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Trilla en Casitas Viejas, Santiago del Teide. Fotografía del Colectivo Arguayo |
La ganadería menor, cabras, ovejas y cerdos,
constituía un sustento básico para los guanches del Sur de la Isla de Tenerife.
El ganado bovino se introdujo con los nuevos colonizadores, sobre lo cual se
encuentran referencias en los Acuerdos del Cabildo de Tenerife, reflejados en
la edición de Elías Serra Rafols. En el acuerdo del 11 de julio de 1503 se
ordena que las vacas de La Laguna, de los vecinos estantes en esta isla las
saquen a Tegueste, y las otras que las saquen a Adexe e Abona. En este sentido es también lo dispuesto en
enero de 1504, pero se especifica que dichas vacas non pasen del término de
Abona porque Adexe queda para los ganados menudos de los vecinos.
Como expone Pedro Miguel Martínez Galindo en La vid
y el vino en Tenerife en la primera mitad del siglo XVI, las tierras de Abona y Adeje no fueron
puestas en explotación en los primeros años de su colonización debido a su
escasa calidad. Las tierras del Barranco de Chasna pasa por varias manos antes de comprarlas, en 1525,
Juan Martín o Martínez de Padilla, quien inicia su explotación, además de
adquirir otras propiedades en la comarca. Al casarse su hija, Juana de Padilla,
con Pedro Soler, le permite a éste acceder a esta propiedad, y con ellas
obtuvo, además, unas 78 reses vacunas y bueyes para sus yuntas.
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Preparación del terreno en Agua Dulce, Guía de Isora (Foto U. Ahlers) |
La referencias documentales, en las que se reflejan
el número del ganado bovino, se jalonan a lo largo de los siglos. Su principal
uso fue como animal de trabajo, en las roturaciones y en el arrastre de
piedras, maderas o cualquier otro material. Sin desechar su capacidad lechera,
de crianza, e incluso festiva, al utilizarse para corridas de toros, como
indica Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico estadístico histórico de
España y sus posesiones de ultramar, sobre los festejos en Santiago del Teide, con datos para mediados del
siglo XIX. Se celebra una feria el día de San Pedro Apóstol, con corrida de
toros y fuegos artificiales.
Asimismo, en el siglo XIX, se encuentran documentadas en los festejos
celebrados en Arona y hasta inicios del siglo XX en Guía de Isora.
En algunos padrones de población de los siglos XVIII
y XIX, en los cuales se contabiliza el ganado existente, se encuentran
múltiples referencias al ganado bovino en el Sur de Tenerife, y en numerosas
ocasiones se asientan como yuntas de vacas. Como ejemplo de la importancia que tuvieron estos
animales en el trabajo de la tierra, al registrar las yuntas de vacas, o de
bueyes, se aprecia en el Estado general de la población de Adeje con expresión
de la fuerza y útiles de transporte, realizado por el Ayuntamiento de Adeje en el año de 1859, en cuyo
apartado, Yuntas de vacuno,
se anota la existencia de 87 yuntas.
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Yuntas de vacas en Las Chafiras, San Miguel de Abona |
En las estadísticas agrícolas realizadas por los
Municipios sureños, en el año de 1878, a solicitud del Gobernador Civil de
la Provincia de Canarias, se
registra el número de cabezas de ganado vacuno. Para Adeje se anotan 166
cabezas, casi todas designadas al trabajo ya que se especifica que se cuenta,
contabilizadas en el total citado, con 80 yuntas de vacuno. En Arico, 32, 16
yuntas. Arona, 18, sin detallar el número de yuntas. Guía de Isora, 20, 10
yuntas. San Miguel, 2 cabezas de ganado vacuno. Santiago del Teide, 19, 9
yuntas. Como comparativa con los demás animales citemos la estadística de
Granadilla: 50 cabezas de ganado vacuno, que forman 25 yuntas; con 60 de ganado
caballar, con 25 yuntas; 250 de ganado asnal, con 100 yuntas; y 300 de ganado
mular, con 120 yuntas.
La memoria de aquellas personas que obtuvieron de la
tierra, la escuela, enriquece y le aporta calor a estas estadísticas. A esa
escuela apegada a la agricultura y a la ganadería, en la que apenas había
tiempo para el aprendizaje, es a la que asistió Pedro Bethencourt Domínguez
(Vilaflor, 1914), en la que asimiló las labores de arado. Cuando yo tenía doce años, entonces mi padre al no
haber más varones me enseñó tres días, y yo tenía que arar, un muchacho chico.
Había una yunta de vacas y una la llamaba Florina, y otra Manzana. Yo cogía,
levantaba el yugo así, llamaba primero por Florida, después por Manzana,
venían. Pero no podía con el arado, pa virar en la punta me echaba la mancera
aquí [en el
hombro] pa dar la vuelta. Pedro Bethencourt también
comercializó pieles de cabra y de vaca, que vendía en el Mercado Nuestra Señora
de África de Santa Cruz de Tenerife.
La yunta de vacas, cual ideal para tirar del
arado romano en el acondicionamiento de huertas o en la puesta en cultivo, se
asienta en el recuerdo de Casimiro Díaz Hernández (Vilaflor, 1923). La vaca ara muy finita, la tierra va quedando
muy bonita y el camello donde vira las puntas las apisona toda. Si hay muchos
trabones, hay tierra que tiene muchos morritos debajo, muchos trabones, el
camello no sirve porque se lo lleva, traque, traque, traque, y no aumenta nada.
La vaca sí, cuando llegó y trabó
agacha la cabeza y entonces toda la tierra que iba en el arado quedó sobre el
risco, apenas usted le mueva el arado sigue. Y la bestia es igual repela pallá,
lo mejor parar, pa nosotros, la vaca.
En las décadas de los años sesenta y setenta
del siglo XX ha descendido el número de reses dedicadas a las labores del campo
y ha aumentado la cifra de vacas lecheras. Sobresale el año de 1974, cuando en
Arona se contabilizan 573 animales de ganado bovino, o en Granadilla y Adeje,
en cuyos lugares sobrepasan largamente las trescientas. A partir de estos años
va decreciendo su número, hasta llegar al año de 1990, cuya cifra se encuentran
entre las 2 de San Miguel de Abona y las 89 de Guía de Isora.
La importancia en las tareas agrícolas y del valor
que se tasaban estos animales lo muestran dos ejemplos. El de la Valoración
de los productos de la ganadería en el año de 1940 para San Miguel de Abona, y el arbitrio sobre
tránsito de animales,
correspondiente al año de 1950, en Adeje. En el primero y en el apartado de Valoración
del trabajo de los animales,
se aportan los datos en el acarreo y recolección, tasándose por un día de
trabajo. El camello en 5 pesetas; igual que una yunta de caballos o mulos; la
yunta de vacuno en 6 pesetas y las de los burros en 3 pesetas. Se valora en
mayor medida el trabajo del camello, ya que al resto lo es por yunta, por la
pareja de animales. Y en Adeje, según datos recogidos del Padrón para la
cobranza del arbitrio sobre tránsito de animales por las vías públicas, el impuesto que se abona por cabeza de
ganado, se fijaba en 2 pesetas por el lanar y el cabrío. Por el burro y el
cerdo, 5 pesetas. Por una vaca o un camello, 10 pesetas. Por mulos y caballos,
7,5 pesetas.
Ganado bovino que ha tenido su importancia en el
acontecer de este Sur. Al que se ha podido contemplar en roturaciones, en
arrastre, en transporte o en labores de trilla. Del que se ha aprovechado su
carne, su leche, sus cueros y hasta su apreciado estiércol. Que ha dejado su
huella en diversos topónimos: Punta la Ternera,
El Becerro, Charco de las Vacas o Barranco de la
Pasada de los Bueyes. Pero sobre manera ha formado parte del esfuerzo de las
personas que han ido poblando este Sur, de esas que conocen perfectamente el
sudor del esfuerzo, el que moldea la tierra, entre la que brotaba el trigo o la
papa, de esas personas que crecieron aprehendiendo la vida junto al ordeño y al
arado.
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