sábado, 28 de septiembre de 2013

Pinar del Camino de El Pilón. Vilaflor

 
Buen día
Salud y a cuidarse
Con ese momento, en el oscurecer en el pinar del Camino de El Pilón. Vilaflor
Tierra, que fue, de ganado, de cereal y legumbre, de trigo y lenteja, de trigo blanco y chícharo. 
Septiembre de 2013


viernes, 27 de septiembre de 2013

Aeródromo en Los Llanos de Roja. El Médano


 
Día de la inauguración, 30 de septiembre de 1962
Fotografía de Pedro Alemany Nuez


 
 
Han sido muchos los proyectos de pistas de aterrizajes que se han quedado en este Sur sin una ejecución definitiva, en varios casos se dispuso algún llano para el posible aterrizaje de avionetas, hasta que en 1978 se inauguró el Aeropuerto Tenerife Sur. El tantas veces añorado aeródromo poseyó varios proyectos para su ejecución, desde el acondicionamiento de la pista del campo de El Bailadero, en los alrededores de donde está ubicada la Casa del Caminero, en Arico, lugar en el que aterrizaron dos avionetas en enero de 1924. O el caso de Los Cristianos, con sus múltiples posibilidades; se estudió, a finales de los años veinte y comienzos de los treinta, la viabilidad de instalar un poste de amarre para globos dirigibles, su cielo lo cruzó el Gran Zeppelín en 1930; de utilizar la bahía para el amerizaje de hidroaviones, en cuyas aguas estuvieron diversos de estos aparatos; y las llanuras de El Camisón para aterrizajes de aeronaves, donde en una pista improvisada, al norte de las salinas de El Guincho, aterrizó el piloto lagunero Augusto Puga en octubre de 1933. Hasta finales de los años treinta, cuando se toma la decisión de que el aeropuerto fuese en Los Rodeos y que se realice uno auxiliar en El Médano, al norte de Montaña Roja. Asimismo se pensó en situarlo en las cercanías de Las Galletas, o ya a finales de la década de los sesenta se estudió la posibilidad de construir un aeropuerto en la zona de Ten-Bel.
La posibilidad de disponer las llanuras del Llano de Roja, en El Médano, en el Municipio de Granadilla de Abona, se venía contemplando desde, por lo menos, los alrededores del año treinta. Su uso se consideraba como campo complementario o auxiliar, en las circunstancias de que la existencia de niebla en Los Rodeos hiciera imposible el aterrizaje, de manera que los aviones no tuvieran que desplazarse al de Gando, en Gran Canaria. Después de sortear muchas reticencias se dispuso una pista en el lado norte de Montaña Roja, que fue inaugurada el 12 de agosto de 1935. Este día aterrizó una avioneta pilotada por el aviador Fernández Navamuel.
A este acto asistieron numerosos vecinos del municipio de Granadilla de Abona, además de los pueblos limítrofes. Las autoridades del municipio obsequiaron al piloto y al mecánico a un almuerzo, al que asistió, entre otras muchas personalidades, el responsable de esta iniciativa, Martín Rodríguez Díaz-Llanos. Asimismo se realizó un pequeño vuelo llevando como pasajero al entonces alcalde de Granadilla de Abona, Manuel Batista Rojas, después de lo cual la avioneta partió rumbo a Los Rodeos, trayecto que se cubría en unos veinticinco minutos. 
Aquí quedó un tanto en el olvido esta pequeña pista, utilizada ocasionalmente por alguna avioneta de recreo, hasta que se volvió a estudiar la viabilidad de una pista auxiliar a Los Rodeos. Fue al comienzo de la década de los sesenta, cuando se prepara de nuevo esta pista, que se inaugura el domingo 30 de septiembre de 1962, denominándose `Aeródromo Tomás Zerolo´

 
Día de la inauguración, 30 de septiembre de 1962
Fotografía de Pedro Alemany Nuez
Situado al pie de la Montaña Roja en El Médano, en el Llano de Roja, este campo auxiliar del aeropuerto nacional de Los Rodeos contaba con balizas para servicio diurno, con una torre de control dispuesto para instalar el equipo de ayuda a la navegación. Con una pista de 700 metros de largo por 60 de ancho, que podría ser utilizada por aviones de hasta 24.000 kilos de peso. El Aeroclub Club de Tenerife pretendía ampliar la longitud de la pista de aterrizaje hasta los 1.200 metros.
Las nuevas instalaciones fueron bendecidas por el Prelado de la Diócesis, Luis Franco Cascón, y a la que asistieron las principales autoridades de las islas, entre las que cabe citar al Capitán General de Canarias, Ramón Gotarredona Prats; al Jefe de la Zona Aérea de Canarias, el general Alfonso Carrillo Durán, que se trasladó desde Gando en un trimotor militar; el Presidente del Aero Club de Tenerife, Lorenzo Machado o el Alcalde de Granadilla de Abona, Evaristo Gómez González. Además de “un enorme gentío, llegados de todos los lugares de la Isla, forma un círculo muy amplio en torno al campo. Los automóviles se cuentan a centenares. En grandes camiones embanderados han venido al Médano numerosas familias.”
Ese día aterrizaron en este aeródromo diversos aparatos. Un trimotor militar Junker; de la base de Gando, tripulado por el Comandante Timón, y que trasladaba al Jefe de la Zona Aérea de Canarias, Alfonso Carrillo Durán. Una escuadrilla de cazabombarderos T-6, al mando del Jefe de las Fuerzas Aéreas de la base de Gando, el teniente coronel Soriano, que efectuaron una exhibición antes de su aterrizaje. Seis avionetas del Aero Club Tenerife, que transportaron desde Los Rodeos a muchos de sus asociados. Una avioneta del Sector Aéreo de Tenerife, y un Douglas DC-3 de las Iberia Líneas Aéreas, primer avión comercial que tomaba tierra en El Médano, pilotado por Vicente Ramos Hernández. Aterrizaje y posterior despegue que se efectuaron con normalidad, no llegando a utilizarse la totalidad de la pista.
Se bendijeron las instalaciones, descubriéndose una placa conmemorativa fijada en la torre de control, acto que estuvo amenizado por la banda de música de Granadilla. Fueron momentos de agradecimientos y parabienes, como la del Prelado elogiando el esfuerzo realizado, o las del Jefe de la Zona Aérea de Canarias, Alfonso Carrillo, en el momento de descubrir la placa conmemorativa, el cual glosó la figura del ya entonces fallecido Tomás Zerolo, así como resaltar los que habían hecho posible este aeródromo, el Aero Club de Tenerife y el Ayuntamiento de Granadilla de Abona.
Con posterioridad se trasladaron al Hotel Médano, aún sin inaugurar, donde la Corporación Municipal dispuso un almuerzo, en cuyo momento el Presidente del Aero Club de Tenerife, Lorenzo Machado, y el Alcalde de Granadilla de Abona, Evaristo Gómez, pronunciaron una palabras alusivas al acto. Después del cual se trasladaron otra vez a la pista de aterrizaje para retornar a sus puntos de partida.
Este aeródromo que tomó el nombre de un veraneante ilustre, de un enamorado de esta costa y gran defensor de su construcción, el médico Tomás Zerolo Fuentes, se comenzó a utilizarse por pequeñas avionetas, en la década de los años treinta. Con esta nueva inauguración, del 30 de septiembre de 1962, se pretendía potenciar el turismo de la zona, a través de la instauración de aero-taxis con conexiones con el de Los Rodeos. Incluso se planteó la posibilidad, por parte del Cabildo Insular de Tenerife, de asfaltar su pista en 1964. Pero en lugar de acondicionarla, estudios posteriores aconsejaron una nueva construcción, que aunque con enorme retraso, como casi todo lo que se realiza en este Sur, es el actual Aeropuerto Tenerife Sur. La pista del Llano de Roja se continuó utilizándose por pequeñas avionetas de recreo y sobre todo fue de gran utilidad para evacuar algunos de los heridos en ese día de una de las mayores tragedias que ha padecido el Sur de Tenerife. Un domingo gris, lluvioso y frío, del 3 de febrero de 1963, cuando 23 personas murieron por el desplome de una galería del Ayuntamiento de Granadilla de Abona.   



jueves, 26 de septiembre de 2013

En el horno de la vida con Julia García Morales, JULITA MORALES



  Julia García Morales en su cocina 
 
La presencia de Julita Morales (Valle de San Lorenzo, 1919 - 2005) se encuentra arraigada en la mente de sus vecinos, sobre todo, por ser una de esas esforzadas mujeres que los avatares de la vida le supuso hacer una profesión la organización de las bodas. Sencillas celebraciones en lo que lo más frecuente era que los padrinos pusiera los ingredientes y estas mujeres se trasladaban al lugar de celebración para prepararla, o bien si se disponía de horno propio elaborar los dulces y trasladarlos al lugar de celebración. Con dulces, vino y chocolate, mesas en el centro de una sala espaciosa y sillas a lo largo de sus paredes, se festejaron muchos de estos banquetes.
Como el suyo, al contraer matrimonio con Antonio García Morales, en la Parroquia de San Antonio Abad en Arona, una tarde de octubre de 1939. Mi boda fue dulces nada más, entonces no se sabía hacer sangüis y nada de eso, dulces y chocolate, y la mesita y picar allí, y un poquito de vino. Lo celebré aquí y después el baile fue allá en Chindia, cas Pedro el de Chindia y Josefina. Y la celebró en su vivienda, aquí en este cuarto, en una mesa, mi madrina fue Antonia la Panadera y el hermano José. Antonia y yo éramos amigas y por eso fue la madrina, y el hermano. Antonia y José Valentín Hernández, en cuya panadería, la de sus padres, Antonio Valentín y María Hernández Delgado, María la Panadera, se prepararon los dulces, como el de otras tantas celebraciones.
Julia García Morales, Julita Morales, comenzó con este menester en la década de los años cincuenta, bueno, pues después que mi marido murió, que falleció en 1950. Y continuó hasta los años ochenta, que más de trescientas bodas hice yo. Y prosigue su relato del inició en estas labores. Porque a mi siempre me gustaba ir a las bodas a ayudar a hacer de comer y así y entonces Lola Bello, ella se dedicaba a hacer de comer y me dijo: muchacha porqué tú no vas a hacer de comer; ah muchacha, ¿cómo se te ocurre?, yo soy amañada pa hacer dulces y eso, de rosquetes, entonces yo no sabía hacer brazos gitanos, sino rosquetes, bizcochos, tortas.
En esos primeros momentos tenía cierto temor por las proporciones y las cantidades a elaborar, dudas que con el paso de las primeras bodas, se tornaron certezas. Yo aprendí y por recetas que me daban y después me fijaba en las que las amasaban y después aprendí a hacer las tartas hechas chiquitas, después compré mis moldes pa las tartas, yo tenía pa hacer de seis pisos, tenía dos moldes. Las bodas que se hacían antes no se hacía sino rosquetes y algún bizcochón, después ya se hacía más, hacía rosquetes de aceite, aceite y vino, hacía tortas de almendra. Lo que yo no supe hacer nunca pan, pero tortas, mis tortas, no es que yo lo diga sino a todo el mundo que usté le pregunte, como las tortas de Julita Morales no había tortas, hacía mimos, brazos gitanos variados, y bizcochones, queques, mantecados, hacía unas galletas de mantequilla.
La primera boda la preparó en Cabo Blanco, por la que cobró doscientas pesetas, estuve tres medios días haciendo dulces y un día en la boda. La primera tarta que yo hice fue la de Felipe. Los dulces los hice en Cabo Blanco, que tenían un hornito chiquito, que jacían pan. La comida la hizo seña Dolores de Machín, que era amañada pa jacer de comer.

Julia García Morales, a la derecha, en una boda
Los recuerdos de Julita se alongaban en el tiempo, con nostalgia. Entre sus evocaciones está la huerta de sus padres: Esteban García Valentín, Esteban el Kilo, de la familia de Los de Lera, y María Morales Hernández, María la Cueva. Mi madre tenía unas huertitas, cuando mi madre sembraba papas, por las orillas sembraba coles, que entonces no se usaban las coles cerradas, yo me acuerdo de ver las coles cerradas cuando mi madre era nueva. Mi madre sembraba áhi sus calabaceras, sembraba bubangeras, cuando cogía las papas sembraba garbanzos. Como antes llovía cogía mi madre montones de garbanzos, áhi en las huertas, y sembraba millo, sembraba rábanos.  Después que cogía las papas se cogía todo eso, y todo eso se criaba, ni esos bichos ni nada, como ahora que las plantas no sirven pa nada. Me acuerdo verle a mi madre tres naranjeros, tres hermosos, y un manzanero, que eso divertía, todo eso se secó. Antes sí, en las ventas ¿qué se comproba? Esas golosinas, ni nada del mundo, si el vecino tenía le daba a uno un pedazo calabaza, y después sí, ya se empezó a vender, pero de eso todo mi madre lo cogía allí.
Son esas costumbres aprehendidas en la vida cotidiana las que brotaban con cierta añoranza. Entre sus relatos se encuentra un práctico consejo sobre los mantecados que elaboraba con manteca de cochino, azúcar, huevos, bicarbonato y limón rallado. Ingredientes que amasaba con mimo, les daba la forma y los colocaba en la milana para introducirlos al horno. A la milana se le ponía un poquito de harina pa que no se pegara, batía un huevo, o dos, según los que tuviera, y con una brocha le pasaba por encima, lo ponía al horno y te quedaban tan regañaditos.
O la descripción de las hogueras por San Juan y por San Pedro, y la preparación de voladores o pelotas. Confeccionados con trapos viejos y vergas hasta forman una bola, a la que se le prendía fuego; se le hacia girar con la misma verga, que se dejaba de tres o cuatro metros, hasta que se fuese a extinguir la llama. Me acuerdo cuando éramos chicas, íbamos por esas Rosas, donde había camelleros, ya secas, y tomillos, traer sacas llenitas pa hacer las fogaleras. También se usaba hacer unas pelotas de rejos, se le echaba petróleo, y si no teníamos petróleo porque las madres no nos daban, íbamos allí a los desperdicios de la máquina de moler, y siempre había sacos empapados de gasoil y de esas cosas pa hacer las pelotas, dándoles vueltas con un alambre amarrado. Nos asomábamos todos a esas orillas, por ver ese Guaza y esas montañas de Cabo Blanco y todo eso pa ver las pelotas tan bonitas, cuando se juntaban cuatro o cinco. ¡Ay! Que eso me parecía tan bonito.
Escuchar a Julita, atender a sus relatos, la manera de narrar esa memoria emocional del conocimiento cotidiano, fue una admirable enseñanza. Por sus manos pasaron incontables alegrías, mucho calor desprendieron los hornos de su vida. Y con la misma intensidad que prodigó esa alegría y ese calor, aún pervive su memoria entre los que tuvimos la suerte de su trato. 



Documentación: BRITO, Marcos: Valle de San Lorenzo. Imagen y memoria. Llanoazur ediciones

Juan Pérez Morales, EL QUINTO



  Juan Pérez Morales, EL QUINTO
 
Al vecino de Los Cristianos Juan Pérez Morales se le nombra por El Quinto, desde la época que se encontraba de jornalero en la finca de Las Madrigueras y lo citaron para el servicio militar. A su vuelta de la “quinta” le comenzaron a denominar El Quinto. Vivía en la Montaña de Chayofita, a cuya zona aún se le nombre como la Villa del Quinto, donde poseía unas cabras y un macho cabrío, al que muchos vecinos llevaban sus cabras para cubrirlas con este popular animal al que se conocía por el Macho del Quinto.
  José Pérez y Encarnación García, con sus hijos Juan Manuel y Encarnación, y dos sobrinos
Juan Pérez Morales, El Quinto, nació en Los Cristianos en abril de 1927, se casó con Encarnación García Domínguez, Catona. Matrimonio que tuvo tres hijos: Juan Antonio, Juan Manuel y María Encarnación Pérez García. Este apodo perdura en su hijo mayor, Juan Antonio Pérez García, El Quinto, que durante años destacó como portero del equipo de fútbol del C. D. Marino, tal como se le contempla en una fotografía de este equipo de alrededor de 1970.
El Quinto trabajó con Antonio Domínguez en Las Madrigueras y después ejerció de guardián en el chalet de Forentín Castro, en El Camisón, en cuyo puesto estuvo durante más de 20 años, por lo que a ese chalet se le conocía como el Chalet de Florentín o el Chalet del Quinto.

Juan Antonio Pérez, portero del C.D. Marino
Fotografías: Archivo de Juan Manuel Pérez García.

BRITO, Marcos: Nombretes en el Sur de Tenerife. Llanoazur ediciones 



miércoles, 25 de septiembre de 2013

Cereales: tiempo de recolección y trilla


  El Mollero. Santiago del Teide, 1969. Cedida por Colectivo Cultural Arguayo

La agricultura de secano, cuyo principal cultivo fue el cereal, junto al pastoreo y la pesca, fue hasta mediados del siglo XX nuestro principal medio de subsistencia. En el Sur de la isla dependía de un irregular periodo de lluvias, que condicionaba el cultivo de una u otra semilla, el trigo morisco y la cebada, con menores necesidades de agua, se sembraba con mayor abundancia en la costa; y el trigo blanco en las medianías. El millo debido a sus mayores necesidades de agua se sembraba en menor cantidad.
La siembra del cereal, o de la leguminosa, se realizaba o bien antes de la lluvia prevista o, lo más generalizado por esta zona, una vez llovía se realizaba a voleo, después de que la tierra estuviese `jobariada y que se pusiera suelta para poder sembrar`. Una mano experta metía la mano en una bolsa con granos, el `socojo´, que se llevaba colgada al hombro; y lo iba esparciendo sobre la tierra húmeda, para con posterioridad pasar el arado; con todo tipo de animales, según disponibilidades y preferencias.
La fecha de utilización de las eras correspondía con el fin de la primavera y el comienzo del verano. Y más que segar el cereal se arrancaba, `porque hacía falta la paja y hacia falta todo, todo eso se aprovechaba y si la siega quedaba mucha paja en la tierra, la raíz al trillar se esparecía`. Al arrancar el cereal se sacudían sus raíces, bien en las paredes de la huerta si era estrecha o bien se arrastraba una piedra mientras se iba arrancando.
Una vez segado se recogían en gavillas y se llevaba directamente a la era o se iba depositando en sus cercanías, en los frescales, hasta el momento de la trilla. Aquí se amontonaban, en forma generalmente circular, formando una pared con las espigas hacía dentro y rellenando el interior de manera aleatoria, rematando con gavillas colocadas con la espiga hacia fuera, de forma que si llovía el agua escurría con mayor facilidad.
La cantidad de gavillas que se introducía dependía del tamaño de la era, del tiempo --a mayor insolación, mejor; el empleado en la trilla era mayor si el día estaba nublado-- y de los animales a utilizar. E incluso de cómo hubiese estado la cosecha, un trigo con buen desarrollo de espiga tiene más paja con lo que cabría menor cantidad que otro con menor espiga.

San Miguel de Abona. 1965
Se comenzaba por introducir una parte de la parva, denominación con la que se conoce la cantidad que se trillaba de una vez, y trillar en cobra, animales unidos entre sí cuyo número dependía del tamaño de la era, por lo general de tres a cinco. `Tenía que trillar en cobra porque la rama, la cebada o el trigo entero, no se puede meter un trillo, porque entonces se lo lleva todo pol alto, el trillo se entierra`. A medida que el cereal se iba trillando se le añadía el resto de la parva. Se podía finalizar en cobra o bien seguir con el trillo, una vez que la parva estuviese lo suficientemente asentada para poder utilizarlo. De este trillo tiraban, normalmente, dos animales, ya podían ser caballos, mulos, burros, camellos o vacas, como las dos yuntas que podemos contemplar en El Mollero, Santiago del Teide, labor realizada por María Navarro Forte y  Donate Forte Curbelo.
Sí la parva era bastante grande, y dado que el pretil solía ser bajo, a la era se le colocaba un ´ruedo`; consistía en apoyar al pretil las espigas con el tronco hacía arriba en forma de cerca para que el cereal no fuese expulsado de la era. Cuando se trillaba cebada y en caso que se quisiera obtener `paja colchón´, se comenzaba en cobra, al amanecer con algo de humedad; y antes de introducir el trillo se recogía la paja necesaria, ya sin grano, para destinarlo al relleno de los colchones.
Una vez finalizada esta ardua labor, que podía duras varios días, se procedía a separar el grano de la paja. El primer paso consistía en unir lo trillado en una orilla, formar una `sierra´, orientada perpendicular al viento --el mejor el del suroeste, más continuo-- y se aventaba: lanzar al aire con la ayuda de `belgos´ para separar la paja del grano; operación que se realizaba `por lo menos veinte veces´. El grano va cayendo en el mismo lugar y la paja se traslada al otro lado de la era o fuera de ella. A veces se colocaba una marca, `poner la valisa´, con varias piedras o un palo, a un metro de la sierra, y todo el tamo que sobrepasase esa marca se recogía como paja; la que quedara en el interior se aventaba nuevamente.  

El proceso siguiente era ´paliar´, de similar práctica, pero en este caso con una pala de madera hasta que se elimine toda la paja. La última vez que se paleaba se coloca unas mantas, de tal manera que el grano se deposite sobre ellas. Al mismo tiempo que una persona palea otra ´valea´. El ´valeo´ se preparaba con la paja del trigo, se formaba con una gavilla, del grueso que se pudiese coger con una mano, con espigas largas `esrrabadas´ a mano y atadas de tal forma que se formase una escoba en forma de abanico; se barría con la parte de los troncos, pasando con suavidad por encima del montón de grano y arrastrando los `cachos´. Este montón de grano, en algunos casos, se cernía con una cernidera de hierro y latón, con agujeros realizados con un puntero por los cuales salía el grano; en su interior quedaban los trocitos de paja. Y después `ajecharlo´, para terminar de limpiarlo, que consiste en imprimirle a una zaranda o ´jarnero` unos movimientos bruscos y circulares por el cual los restos se trasladaban a su centro y se retiraban con las manos. Esta labor de `ajechar´ era realizada, casi siempre, por mujeres, `y si era una parva grande estaba un par de horas ajechando´.  

Trilla en El Salguero. Vilaflor,  2008
La productividad que se obtenía en la trilla de cada una de las parvas dependía de varios factores, sobre todo de la cosecha y del tamaño de la era. A modo de ejemplo se pueden aportar algunos datos facilitados por nuestros informantes. Domingo Domínguez trilló en la Capellanía, Arona, una parva de 30 fanegas de trigo; en esta era circular de 11metros de diámetro se podía obtener de una parva casi las 40 fanegas. O el de Casimiro Díaz en Los Llanos, Adeje, quien trilló `una parva que me dio cuarenta y tantas fanegas de cebada. Estaba la era bien llena y estuve trillando, yo creo que se aproxima a la semana, y claro tenía pocos animales también pa trillar, porque cuanto más animales, más trillo´.
Las leguminosas también se trillaban con algunas de estas características. Las lentejas y los chícharos se trillaban en cobra, `a las lentejas no le hacían falta sino apenas, porque eso se eschamisaba enseguida. Se trillaba en un par de horas, si el tiempo estaba bueno ya estaba trillada. Después la juntaba y barría la era y hacía la sierra y venga a aventar, aventar hasta quitar la paja`. Los chochos se apaleaban, después se ponían con agua y sal durante varios días para poder consumirlos, `pa los animales los tostábamos un poco y después se ponían en agua´. Las judías y los garbanzos se  solían desgranar a mano, abriendo la vaina.
Llegada el final de la primavera y el comienzo del verano, momento de desgranar la espiga, tiempo de recolección y trilla, período más que esperado para volver a reponer la vacía despensa.

Documentación: BRITO, Marcos: Paisaje en las Bandas del Sur [Tenerife 1890-1960]. Llanoazur ediciones