Santiago del Teide se inicia con la aprobación de dos complejos turísticos: Acantilado de los Gigantes, en 1963, y Punta Negra, dos años más tarde; siendo el primer hotel en inaugurarse, a finales de 1967, el Hotel los Gigantes. En la imagen se puede contemplar como se encontraba este litoral antes de iniciarse estas urbanizaciones, y los inicios de la infraestructura viaria.


Documentación: BRITO, Marcos: Paisaje en las Bandas del Sur [Tenerife 1890-1960]. Llanoazur ediciones

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Lancha de cabotaje. Playa de San Juan c. 1940

Lancha de cabotaje. Playa de San Juan c. 1940


Las escasas vías terrestres en el Sur de Tenerife convierten, durante el primer tercio del siglo XX, a la navegación marítima en el lazo de unión con el exterior. Barcos de poco tonelaje, que al mismo tiempo llevaban carga y pasajeros.
Al no disponer de muelles adecuados para la carga y descarga de mercancías estas tareas se efectuaban a través de lanchas, como la de esta imagen, tomada en Playa de San Juan, Guía de Isora, alrededor del año cuarenta del siglo XX, donde se aprecia una lancha que se carga con cajas de tomates, para su traslado al barco de cabotaje


Documentación: BRITO, Marcos: Paisaje en las Bandas del Sur [Tenerife 1890-1960]. Llanoazur ediciones