viernes, 14 de marzo de 2014

Carnavalito alegre/ chispa segura/ si tu amor no te quiere/ pa que te apuras

  Parranda en carnaval. Buzanada
 
Los ímpetus eran otros en esos carnavales de antaño. Las ganas de parranda y algarabía que se acumulaban durante el año de espera entre festejo y festejo se desbordaban de alegría en apenas los tres días de carnaval, de domingo a martes. Este último era la jornada principal en el que no se trabajaba, momento de disfrazarse y salir con una parranda a visitar las casas en busca de lo que quieran dar pa animar la parranda. Se utilizaba lo que se tenía a mano, las disponibilidades no eran abundantes, escaseaba hasta lo imprescindible, se preparaban sombreros con flores de colores y vergas de los cultivos de los tomates, trajes de retales de ropa vieja y de papeles de colores, las caras pintadas o simplemente tiznadas y donde la máscara no tenía mucha relevancia.
Algunas costumbres olvidadas se practicaban con buen humor; lanzarse polvos talcos por la calle, solos o mezclados con harina, o simplemente harina que era más asequible y más barata; vaciar huevos y rellenar las cáscaras con flores y papelitos de colores para luego arrojarlas; embadurnarse las manos con restos del carbón o del hollín del fuego de leña de la cocina, para tiznarle la cara al que encontraban por la calle; o robar gallinas a cualquier vecino para hacer caldo con el que brindar a todo el mundo, incluyendo a sus propietarios que se enteraban con posterioridad que la gallina era suya. Días de fiesta, de trasgresión, de liberar tensiones, y sobre todo de hospitalidad. En cada casa se dispensaba a los visitantes según sus disponibilidades, siempre había alguna cosita sobre la mesa con que invitar. Y que no faltasen la carne cochino, el pescado frito, las rebanadas y los chochos. Y estos últimos que fueran de nuestras medianías, los más deseados, los de La Escalona o los de los Llanos de Trevejos. 
  Los Cristianos. c. 1936
En Los Cristianos se festejaba los carnavales tres días, domingo, lunes y martes, días de cambiar de aspecto y de sexo, como narró Encarnación Alayón Melo, se vestían de mujeres, los hombres de mujeres, casi siempre cambiarse, y después cada uno hacía la machangada que le parecía, unos se vestían de monos, otros se vestían de marinos, otros pescaban, me acuerdo de otros lo hacían de ciegos, me acuerdo de Pedro Melo, era el que los guiaba, de Juan Bariajo me acuerdo, los otros dos no me acuerdo, no se si era Miguel el Chasnero, y tocaban y cantaban y después iban a otro sitio. Otros salían con una caña y compraban, entonces lo más que había era manices y cosas así, eso era la carnada que tiraban, y a los muchachos chicos le tiraban un puñado de manices y con la caña de pescar, y los muchachos chicos se volvían locos en el suelo.
Las parrandas y los bailes estaban por doquier, de Buzanada y sus alrededores tenemos la referencia de Encarnación García Toledo, los carnavales haber si había un papel, de colores, y si la que tenía una sábana, porque no teníamos nada. Una viejita que estaba en esta calle, al lado de esta casa, si nos prestaba una sabana le metíamos aquello aquí y la doblábamos y unos papeles alrededor y aquello era el traje de los carnavales. Se iba a parrandear bajo el son de tocadores como José González o Antonio González García; y cada uno tocaba un rato y díamos de aquí a Cabo Blanco con esa parranda y de aquí Aldea, caminando por áhi padentro con esa parranda y volvíamos pafuera. En Buzanada sobresalía la alegría de Carmen Cabeza, que estaba en todos los saraos, tanto en carnavales como en San Juan, que improvisaba versos con suma facilidad, tal como recuerda María García Sierra, Cha Carmen Cabeza la más que cantaba, se ponía cosas viejas en la cabeza, una vez pasó por ahí y le cantó a mi madre: Dichosa de seña Leonisa/ que le queda esa florita/ y yo no tengo ninguna/ que ya me quedé solita. O aquel en el que solicita que no paré la diversión; Silencio pido señores/ que dure el baile hasta el día/ porque mi José me dijo/ que hasta otro año no volvía.
  Valle de San Lorenzo
Referencias a Cabo Blanco nos trae el comentario de María Luisa Reverón Alayón, íbamos de aquí, las parrandas a Aldea, vestidas con unas mantas, otras veces con unas sabanas, con papeles, que poníamos las flores de papeles y pegadas a las sabanas, de medio parriba eran unos paños que se usaban antes unos cojines en las camas, uno por delante y otros potrás, y muy guapas, y un sombrero, yo siempre tenía un sombrero.
La alegría de las parrandas y de los parranderos dieron lugar a un alegre apodo de los hermanos Benito, en 1920 estaba censado en Los Ancones, Arona, y Domingo Fumero González, conocidos por Jaramago y Carnaval, y que heredaron sus familiares. Y a otras múltiples anécdotas como la de cierto cabrero que por irse a festejarlos a Vilaflor dejó las cabras encerradas durante tres días.   
En el Valle de San Lorenzo había un barrio donde estas fiestas tenía relevancia especial: Llano Mora, sobre todo en los años treinta y cuarenta. María Luisa Hernández Reverón, quien en esos años, confeccionaba caretas de tela con agujeros en los ojos y boca, y atados a la cabeza, nos cuenta como se sentían esas fiestas: Antes los carnavales eran Llano Mora arriba, Llano Mora abajo, parrandas de abajo y de arriba abajo, y después se empezó a darle la vuelta al Valle, pasaban por La Hoya, por El Pinito, por Llano Mora, por La Cabezada. Tocando y cantando, y caminando, y en los ventorrillos se paraban a beber. Empezaban el domingo, lunes, pero el día grande era el martes. Todavía al final de los años cuarenta se juntaban esas parrandas en Llano Mora, María Luisa Hernández Reverón nos contó un cantar de su abuela María Tacoronte Reverón: Carnavalito alegre/ chispa segura/ si tu amor no te quiere/ pa que te apuras.

BRITO, Marcos: Arona. Tradiciones festivas. Llanoazur ediciones

miércoles, 12 de marzo de 2014

Colores del Sur 10. Flor de escobón en La Tafetana

 


Colores del Sur 10. Flor de escobón en La Tafetana

Es difícil rivalizar con el blanco de las flores del almendro o de la retama. Pero el blanco sobre el intenso verde de las alargadas hojas del escobón enarbola la belleza de su porte, la sutileza de sus formas, que llegan a punto para adornar los bailes de carnaval.
La madera del escobón aportaba infinitas utilidades, desde leña para cocinar, obtener carbón, o en la confección de diversos útiles en la agricultura: desde cabos, horquetas o partes de los arados. Planta que asimismo entraba a formar parte de los repartimientos en los aprovechamientos forestales. Como el que se enumera en el acta de entrega del aprovechamiento forestal en Vilaflor, que se expide con fecha del 19 de noviembre de 1931. Se otorga licencia para que se pueda ejercer esta labor desde ese día hasta el 31 de mayo de 1932, en el monte Vica y Lajas, en que además del explotación del pinar se enumeran: Veinticinco cabezas para arados, de escobón, en Los Saltaderitos. Y los treinta estéreos de rama verde. Y por suyo aprovechamiento los vecinos de Vilaflor deberían abonar: por cada estéreo de leñas para hogares o de rama verde de escobón, cuatro pesetas; por cada timón, cincuenta céntimos; y por cada cabeza para arados, veinticinco céntimos.
Y también fue causa de denuncias, como la impuesta por la Guardia Civil del Puesto de Granadilla de Abona a Bernardo Sánchez Sánchez, de 68 años y vecino de Charco del Pino, por encontrarlo en agosto de 1949, cuando conducía en un camello, 6 haces de leña verde, de la llamaba escobón, extraída del punto conocido por El Marrubial, del monte público El Pinar.
Además de otros aprovechamientos, tanto en verde como en seco, desde forraje para animales a proveedor de varas para confeccionar cestos.

Fotografía: Flor de escobón. La Tafetana. San Miguel de Abona, 2014

martes, 11 de marzo de 2014

Marzo de 1967, el Sur más cerca

Vista general del acto del 16 de marzo de 1967
 
A finales de los años sesenta el Sur se fue aproximando a Santa Cruz de Tenerife. Esa imperceptible vena de asfalto que transcurre por las medianías se fue quedando pequeña para el trasiego de personas y mercancías que realizaban el trayecto Sur-Capital. La Autovía del Sur - Santa Cruz hasta el enlace con la carretera que une Arona con Los Cristianos, que comenzó a construirse en 1967 y que plantó esa gruesa línea en las cercanías de la costa, representó abrir el Sur al turismo y a la agricultura.
La tardanza en establecer los planes de carreteras en este Sur de la Isla siempre han tenido que soportar una larga ristra de años para su ejecución. Esos viejos caminos de herradura, que transcurrían por las medianías y las cumbres, se mantuvieron durante siglos sin apenas variación. La carretera vieja, la Comarcal C-822, se inició en Santa Cruz de Tenerife en 1864 y no comienza a verse por Granadilla de Abona hasta la década de los años treinta del siglo XX. Y no enlaza con Guía de Isora, a través de Tejina de Guía, hasta la segunda mitad de los años setenta. Otro tanto hubo que perseverar con el enlace de Icod a Guía de Isora, un proyecto de finales del siglo XIX que no se termina hasta más de tres décadas después. Y así mismo sucede con otras tantas vías de comunicación, como la que a través de Las Cañadas enlaza La Orotava con Vilaflor; o los múltiples conexiones de las capitales municipales con la costa, que sirvieron de avanzadilla para la carretera general del Sur.
Y es en marzo de 1967 cuando se iniciaban las obras de la Autovía del Sur, la posterior Autopista TF-1, con un proyecto que se remonta a los comienzos de la década de los cincuenta. Fue encargado en 1953 por el Cabildo Insular de Tenerife a los ingenieros Carlos Hardisson y Juan La Roche. Esta nueva vía se incluyó en el Plan General de Carreteras, aprobado en diciembre de 1961.
En 1967 se comienza su construcción desde dos lugares, el de su inicio y el de su destino. Se inician las obras desde Los Cristianos a Candelaria y de Santa Cruz a Candelaria. Y al mismo tiempo, en esos comienzos de los cincuenta, sonaban tambores por el suroeste ya que no se concluía el tal ansiado tramo de Adeje a Guía de Isora, para lo que se tiene que llegar a finales de 1976 para ver terminado el puente que cruza el Barranco de Erques y el tramo de unos seis kilómetros, entre Tejina de Guía y Hoya Grande, en Adeje.
Al mediodía del jueves 16 de marzo de 1967 llegan diversas autoridades a la zona donde en la actualidad se encuentra el cruce de la autopista con la desviación a Los Cristianos. Ese día del comienzo de estas obras se encontraban presente el Presidente del Cabildo Insular de Tenerife, José Miguel Galván Bello; el Gobernador Civil, Mariano Nicolás García; el Alcalde de Arona, Eloy García García, y una lista de autoridades, en las que sobresalían un extenso numero de alcaldes de toda la Isla. La Banda de Adeje amenizó este acto en el que se desplegó una pancarta de la Hermandad de Labradores y Ganaderos de Arona solicitando que la autopista llevase el nombre de José Miguel Galván Bello, y a quien se debía, en buena parte, la gestión para que con esta vía no se produjese la tardanza de las citadas anteriormente. Y después de unas palabras de las autoridades presentes, en las que se hizo énfasis en la que se convirtió “una hermosa locura en realidad”, comenzaron a funcionar las excavadoras, una vez que el párroco de San Antonio Abad de Arona, Rubén Santana, bendijera el momento.
  Inauguración de las obras, 16 de marzo de 1967
Para su ejecución se contemplaba que el tramo Santa Cruz hasta Candelaria se ejecutase en un primer cuatrienio y el tramo de Candelaria a Los Cristianos en tres cuatrienio más, vamos que hasta finales de siglo, alargándose su utilización hasta la desesperación, tal como había sucedido en la ejecución de las ya citadas obras oficiales. Pero desde el Cabildo Insular de Tenerife se gestiona un plan de financiación, para el que se le autorizó por parte del Ministerio de Obras Públicas, que consistió en solicitar un préstamo con cargo al presupuesto aprobado, en ese comienzo de obras sobrepasaba los mil trescientos millones de pesetas, sin contar las expropiaciones. Haciéndose cargo la Corporación Insular del coste de los intereses, de modo que pudiesen comenzar las obras en el tramo desde Los Cristianos a Candelaria al mismo tiempo que la de Santa Cruz a Candelaria, con lo que se inició a trabajar desde los dos puntos. Las obras se adjudican en septiembre de 1966, el tramo de la capital hasta Candelaria a Dragados y Construcciones; y el de Los Cristianos a la empresa francesa, Obras y Construcciones Dumez.
La Autovía del Sur contaba con una longitud de 72,7 kilómetros, más de treinta menos que la carretera vieja, que se alargaba a los 104. Las curvas pasaron de las aproximadamente mil cien de la vieja carretera, muchas de las cuales su radio era tan pequeño que dificultaba el transito de dos vehículos a la vez, a las 54, que además se trazaban con un amplio radio. Atrás quedaban las infinitos bajadas y subidas, bordeando los barrancos, para transitar por una pendiente máxima del 5%. Contando con cuatro carriles en los seis primeros kilómetros, con un ancho de 21 metros, y el resto dos carriles, con 12 metros de anchura. Reduciéndose el tiempo empleado, que en el recorrido anterior se sobrepasaba las tres horas y en este se ronda la hora. Y multiplicando por seis la capacidad de trafico posible.
Y atrás quedó el paso por Taco, el transcurrir por la Cuesta de las Tablas o ascender al Mirador de San Juan. En algún domingo del verano de 1969 se abrió esta vía en su totalidad, de manera provisional. Pero fue a finales de este mismo año cuando ya se podía circular por los tramos de Santa Cruz a Candelaria y el de Los Cristianos a San Isidro, para ascender por Chimiche y continuar por la carretera vieja hasta Candelaria. A comienzos de 1970 se le unió el tramo de San Isidro al Porís de Abona y ya al año siguiente se podía recorrer en su totalidad.
Pero ahí sigue esa vieja carretera, tenue línea de gris sobre la más alta gama de matices de ocres que se puedan contemplar, con su lavado de cara, con nuevo asfalto, con alguna curva menos, pero marcándonos el camino para la mejor entrada al Sur, la de sus medianías.

Bibliografía: Los Cristianos 1900-1970. Vida cotidiana y fiestas populares. Llanoazur ediciones


sábado, 8 de marzo de 2014

En el carnaval de antaño con Filomena Méndez Reverón

  Filomena Méndez Reverón, 2007
 
Viejas costumbres carnavaleras que conoceremos a través de las vivencias de una vecina de San Miguel de Abona, Filomena Méndez Reverón, quien nació en El Hoyo en 1921. Filo, como cariñosamente se le conoce, no se benefició de una vida fácil, apenas fue a la escuela, pero su natural inteligencia e intuición la llevó a realizar múltiples trabajos y a montar una carnicería junto con su marido, José Miguel González González, quien se encargaba de buscar los animales y sacrificarlos. Así se mantuvieron unos treinta años en la Calle del Calvario en Granadilla, llevando las cuentas con la cabeza y con los dedos, tun tun, pin pan, como el que toca el piano.
Filo atesoró hasta sus últimos días un gran humor, esa alegría que la acompañó a lo largo de su vida. Recuerda con cariño esos bullicios de antaño, antiguamente eran unos carnavales muy buenos, muy alegres y muy nobles y muy familiar, todos en parranda, entonces nos ajuntábamos todos los chicos y las chicas.
Así rememora esos paseos entre la Parroquia de San Miguel Arcángel y El Pino, esas costumbres de visitar las casas en las que siempre, por muy modestos que fuesen sus moradores, había disponible algún alimento con el brindar esa visita, pero además nos lo condimenta con ese lujo de detalles que sólo se puede aportar amando lo que se hace. Tocábamos en las casas, y en las casas tenían sus bandejas con chochos, fruta pasada y las rebanadas. La rebanada eran muy dadas aquí en San Miguel, que se hacen con pan viejo, finito, se mojan en leche o vino, con azúcar, se bate el huevo, se pasan y después se fríen. Y la chuchanga también, la chuchanga era con agua o leche, el que tenía leche y el que no con agua, harina, azúcar y huevo, después se cogía con la cuchara y se iba poniendo en la sartén. Entonces ponían aquella bandeja de chuchangas, le ponían su azúcar por arriba y la ponían en la mesa pa que todo el que entrara lo comiera. Tenían muchas cosas en las casas, el anís, daban una copita de anís a la mascarita o al que entrara, el vasito de vino también, pero en las casas siempre tenían que comer.
Su riqueza expresiva también la vuelca al describir diversos momentos del antiguo carnaval de San Miguel de Abona, siempre tiene recuerdos cariñosos para su padre, Domingo Méndez Reverón, un buen parrandero, o de algunos de esos peculiares personajes que hacían notar su gracia en estos días festivos, como Antonio Reyes y su vestimenta de moro. Se vestía de moro, unos dientes de papas y se tiznaba toda la cara y después como era tan alto, yo venía corriendo, corriendo a mi casa, temblando, cuando veía aquella máscara y todos los niños igual, no se vían niños cuando él salía de moro, y después se murió él y después el hijo cogió el cargo de vestirse de moro, pero también yo me escondía cuando el hijo.
O a el vecino de Las Zocas, Juan Marrero, que se disfrazaba de marchanta, de esa mujer que traía el pescado de la costa a las medianías, de vendedora de pescado. Se vestía de mujer todos los años, se vestía de mujer con su pañuelo negro amarrado, sus aretes, pintado, su traje, y después cogía unas pencas de los pencones, chiquitas, redonditas, las barría muy barridas, las ponía en una cesta con su mantel, las tapaba, se las echaba a la cabeza con su rueda, hacía su rueda, y venía puerta por puerta. Entraba cas del cura: señor cura, desde que mi mirado echó el barco a tierra me acordé de usté, de guardarle un pescadito. Y no quería fruta ni nada, sino perras, y llenaba en bolsillo con sus perras. Después iba cas doña Juana Bello: ay doña Juana, desde que mi marido echó el barco a tierra, este pejito pa doña Juana. La pencas las barría y las iba entregando por las casas que visitaba.
Filomena anduvo en su juventud en bastantes carnavales, cuando había que hacerse cada cual su propia vestimenta. Se usaban unas colchas de cretones que era muy ramiada, mira tú si había una colchita no había más, pues se cogía la colcha y se hacía un muño, así, y se lo ponía uno en la cabeza y esto empinado en el alto y nosotras metías en la colcha o en la sabana, sabanas blancas, esos eran los vestuarios, los trajes que usaban las abuelas. O esa careta de trapo, le hacías dos agujeros al trapo y unas tiras patrás y una boca abierta y esa era la careta, y si no de cartón, hacían la careta también. Pero también una vez casada, como recuerda cuando lo festejó en compañía de una vecina, ya que su marido no era tan parrandera como ella. Nos vestimos con un traje pequeñito, una media pantalón, mis trenzas de estambres y mis sogas, las dos brincando. Pero mi marido no me estorbaba nada
  Filomena Méndez recreando a Colombo
Y después llegaron los años en que su humor se desparramaba por cualquier actividad que se organizara en el colectivo de la Tercera Edad de San Miguel de Abona. Y como en cualquier fiesta que se preciara no podía falta Filo, allí estaba en los carnavales, cada año con una locura distinta, con una riqueza de atuendos que iban desde la representación solemne de un Obispo hasta el la firmeza del detective Colombo, tal como se recoge en la fotografía que acompaña este comentario.
O ese año que interpretó a una maga, qué mejor representación de humor y de regocijo podía buscar. Sí sabría muy bien Filo como sacarle punta al personaje, y bien que se la extrajo. Con una apropiada vestimenta, sin faltar detalle como su sereta con papas, el introducirse en una huerta para ir con las medias llenas de hierbajos o estar toda la noche dándoles vueltas a la cabeza para componer un poema con el que rematar su intervención.
Su narración fluye con la misma vitalidad con la que ejecutaba sus representaciones. Me puse unas medias blancas y unas medias de patente y me metí áhi a las huertas, que entonces no había casas, que las huertas estaban llenas de amorsecos, y me llené toda de amorsecos y fui allabajo a la Tercera yo sola, y mi cesto lleno de papas, un cesto macho, que le decían un cesto macho. En este caso se preparó concienzudamente, al llevar en su pecho un ratón de plástico que sacaba al acabar de recitar: Esta mañana me levanté muy tempranito/ y yo al campo me marché/ a hurgar estas papitas,/ no tenía que comer./ Ay mi marido estará diciendo/ ¿dónde estará esta mujer?/ Ay mi niño si supieras/ lo que por mis piernas subió/ este ratón tan peludo/ que en mis pechos se posó.

viernes, 7 de marzo de 2014

Rogativas por la lluvia a la Montaña de Frías en Arona

San Lorenzo Mártir, 1948
 
El Municipio de Arona es el único de las Bandas del Sur que no dispone de cumbre, por lo que la disponibilidad de acuíferos propios ha sido menor. Su subsistencia, hasta hace cuatro o cinco décadas, estaba basaba en una agricultura de secano que se torna de regadío, muy lentamente, en las primeras décadas del siglo XX, con la apertura de diversas galerías en el mismo Municipio, pero sobre todo en el vecino de Vilaflor, y con una insipiente red de canales. Pero el impulso lo tomó a partir de la década de los cuarenta cuando comienzan a llegar las aguas del Canal del Sur.
Hasta entonces se dependía en alto grado del agua de lluvia, su escasez llevó a muchos devotos a realizar rogativas para implorar al cielo que libere la lluvia con la que combatir la sequía. Estas plegarias se realizaban en los años secos, cuando se encadenaban diversos años sin caer ni gota, cuando la sequedad amenazaba con destruir la cosecha. Sequías, cíclicas en muchos casos, que abundaban en demasía y que en la mayoría de los casos esa insuficiencia era tan dramática que no se efectuaba la plantación, sobre todo de cereal, del trigo morisco, de la cebada, cultivos tradicionales de secano; años que incluso se recurre a una planta rastrera, el vidrio, para recolectar su diminuto semilla y obtener el denominado gofio de vidrio.
Las rogativas se efectuaban en esos años de sequías, pero en la actualidad, esta práctica que estaba apegada a la necesidad, ha devenido en costumbre. Cada primer domingo de marzo, el Santísimo Cristo de la Salud es llevado en procesión desde la Parroquia de San Antonio Abad, hasta Montaña de Frías, un barrio cercano al casco de Arona, desde donde se domina buena parte del aquel que fue un Municipio eminentemente agrícola. Además de a Montaña de Frías, en el recuerdo de nuestros mayores están las rogativas realizadas a La Crucita, en Túnez, desde donde también se divisa una amplia zona del término municipal.
En este siglo se tiene constancia de varias de estas súplicas, para las que se debía contar con el beneplácito del Obispado, como se recoge en la circular número 14 del Obispado de Tenerife, del 15 de febrero de 1921, donde se autorizaba a los sacerdotes a realizarlas. “Para implorar del cielo el beneficio de la lluvia contra la pertinaz sequía que amenaza destruir la cosecha de los sembrado y que en muchos campos ha impedido la siembra, ordenamos a nuestros V.V. Sacerdotes que en los días que las rúbricas lo permiten digan en la santa Misa la oración: `Ad petendam pluviam` hasta que se obtenga de la divina Misericordia el socorro de la presente necesidad.” No tenemos certeza que en esta fecha se realizara en Arona, si así la del domingo 18 de febrero de 1923, cuando fue llevada la imagen del Cristo de la Salud al lugar de Montaña de Frías. En esta procesión participaron dos misioneros, Marcelino Menéndez y Tomás Pallares, que recorrían diversas Parroquias del Sur de la isla.
Virgen del Carmen, 1948
Estas rogativas han padecido diversos vaivenes, diversas etapas. En la actualidad llevan alrededor de veinte años desarrollándose ininterrumpidamente, cada primer domingo de marzo, pero hay constancia que antes de la década de los ochenta estuvieron suspendidas o se efectuaron esporádicamente. No así a finales de la década de los cuarenta y comienzos de los cincuenta, cuando la llegada de un nuevo párroco, Ricardo Díaz Delgado, promueve una incesante actividad religiosa. De estos años son los que anotaremos algunos pormenores, donde numerosos fieles acompañaron al Cristo de la Salud hasta Montaña de Frías. Resaltar las efectuadas el 1 de febrero de 1948, el 13 de marzo de 1949 o el 2 de marzo de 1952.
En los años cuarenta se encadenaron demasiados años secos, lo que motivó que se realizara una rogativa en 1948. Año en el que, y como excepción a lo acostumbrado, participaron las imágenes representativas de cada iglesia que en ese momento existían en el Municipio. Los preparativos comenzaron el 25 de enero con el traslado del Cristo de la Salud a La Camella, punto de encuentro con las imágenes de San Lorenzo Mártir, que se trasladaba desde el Valle de San Lorenzo; la de Ntra. Sra. la Virgen del Carmen, de Los Cristianos; la de San Casiano, de Las Galletas. Y el Patrón Santiago, de La Escalona, que les salió a su encuentro al regresar a la Parroquia de San Antonio Abad, en Arona. Ese día y debido a la asistencia masiva de público, calculada en unas dos mil personas, se realizó una misa de campaña en la plaza de la iglesia. Las imágenes permanecieron hasta el siguiente domingo, 1 de febrero, en la Parroquia de San Antonio Abad, cuando se realizó la rogativa a Montaña de Frías. Y en este día se añadió una nueva imagen, un cuadro de San Sebastián, que se portó desde la Villa de Adeje, acompañado por numerosos fieles y por su párroco, Marcos Montesino Darías. Desde este lugar, y una vez terminada la ceremonia religiosa, las imágenes regresaron a su lugar de procedencia.
Las fotografías antiguas que acompañan este comentario están obtenidas en la rogativa del 25 de enero de 1948, cuando la imagen de Nuestra Señora del Carmen, era trasladada a Arona. Así lo estimamos por las personas que se encuentran en dicha fotografía, como Veremundo Martín García, maestro en la escuela de Los Cristianos en buena parte de la década de los cuarenta. De izquierda a derecha se pueden apreciar a: Francisco González (con bastón); Juan Infante Herrera (con bigote); Veremundo Martín García; Graciliano Valentín Díaz (a la izquierda portando la imagen); Eustaquio Domínguez; Manuel Alayón Melo; Ramón Martín Melo y Francisco Fumero. De este mismo momento, de la ascensión desde La Camella hacia Arona, es la fotografía que nos muestra a San Lorenzo Mártir acompañado de un grupo de fieles.
  Cristo de la Salud. Montaña de Frías, 2000
Esta última rogativa sirvió de proclama para postular los fondos, que se venían recaudando desde por lo menos 1945, con los que adquirir un trono de plata para la imagen del Cristo de la Salud. A ello contribuyó la llegada del párroco Ricardo Díaz Delgado, natural de San Miguel de Abona, un gran impulsor de numerosos actos religiosos en Arona. En el reverso de esta hoja volandera se anota: “¡¡Aroneros!! Este año es el año, que pudiéramos llamar jubilar, del Santísimo Cristo de la Salud. Este es el año de su trono y de su gloria. Con esta rogativa del Santísimo Cristo a la Montaña Frías podemos decir que se abre este año jubilar. Ya los dos mil obreros de esta Parroquia se están preparando para hacer su aportación pecuniaria el día once de Abril, Viernes Santo. ¡Este día entregarán al Cristo todo el fruto de su trabajo...! ¿Qué piensas hacer tú, patrono...?.” Este trono, realizado en el taller de La Laguna del orfebre César Fernández Molina, se bendijo en los festejos del Cristo de la Salud de octubre de 1953.
Las rogativas por la lluvia continúan promoviéndose desde el Obispado de Tenerife, como cuando en febrero de 1995 se solicita a través de un mandato de la Vicaria General: “Dada la pertinaz sequía existente, el Sr. Obispo de la Diócesis manda a los Rvdos. Sres. Párrocos y Rectores de Iglesias, que cuando celebren la Eucaristía, incluyan en la “Oración de los fieles” una petición suplicando al Señor el beneficio de la lluvia y que animen a los fieles a pedir por este fin.”

Bibliografía: BRITO, Marcos: Arona. Tradiciones festivas. Y Los Cristianos 1900-1970. Vida cotidiana y fiestas populares. Llanoazur ediciones

martes, 25 de febrero de 2014

Temporal en Arico. 25 de febrero de 1889

Arico el Nuevo, c. 1890


El 25 de febrero de 1889 fue un día de fuertes lluvia en el Sur de Tenerife. Tal como se informa en la prensa de la época, fallecieron dos personas que, a pesar del mal tiempo, no quisieron pernoctar en Arico el Nuevo o en Arico el Viejo y continuaron viaje al Lomo de Arico o Villa de Arico.
A finales de  febrero se reseña la noticia en diversos periódicos, esta nota se refiere a la tempestad de la tarde noche del 25 al 26 de febrero de 1889:
Aquí hemos tenido ayer tarde y anoche una tempestad tremenda, de viento huracanado, aguas, relámpagos, truenos, y sobre todo un frío intensísimo, como no se ha sentido jamás en esta comarca.
Para que usted se haga cargo de lo fuerte de esta tempestad, le diré que ayer tarde, a eso de las cinco, pasaron por aquí dos guardias provinciales que venían de Güímar con objeto de recoger caudales procedentes de la recaudación que llevar a Santa Cruz. No quisieron hacer noche en Arico, a pesar de la crudeza del tiempo, porque decían que necesitaban llegar al Lomo. Siguieron y como a poco más de 1 kilómetro de este pueblo amaneció hoy uno de ellos muerto; y el otro, aunque vivo aún, en grave estado. Desde aquí salimos en su auxilio algunos amigos y le hemos dado cuanto hemos podido; pero a pesar de todo creo que morirá dentro de pocas horas, si Dios no se compadece de su estado. El primero, según dicen, deja siete hijos; el segundo, cuatro. ¡Qué desgracia!

sábado, 22 de febrero de 2014

Cristo de la Salud, Arona. c. 1920


Cristo de la Salud, Arona. c. 1920

Imagen del Cristo del Señor de la Salud en el momento de traspasar la puerta de la Parroquia de San Antonio Abad en Arona. Gesto que lleva ejecutando desde su llegada en 1806. Su imagen tallada y policromada se presta a recorrer no se sabe con exactitud que camino; tal vez el de las fiestas de octubre, el de sus desplazamientos a otros lugares del municipio; el de alguna promesa de sus devotos; o el de una rogativa. Por la austeridad en la decoración de la imagen, y por la similitud con otra fotografía de la época, nos inclinamos por pensar que representa el inicio de una rogativa a la Montaña de Frías.
Fotografía obtenida a comienzos de la década de 1920, según se puede apreciar por la edad de algunas de las niñas, como así lo apunta una de ellas, María Luisa Rodríguez García. En primera fila a la izquierda señala a María Beltrán, María Almeida, Antonia Alfonso o Eugenia Mena. Asimismo identifica entre los asistentes a Dionisio Melo, Juan Villareal, José Beltrán, José Almeida y a José o Juan Cano.

Bibliografía: BRITO, Marcos: Arona. Tradiciones festivas. Llanoazur ediciones, 2006